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lunes, 31 de marzo de 2014

Página 64.

Pero yo no pensaba en como lucirían mis tacones o en como lLevaría el pelo, pensaba en que esta noche iba a ver a Edgar y eso hacía que me temblaran las piernas.
Carla me había dicho que me estuviese tranquila, pero es que era imposible.
—¿No iba a venir Diego? —Eso me distrajo algo de mis pensamientos.
—Dijo que tal vez sí que venía. Voy a llamarlo. — Entré en whatsapp y envié a Edgar “Ahora vamos para la fiesta” revisé en los mensajes entrantes algún número que fuera desconocido, leí su mensaje “Soy Diego”. Era de esperar, tenía una foto suya de perfil, le brillaban mucho los ojos y estaba serio en la foto, me gustó.
Le llamé mientras tiritaba, hacía un frío que pelaba. Espere a que diese señal y contestó.
—¿Quién?
—Yo, Nina ¿No vienes?
—No.
—¿Por qué?
—Estarás con él.
—¿Qué problema tienes con Edgar?
—Que me gustaría estar en su lugar.
—No te sigo—Yo nunca me enteraba de nada. Si me querías decir algo ya te podías ir poniendo un cartel en plan las vegas.
—Déjalo.
—Como quieras ¿Entonces no vienes, no?
—No.
—Bianca si quería que vinieses.
—Ya, da igual. —Le colgué, esa noche no iba a estar pensando en tonterías. Bailaría, me drogaría y bebería. Punto.

Página 63.

Entonces me dijo algo en lo que no había pensado— ¿Y qué coño vas a hacer con Diego? Por cierto, enhorabuena a todas se la caen las bragas con él.
—A ti no—la sonreí.
—Obvio. —me dijo cómo si fuese una idiota.
Llamé a Diego y dejé que se pusiera en el centro, entre Abigail y yo. —¿Qué vas a hacer ahora? Nosotras nos vamos a cambiar y tal ¿Te vas tú a tú casa a cambiarte y luego ya si eso vienes?
—No sé, supongo.
Mientras bajábamos hicieron los grupos de quién iba a la casa de quién, Eva, Sara y Paula iban a prepararse juntas, Abigail y Laura iban juntas a la casa de Laura y de las demás ni me enteré. Yo sabía que me iba a preparar con Angie en casa de Carla y eso era lo único importante.
La verdad es que nunca me habían interesado todos estos temas sobre maquillaje y vestidos y esas cosas pero reconocía que tampoco quedaba mal arreglarse una noche que otra. Yo no entendía así que me dejé en manos de mi mejor amiga.
                                                       *
Quedamos todas a las doce en la puerta de la tienda de Tom.
La verdad es que todas ellas estaban preciosas y yo, yo hacía lo que podía. Nunca nos gustaba llegar pronto a las fiestas porque a esa hora no había nadie. Además si quedábamos a las doce hasta las doce y veinte por lo menos no se presentaban todas.

Fueron llegando por grupitos, cada una se soltaba un piropo a otra se hizo como una costumbre. 

Página 62.

—Hola— la di un beso en la mejilla y sonrió. — ¿Cómo llevas eso?
—Bien, además hoy por la noche no hay nadie en su casa y voy a dormir allí— dijo dormir irónicamente.
—¿Y…?
—Ya sabes…
Me reí, tenía mucha curiosidad así que no le di más rodeos. —¿Cómo es eso del…? Bueno, ya sabes.
—Explícate.
—Pues eso de tener sexo con una chica.
—Bueno— empezó a reírse. Me sentía algo incómoda. —Tú todavía eres virgen.
—Estoy esperando la ocasión especial. —la interrumpí.
—Estás esperando a Edgar—me corrigió.
Le di un codazo—Sigue.
—Es mejor, no sé una chica es una chica, sabe lo que te gusta y te encuentra el punto.
—Para, para, para— me tapé los ojos exageradamente. —No entres detalles, me he hecho una idea— se rio. Cambié de tema. — ¿Pero vas a la fiesta, no?
—Sí.
—¿Va ella?
—No.
—¿Por qué?
—Pues no lo sé, si te soy sincera.
—Dale, id y me la presentas y eso.
—Se lo comentaré.

—No, se lo comentaré no. —Saqué el móvil y encendí la pantalla de forma que ella viera la hora. —Son las nueve y media y nosotras nos vamos a ir yendo ya hacía la parada y tal para ir arreglándonos, díselo ya. 

Página 61.

—Y lo hago.
—En esto por lo que veo, no.
—Pues no. Explícamelo.
—Quería conocerte Nina, he venido aquí por pasar algo de tiempo juntos, para que me cuentes sobre ti ¿De verdad te crees que me importa la vida de Bianca? No, joder, ellas son todas iguales, tú eres diferente, tú eres…
—Soy la rara, no importa dilo. —me estaba empezando a enfadar e intenté controlarme. —Tú tampoco me conoces ¿Sabes? ¿Crees que sabes de mí sólo porque me has visto en un jodido acantilado? Mira, haz lo que te dé la gana, yo me vuelvo. Si quieres venir, ven. Nadie te va a decir que te quedes pero tampoco que te vayas. —Me di la vuelta y empecé a hacer el camino.
Se acercó a mí—Nina, no te enfades.
—No lo he echo—mentí.
—¿Seguro?
—Sí—volví a mentir. — Yo me voy ¿vienes o qué?
Se quedó pensándolo. Yo no tengo paciencia así que seguí con mi camino. Escuché sus pasos y sentí una sensación de satisfacción sabiendo que por lo menos no se iba a la primera de cambio.
Llegamos a donde las demás y puse de excusa que a Diego se le había caído el móvil y estuvimos buscándolo.
Volvieron a formarse los grupos y yo decidí irme con Abigail. Diego volvía a estar con Bianca y yo no veía problema alguno. 

Página 60.

—Bueno…—empecé a contar mientras arrancaba pedazos de hierba—Al principio me cogió, y después cogió una manta, y estuvimos jugando a algo así como a un juego de niños, hasta llegar a la playa que, por cierto, se tiró sobre mí y me lleno la ropa de mierda—remarqué bien eso último—Estuvimos fumando, bebiendo café y viendo la puesta de sol.
—¿Y…?—Dijo Daira.
—Y me besó, bueno no estoy segura de quién empezó, pero luego no podía parar—dije sonriendo mientras miraba al suelo, levanté la mirada y vi como todas se sonrieron unas a las otras. En ese momento Carla me quitó de sus piernas y me tiró al suelo, segundos después tenía a todas subidas encima de mía haciéndome cosquillas.
—Parad, me vais a asfixiar —grité riendo. Miré hacia un lado y vi a Diego volviendo a bajar solo la cuesta.
Eché a todas a un lado como pude—Ahora vuelvo—dije sin mirar atrás. Corrí mientras llegaba hasta donde estaba Diego.
—¿A dónde vas? — dije intentado recuperar el aliento.
—Dijiste que no era tú novio.
—No lo es. —afirmé— Bueno, ¿Y qué importa eso?
—¿Que qué importa? Por una vez, sólo por una vez pensé que había encontrado a alguien que me comprendía.

domingo, 30 de marzo de 2014

Página 59.

Bianca se interesó y fue rápido a hablar con él mientras Carla y yo andábamos en silencio, cuando llegamos al final del tramo por fin se decidió a hablarme.
—Ya podrías traernos más sorpresitas de estás pero bueno, cambiando de tema, ayer estuve esperando como una tonta a que me enviaras un mensaje.
—Mierda, llegué tarde, estaba cansada y me fui pronto a dormir, además ya sabes que paso un poco del whatsapp. —Calpurnia se acercó y se metió en la conversación.
—Creo que me tienes que contar algo.
—Nos tienes que contar algo—añadió Carla y se sentó en la hierba.
—Esto está mojado. —Toqué el suelo con la palma de mano.
—No nos cambies de tema—me miraron intentando aparentar seriedad.
—¡Nina nos tiene que contar que pasó ayer con Edgar! —gritó Calpurnia a propósito.
Se sentaron todas de una en una haciendo un corro en la hierba. No me quedaba otra que sentarme y hablar.

Me senté encima de las piernas de Carla y al lado de Diego. Carla pasó los brazos alrededor de mi abdomen y todas me miraron esperando.

Página 58.

—Es un alivio saber que alguien como tú me comprende. Subir arriba es paz. Pero nunca he coincidido contigo.
—A mí me gusta subir hasta lo más alto.
—Sí, desde arriba se ve todo mejor.
—Hace pocos días ni sabía que existías Diego y fíjate hoy. Bueno, me tengo que ir he quedado y tengo que ir hasta la otra punta del pueblo y eso.
—A vale.
—Oye, ¿Te quieres venir? A ellas seguro que no las importa.
—Bueno, sí, estaría bien.
—Te explico, tenemos una fiesta esta noche, si vas ligas seguro— me reí.
—¿Los raros ligamos?— me dijo riendo.
—Sí, ¿No? —me uní a sus risas.
Nunca pensé que tendría este tipo de conversación y menos con un chico. Pensé que eran diferentes, que no hacían esas cosas, pero siempre hay alguien que tiene el mismo problema que tú.
                                                        *
Cuando llegamos y traje a Diego todas se interesaron por él. Bueno, él era guapo, simpático y amable ¿Quién no lo haría?

Fue saludando una a una y cuando llegó a Kim dije—Bueno a Kim ya la conocías, ¿verdad? —la miré y por señas la dije que teníamos que hablar. 

Página 57.

—¿A qué te refieres en no ser como todas?
—No todas las chicas suben solas al acantilado.
Me quede parada, de piedra, no sabía qué hacer y mucho menos qué decir. Así que decidí decir lo primero que se me cruzo por la cabeza.
—¿Cómo sabes eso?
—Te vi desde abajo, a ver te explico.
—Sí, mejor.
—Iba de camino al acantilado—prosiguió—Ir por la playa es mi camino preferido
—El mío también.
—Y te preguntarás ¿Por qué coño sube este tío al acantilado? Pues para…
—Pensar. —Añadí y asintió.
—Y te vi tirando cosas desde arriba. Sabes que si alguien pasa por ahí y le das le puedes dejar tonto, ¿No? —se rio. Pero yo estaba pensando en cómo alguien como él podía tener tantas cosas en común conmigo —Y bueno—siguió— Antes de verte allí subida sabía que habías ido al acantilado. Verás, te vi algo de hierba en la zapatilla cuando te ayude a recoger el dinero —yo le miraba atenta— a lo que iba, que ese tipo de hierba solo está en el acantilado y me extrañé porque pensé que era el único bicho raro de todo el pueblo que subía hasta ahí, y por eso te pregunté esas cosas.

—Creí que era la única—admití también.

Página 56.

Me hice una coleta y me puse lo primero que pillé. Abrí la puerta y estaba Diego ¿Pero…?
Salí de casa—¿Qué haces aquí?¿Eres un acosador?
—No. —se rio. —Vamos a andar.
Ya que no tenía nada que hacer acepte su oferta.
—¿Cómo sabes dónde vivo?
—Tienes unas amigas muy bocazas.
—¿Cuál de todas a sido? —Me reí.
—Se llama Kim.
Me volví a reír— Y bueno ¿Qué te trae por aquí?
Era un chico con el que había cogido más confianza de lo normal en poco tiempo.
—Cerré la tienda. Es sábado. Y me aburría y como estabas cerca…dije bueno ¿y por qué no? Y aquí me tienes.
—Gran explicación, con mucho sentido. —Le dije vacilándolo.
—No soy un violador. — me aseguró riendo.
—O tal vez sí ¿Quién sabe? Oye, ¿Y por qué cierras la tienda? Tom la abría.
—Ya pero Tom no está.
—Ya pero yo quiero tabaco. —contrataqué.
—Sabía que me lo ibas a decir— sacó un paquete del bolsillo. ¿Con un chico con tabaco y vaqueros qué chica querría uno vestido de etiqueta y con flores? — Invita la casa.
—No lo puedo aceptar.
—¿Por qué no?
—Pues no lo sé, es lo que se suele decir.

—Bueno, me he dado cuenta de que tú no eres como todas así que en este caso sí que puedes.

sábado, 29 de marzo de 2014

Capítulo seis. Marihuana, hachís,alcohol, su sonrisa y otras drogas. Página 55.

Marihuana, hachís, alcohol, su sonrisa y otras drogas.
Desperté tarde no tenía nada que hacer hasta las siete y media que había quedado así que decidí bailar durante gran parte de la mañana hasta que Edgar me llamó al móvil.
—Ayer no hablamos.
—Últimamente paso mucho del whatsapp.
—Bueno... ¿Qué tal dormiste?
—Bien—por primera vez en mucho tiempo no mentía.
—¿Cuándo nos veremos?
—Esta noche.
—¿Todo el día sin ti?
—Has estado meses sin mí— me reí.
—Eso no significa que no te haya echado de menos. Y te echo de menos ahora mismo.
—Y yo a ti. —Agata llamó a mi puerta—Edgar, espera. — Puse la mano en el auricular del móvil y me dirigí a Agata— ¿Qué pasa?
—Nina, allí abajo hay un tío que dice conocerte.
—La miré raro.
—No miento.
—Ummm…vale, ahora bajaré. —Esperé a que Agata cerrara la puerta y destapé el auricular —¿Edgar?
—¿Sí?
—Tengo que irme. Luego hablamos, o nos vemos o lo que sea ¿Vale?
— Colgué. ¿Quién coño estaría abajo?

Página 54.

—Oye, me tengo que ir.
Se levantó —¿Mañana nos vemos?
—¿Vas a la fiesta de Giselle? — Dije mientras salía de la playa.
—Sí.
—Entonces sí.
—Espera, te acompaño. —Recogió la manta.
—Sé ir sola a casa, eh.
—No quiero que te pase nada así que calla.
—Está bien. — Me cogió de la mano. Edgar nunca había sido así de cariñoso. Nunca.
Fuimos a mi casa a paso rápido y llegamos veinte minutos después.
—Te quiero. —me dijo en modo de despedida.
—Y yo a ti. — Primero me dio un beso leve en los labios y luego en la frente. Los besos en la frente son los mejores.
Me soltó la mano —Ahora hablamos— dijo mientras se alejaba.
Entré en mi casa sabiendo perfectamente que me iba a caer una buena. Ulisse no estaba solo estaban Agata, Rebecca y Cleo.
—¿Para qué quieres el móvil? —Empezó a regañarme—Te hemos estado llamando.
—Perdón, no me di cuenta.
—¿Dónde estabas?
—En la playa.
—No te voy a regañar porque tú sabrás lo que haces con tú vida.

Que alegría me daba escuchar eso por fin. Sonreí —Bien, me voy a duchar, tengo arena por todas las partes.
Las di un beso a todas y fui directa a la ducha, por primera vez me sentía medianamente bien desde hace mucho tiempo. Reflexione mientras me lavaba el cuerpo sobre lo que había pasado en todo el día y en el que era posible que pasara mañana. Tenía ganas de verle.
La noche se me paso breve ya que estuve jugando algo con mis hermanas y antes de que me diese cuenta ya me había quedado dormida.
Esa noche fue la primera noche en meses que no apareció la pesadilla.

Página 53.

Antes de que me diera cuenta ya se había acercado un poco más y me besó. No fue el típico beso que había dado tiempo atrás para olvidarle. Era su beso, su boca, sus labios, los que tanto tiempo me  había pasado buscando en otros. Fue lento, suave, casi leve, paré y me susurró algo que ni pude entender. Me cogió y me puso sobre sus piernas e hizo que mis brazos se entrelazaran en su nuca, me cogió de la cintura, me mordió el labio inferior y sonrió.
 —No debería estar haciendo esto — susurré y le volví atraer hacia mí.
—Ya sabes, te quiero. —Me contestó y me volvió a besar.
                                                    *
Se me perdió la noción del tiempo ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Horas? ¿Minutos? Ya era de noche. Yo tenía la cabeza apoyada en su hombro y estaba medio dormida.
—¿Qué hora es? — dije en voz baja
—No lo sé—respondió también en voz baja.
—¿Por qué hablamos así?
—No lo sé. — puso su voz normal y se echó a reír.
—Me gusta tú voz.
Se limitó a sonreírme. Saqué el móvil. Hostia puta las once y media. 3 llamadas perdidas de Agata, mierda, mierda.

Me levanté rápido y me sacudí la arena de todas partes.

Página 52.

—¿Tú qué harías si fueses yo?
—Valorarme ¿Sabes? Cuando lo dejaste de hacer tú, lo dejé de hacer yo. ¿Y si ni una misma se valora quién lo va a hacer?
Se quedó mirándome. Ni si quiera sabía porque estaba teniendo esta conversación, sólo sabía que las palabras salían solas.
Tenía los ojos marrones más bonitos del mundo a la luz del sol.
—Dijiste que si me volviese a acercar seguramente te apartarías
—Sí—esperé a que terminara la frase.
—Bien. Quién no arriesga no pierde pero tampoco gana.
Se acercó un poco más a mí. Mi cabeza decía “coño, Nina, vete.” Pero todo lo demás “Quédate”. Me quede quieta.

Se acercó un poco más, un poco más y recordé el poema de mi pesadilla “al alcance de mi boca, a un beso de distancia” ¿Era eso lo que me quería decir? 

viernes, 28 de marzo de 2014

Página 51.

Me interrumpió y dijo—Quieres saber de qué te quería hablar, ¿Verdad?
—Sí— Di una calada y se lo pasé.
—Era justo lo que necesitaba— se llevó el cigarrillo a la boca y le dio una calada leve pero cargada. — Bueno, pues el motivo—me volvió a pasar el cigarro.
—Ajá…
—Es que te quiero.
Le miré, no sabía que responder, así que dije lo primero que se me pasó por la cabeza— Pues estás jodido.
—¿Jodido por qué?
—Porque soy yo.
—Ya, ya sé que eres tú.
—Pero tú quieres a todas, tranquilo— bebí del café.
—A ninguna como tú.
—Ya— Mire a la arena del suelo— No te lo tomes a mal, yo también te quiero.
—¿De verdad? Si dijiste que no hace pocos días.
—Mentí, yo no olvido tan rápido Edgar. — dije mirando al mar.
Sacó un cigarrillo y lo prendió. Se tomó su tiempo hasta que volvió a hablar.
—¿Por qué te apartaste el otro día? —No dije nada—¿Si lo volviese hacer te apartarías?

—Seguramente. — contesté de forma fría.

Página 50.

Llegamos a la parte donde más aire hacía en la playa y me sentó en el suelo. Me puso la manta alrededor de la nuca y mis manos sujetaron un extremo con el otro. La verdad es que la idea de la manta al final no resultó tan estúpida. Estaba oscureciendo y el poco tiempo de luz que quedaba era el más preciado del día. Mire al frente.
—Ahora vuelvo, voy a compensarte por mancharte—Asentí. Volví la vista y miré el color anaranjado del agua y a las olas rompiendo en las rocas. Ese seguro que era mi sonido favorito.
Al cabo de cinco minutos Edgar volvió, se acercó a mí y me dio una café. Vamos, esto no podría ser mejor.

Abrí la manta y él se acurruco a mi lado. Espera, rectifique, si podría ser mejor. Saqué un cigarrillo y me lo encendí. Ahora sí que esto era como estar en el cielo. Una puesta de sol, el mar, la brisa, una manta, el sonido de las olas, café, un cigarrillo y el perfume de Edgar ¿Cómo se podría superar eso? Puede que Edgar estuviese cambiando de verdad.

Página 49.

—No— Grité. Le di golpes en la espalda pero era imposible, me había agarrado fuerte. Como si yo fuese un saco de patatas, este es tonto. —Bájame— repetí. Empezó a silbar haciendo como si no me escuchase, pero si que lo hacía, lo hubiese hecho desde la otra punta del pueblo. Me estaba dejando la voz. ¿A dónde me llevaba ahora? Solo veía su espalda moverse. —Edgar, para, me estoy mareando—mentí. Por fin me bajó, ya sabía dónde íbamos en esta calle solo había una salida que conducía a la playa.
—¿Estás bien?
—Sí. — Me reí y me puse a correr. Si creía que me iba a dejar coger otra vez por él estaba muy equivocado. —Os presento al listo que se lleva una manta de su abuela a la playa— fui gritando mientras bajaba la calle y me reía de él.
Se dispuso a perseguirme y yo a intentar que no me pillara. El pilla-pilla de toda la vida, pero esta vez era diferente. En el fondo yo sí que quería que me pillase.
Bajamos a la playa corriendo y fui dirección a las rocas. Tiró la manta al suelo y mierda, empezó a correr enserio. Me tiró en la arena y se tumbó encima de mí. Intenté coger aire.
—Que sepas que si tuviera aquí el stick de hockey te lo partiría en la cabeza— le dije mientras sonreía. Le empuje y le hice rodar sobre la arena—Mira como me has puesto pedazo de gilipollas— dije mientras intentaba recuperar el aliento.  Él se levantó como si no hubiese pasado nada y yo seguía medio muerta tirada en la arena.
Me volvió a coger pero esta vez no como si fuese una cosa, esta vez me cogió de la cintura y las piernas. Me llevo hasta la manta.
—Cógela. — Se agacho, estiré los brazos y me la puse encima.

—Se va a llenar de arena. — Estar tumbada teniendo su perfume a centímetros de mi nariz y sin tener que andar no estaba nada mal. 

Página 48.

—Sí, y va rápido cuando te ve.
¿Y el mío qué? Si pusiera su mano sobre mi pecho estaría llamando ya a una ambulancia de lo rápido que me iba cuando se encontraba cerca.
Aparté la mano y volví a lo mío. — ¿Cuántos porros te has fumado hoy Edgar? — Ni si quiera me contesto.
Cambió de rumbo y le seguí— ¿A dónde vas?
—A mi casa.
—Vamos, no me jodas ¿Quedo contigo para que luego te de el pronto y me dejes aquí sola?
—No, tú vienes conmigo.
Estaba confusa ¿Para qué? Nos pasamos el camino sin hablar hasta que encontré una buena pregunta que hacerle.
—Hemos quedado hoy, porque tu dijiste que querías hablar…
—Ajá…
— ¿Y bien?
—Hablaremos de eso, tranquila— Llegamos a su casa y me quede en su entrada mirando al suelo. Salió al cabo de un rato con una manta ancha y vieja.
—¿ A dónde vas con eso? —me reí.
—Calla— se rio. Me la puso en los brazos y me abrió la puerta. Salí y rechiste.
—¿Encima tengo que cargar con ella todo el camino?

Cerró la puerta— Está bien, tendré que cargar yo con las dos— me cogió de forma que lo único que podía ver era su espalda.

jueves, 27 de marzo de 2014

Página 47.

—Hola—me sonrió.
—Hoy quiero Camel —le devolví la sonrisa. Se giró y me dio el paquete.
—Pasando el viernes con el novio, ¿eh? — Me dieron ganas de arrancarle la cabeza, que rápido había cambiado mi estado de ánimo.
—No es mi novio. —Eso era obvio.
—Oh, perdón ¿Te has enfadado? —Se estaba empezando a preocupar y mire a Edgar que se estaba riendo.
—No. —Me dispuse a salir de la tienda pero Diego me llamó.
—Entonces… si él no es tu novio, tú me puedes dar tu número, ¿No?
—Sí—Sacó el móvil ¿Por qué quería ahora este que le diera mi número? Me lo pasó para que marcase. Puse mi número sin revisar.
—¿Cómo me guardo?
—Como tú quieras.
La inútil hubiese estado bien, no espera, la que da cincuenta oportunidades a un tío que la hizo daño porque es imbécil estaría mejor. Tecleé Nina por cortesía y le di el móvil.
—Gracias.
—No hay de qué. Nos vemos Diego—Puse el billete en la mesa y cogí el paquete de tabaco, miré a Edgar.
—¿Pasa algo?
—¿Por qué le das tu número? —Estaba enfadado y sabía perfectamente que podía pasar cuando se enfadaba.
—Me lo ha pedido…Edgar, tranquilízate ¿Vale? —Le conocía muy bien así que le senté en el suelo— Ni si quiera es un amigo.
—Tú y yo empezamos sin ser ni si quiera amigos.
—Tú y yo ni si quiera somos amigos—le corregí. Su estado de ánimo cambio de un momento a otro y empezó a reírse solo. Me levante del suelo y me puse a andar sin rumbo. Se levantó y me alcanzó.
—¿Qué tú y yo ni si quiera somos amigos?
—Exacto ¿Qué somos? — Le di tiempo para que lo pensase— Nada ¿Lo ves?
—Yo no siento así Nina— Me cogió del brazo y abrió la palma de mi mano la llevo hasta su pecho y la puso sobre su corazón. Latía, latía rápido.

—Al final va a resultar que sí que tienes corazón…—dije en voz baja.

Página 46.

Le colgué. No le iba a dejar entrar con mis hermanas y mi hermano a bajo y con las pintas que tengo. Ni si quiera eran las cinco y media. Se había adelantado. Tiré el móvil a la cama y me puse lo primero que vi. No podía estar pensándomelo. Fui al baño y me lave los dientes, me eche perfume, intente hacer algo con mi pelo, me pinte, me puse las zapatillas y metí en el bolso el paquete de tabaco en el que solo quedaba un cigarro, dinero y el móvil. Cogí la chaqueta y bajé las escaleras.
—Me voy ¿Vale? —Dije mientras daba un beso en la frente a Rebecca.
Abrí la puerta y ahí estaba esperando apoyado contra el marco de mi puerta, me asustó verle nada más salir.
Hacía mejor día de lo habitual por aquí así que él iba en manga corta ¿Pero tanto como para llevar manga corta?
—Hola—Me dio un beso en la mejilla. Se lo devolví y cerré por completo la puerta.
—¿ A dónde vamos?
—No sé, andamos y donde nos lleve— Era una idea casi tan estúpida como él pero me gustaba.

—Yo quiero ir a comprar tabaco — Se sacó el paquete de su bolsillo trasero y me ofreció uno. —No, gracias, me queda uno, de todas formas quiero otro paquete. — busque en mi bolso y saque el cigarro me lo encendí y empezamos a andar hacía la tienda de Tom mientras yo de vez en cuando contestaba algún que otro monosílabo a sus preguntas. Entre y estaba Diego. Me alegró verle.

Página 45.

—¿Qué vas a hacer al llegar a casa? — Me dijo Calpurnia ya de camino.
—Si te soy sincera no voy ni a comer, dormiré hasta las cinco o cinco y media.
—¿La pesadilla no te deja dormir?
—Exacto. Bueno mañana nos vemos.
—¿No quedas hoy con todas?
—No…He quedado con Edgar.
Me miró—Me estás vacilando.
—No.
—Bueno, bueno, ya me contarás.
—Claro.
Me fui a mi casa, puse la alarma y a cargar el móvil, por lo menos los nervios se me irían necesitaba dormir
                                                     *
Desperté a las cinco, me quedaba una hora entera para arreglarme. Desbloqueé el i-phone y fui directa al mensaje que me había enviado Edgar. “Oye, que voy a llegar antes, sobre las 5:30” ¿Pero por qué coño no me había despertado antes? Mierda, mierda. Bajé las escaleras de dos en dos y saludé rápido a todos, cogí toda la ropa que tenía limpia e intenté decidir. Esto es imposible. ¿Qué me pongo?
Me llamaron al móvil.
—¿Sí?
—Soy yo ¿Estás ya?
—No.
—¿Tardarás mucho?
—Si te soy sincera, sí.
—Joder.

Página 44.

Me senté y caí en la cuenta de lo que acababa de hacer. Había quedado con él. Nina mal, vas mal.
Carla se giró y me interrumpió en lo que estaba pensando.
—Tomad precauciones, eh.
—¿Cómo? ¿Pero qué dices Carla?
—Ya sabéis a lo que vais.
—No, ni si quiera le soporto—entro el profesor.
—¿Entonces porque quedas con él?
—Porque soy imbécil.       
—Bueno, como te vuelva a hacer daño te juro que le mato.
—Solo vamos a hablar, Carla.
—Ya, ya— Puso los dedos como si fuera una pistola y apunto a la mesa de Edgar, ahora vacía.
Estuve en clase pendiente del móvil pero nada. Ningún mensaje. Ni uno. El día pasó lento ya que no hice otra cosa que esperar un mensaje que no llegaba. Mírate Nina tú ánimo depende de un simple mensaje suyo. Eres penosa.

Cuando volví en tren con todas llegó—“ Paso a recogerte a las 6.00” — No le contesté. A esa hora estaría preparada y ya. Hablamos sobre la fiesta y sobre lo que íbamos a hacer el domingo cuando tuviésemos la resaca. Ni siquiera las escuchaba, siempre iba pensando en lo mío. 

miércoles, 26 de marzo de 2014

Capítulo cinco. Cigarrillos, café y Edgar. Página 43.

Cigarrillos, café y Edgar.
A lo largo de toda la semana no hubo muchos cambios, todas las mañanas iba al instituto y todas las tardes variaba entre jugar al hockey, al voleibol o tocar el piano. Llevaba ya tres días sin ver a Edgar por clase y sin saber nada de él, hasta el viernes. Entre con la misma cara de sueño que había entrado durante toda la semana pero todo cambio cuando vi a Edgar sentado. Me costó seguir la clase sabiendo que le tenía delante, intenté distraerme pero mis intentos fueron nulos. Durante toda la clase él no se giró, no me miró, y mucho menos me habló.
Sonó el timbre y el profesor salió de la clase.
Edgar se levantó y se acercó a mí me mesa. Empecé a recoger las cosas, ni si quiera sabía que decirle después de lo que había pasado el otro día.
—Hola.—Puso las manos sobre la mesa, las mire y levante un poco más la cabeza y ahí estaba con su sonrisa vertical.
—Hola.—Hoy llevaba puesto un gorro y solo se le veía algo del principio del pelo que llevaba siempre alborotado.
—Quiero hablar.
—Pues habla.
—¿Aquí? Preferiría que esto lo hablásemos a solas ¿Quedamos hoy?
—Emm…— sonó el timbre—Vale— Me precipité.

—Me tengo que ir no me voy a quedar otra hora más, ahora te hablo ¿Tienes el móvil? —asentí— Bien— sonrió y se fue.

Página 42.

—Entonces…¿Ya no eres virgen? —Negó, resultaba incómodo— ¿Y la has perdido con ella…?— Asintió. Tomé la información para procesarla—¿Hace cuánto tiempo?
—Dos semanas.
—¿Crees que fue la… adecuada?
—Si no, no lo hubiese hecho con ninguna otra y mucho menos otro.
La sonreí, estaba contenta de que estuviera feliz por ello —¿Y cómo es ella? — Cambié de tema.
—O, es genial, simpática y muy atenta siempre me ayuda mucho, además es muy mona.
—Entonces bien, ¿No?
—Genial— sonrió.
—Me alegro mucho por ti. No te tienes que avergonzar por ello. — Ya venían de camino las demás.
—Ya lo sé. — empezaron a sentarse todas.
—Me la tienes que presentar.
—¿Presentar a quién? — se metió Paula.
Pensé en una excusa mientras cogía mi bebida—Abigail dice que conoce a una que toca el piano mejor que yo.
—Nina se pica. —Se rio.
Tenía a un lado a Carla y al otro a Bianca de modo que tenía a Abigail de frente y al lado de Abigail a Calpurnia.
Carla, Bianca y yo nos tiramos jodiéndonos mutuamente toda la noche, todo lo que pillábamos nos lo tirábamos unas a las otras.

Llegué a casa tarde y me fui directa a la cama, no tenía ganas de nada.

Página 41.

—Me gustan las chicas— Me dijo. La mire a los ojos, los tenía cristalinos,  tenía más ojeras de las que solía tener siempre.
—Y… ¿Cuál es el problema? — Pregunte sinceramente. Yo no veía problema a su orientación sexual.
—¿Qué cuál es el problema? —Repitió estresada— que me gusta más una chica que un chico, ese es el problema.
—Yo lo veo normal Abigail y ya sabes que te apoyo, ¿Se lo vas a contar a ellas?
—Sí, se lo contaré pero no sé cuando. No digas nada a nadie, por favor.
—Tranquila, no es un delito. Todo el mundo se ha sentido atraído alguna vez por alguien del mismo sexo.
—Ya Nina, joder pero lo mío no ha sido solo atracción.
—¿La has besado…?
—Y mucho más…
—No, espera ¿Enserio? — empecé a pensar en cosas más serias.
—Sí, de verdad.
—¿Hasta el final?
—Hasta el final.
—Vaya…— Entramos en el McDonald's, ni si quiera tenía hambre, solo sed. Abigail y yo nos apartamos un poco de a fila mientras las demás discutían y gritaban sobre que pedir y donde sentarnos. Era lunes por lo que estaba casi vacío.
—Espera— dije mirando a Abigail. Fui a buscar a Carla —Pídeme un nestea Abigail y yo vamos a buscar sitio.
—Eres una vaga…— La corté dándola un beso en la mejilla y poniéndola el dinero en la mano
—Eres la mejor, te quiero, te quiero, te quiero. — Se rio y salí.

—Vamos— Abigail y yo nos sentamos frente a frente en una mesa grande, tendríamos tiempo para hablar hasta que las demás viniesen. 

Página 40.

Llegue al gimnasio y entre en los vestuarios de chicas me desvestí y me puse la ropa que tenía en la mochila rápido, en lo que tardaba en ponerme era en todo lo demás, no había nadie así que subí a las pistas.
Vi a Sara y a Abigail sentadas en los bancos Kim, Bianca y Carla estaban jugando en la pista.
Me senté al lado de Sara en el banco.
—¿Dónde están las demás?
—Cristina y Geral llegan igual de tarde que siempre y Laura y Lois están buscando un stick, se han puesto a hacer el tonto y han roto uno.
—Típico, oye ayúdadme a ponerme todo esto. — Empezaron a amarrarme todas las cuerdas, Sara me puso el casco en la cabeza.
—Así estás más guapa,Nina— dijo Sara riéndose. Me limite a sonreír.
Llegaron las demás y el entrenador nos mandó a entrenar, yo solía ser la portera, se me daba bien. El tiempo jugando se iba volando.          
                                                       *
Nos cambiamos y salimos todas a encontrarnos con Calpurnia, Daira, Angie, Eva y Paula como habíamos acordado. Ya estábamos las catorce, las de siempre.

A Abigail se la notaba mal, soy muy observadora, yo solía darme cuenta de todo. Me acerque a ella y espere a que me dijera algo, la aparté del grupo y deje que ellas anduvieran un poco más para delante era noche cerrada y sabía bien que no nos convenía apartarnos mucho del grupo pero la ocasión lo pedía.

martes, 25 de marzo de 2014

Página 39.

Bueno Nina, hemos subido aquí para aclararnos…primero repasaré  lo que ha pasado en menos de tres días, estuve en el acantilado, ayer le volví a hablar como una estúpida y hoy casi le beso. —Suspiré— ¿Conclusión? Ninguna, ni una. Esto no tiene lógica. —Me encendí un cigarrillo— Bien, ahora era inevitable, le volvía a necesitar, le volvía a querer, estas jodida, eh Nina. —Me repetí aunque estuviese hablando conmigo misma— Tenía dos opciones: Una; hacerme la fría como hasta ahora. Dos; volver a arriesgarme a que me hiciera daño. La última vez que me fui me dolió irme, pero más me había dolido quedarme todo ese tiempo. Cuando lo dejamos le prometí no volverle a hablar, y eso por ahora, ya lo había incumplido. Me anulaba, por más empeño que pusiese en olvidarle más le recordaba ¿Me estoy volviendo loca? — Di otra calada— ¿Cómo olvidar algo que es literalmente una parte de ti? Intentar olvidarle es como intentar olvidar que tengo dedos. No puedo, los veo y los uso todo el día, aparte de estúpido, es imposible. Y eso me dolía en el alma, yo siempre he pensado que el alma está entre el pecho y la garganta porque es ahí donde sientes realmente que no puedes respirar. Algún día me va a dar un infarto—concluí.
Volver a sentir su aliento en mi nuca, sus labios en mi piel, sus manos en mi abdomen, su mirada en mi mirada y su olor en lo más profundo de mi, eso no me ayudaba nada a superarlo. Esto de enamorarse es para valientes, es cómo si suplicaras de rodillas que te pusieran en medio de un tiroteo. No queremos enamorarnos, pero a veces es algo inevitable. —El pelo me fue a la cara gracias al viento, lo aparté de mi cara y lo coloqué detrás de la oreja, miré la hora se me había pasado rápido ya eran las 7:30 me permití quedarme un poco más— ¿Cómo será eso de no tener nauseas al verle? —Me incorporé— ¿Cómo será eso de llorar y que tu madre venga a consolarte? No, ella nunca estuvo ahí para mí. Necesito límites mentales, no me puedo destruir a mi misma cuando me venga en gana, me tengo miedo— Me levanté y cogí una piedra. Alcé el brazo y la tiré al acantilado— me gustaba ver como caía—Grité, necesitaba una forma de desahogarme—. Y aquí estoy yo, en medio del mundo, sin ningún sentido de existencia, dime Nina ¿Qué has conseguido a lo largo de toda tú vida? ¿Decepcionar tanto a tu madre como para que te abandonara? No has conseguido una jodida mierda.
No me estaba poniendo triste ni mucho menos, me estaba enfadando y conmigo misma. Eso era lo jodido, que hasta estando sola estaba mal acompañada. —Cogí más piedras y las tiré lo más lejos que pude— Tienes que tranquilizarte, ponerte así no te va a llevar a ninguna parte. — Saqué los cascos y me puse la canción Shelter de Birdy— eso me relajaría un poco, era una de mis canciones favoritas.

Me volví a echar la mochila al hombro y me dispuse a hacer el camino sin llorar hasta la parada del autobús.

Página 38.

Mientras andaba mire al cielo, estaba nublado y alguna que otra gaviota volaba en busca de alimentarse ¿Qué se sentirá al ser un pájaro? ¿Cómo será eso de poder volar si algo no te gusta?¿Por qué se quedaban los pájaros siempre en la misma rama del árbol pudiendo viajar a dónde quisieran? Era estúpido, si yo tuviera su oportunidad. Rectifique, la tengo, tengo la posibilidad de poder ir a donde quiera, pero me quedo aquí, quieta esperando que algo que sé que no va a ocurrir, ocurra. Está en mis manos cambiar las cartas. Deje de mirar al cielo y mire al oleaje ¿Cómo sería eso de morir porque literalmente no puedes salir del agua? ¿Cómo sería la sensación de romperte todos y cada uno de tus huesos contra una roca? Tenía casualidad.
Llegué al punto límite de la playa en el que tenía que decidir si darme la vuelta o subir las escaleras y desviarme por el camino de grava. Estaba claro cuál elegí. Me senté en uno de los escalones y me volví a poner las zapatillas. El escalón era de madera, estaba desgastada y la cubría una fina capa de arena, seguro que la había arrastrado poco a poco la brisa. El camino estaba repleto de vegetación costera pero era lo suficientemente ancho como para que pudiese pasar un choche por él.
Pegué una patada a una piedra pequeña y me encargué de no pensar en Edgar hasta no llegar a mi sitio acordado.

La valla no me supuso ningún problema ya que tenía me memorizado la parte más fácil por donde saltar. Salté la valla y el camino se hizo mucho más estrecho, tal vez podría pasar por ahí un skate como mucho. Me gustaba terriblemente subir al acantilado. Abrí un poco los brazos y toqué con la palma de mis manos la hierba medio seca mientras andaba. Me acerqué al extremo y respire hondo, me atreví a abrir los ojos y a romper esa milésima de paz que había tenido. Tiré la mochila, me tumbe, y mire al cielo. 

Página 37.

Llegué a casa comí un trozo de tiramisú y subí a mi habitación. Miré por la ventana, iba a llover de fijo me cambié la chaqueta vaquera por una de algodón que abrigaba más, metí en la mochila los patines para entrenar después, la camiseta y el pantalón reglamentario. Abrí la cremallera y metí el i-phone y el i-pod, me eche la mochila al hombro, baje las escaleras y fui directa a la habitación de mis hermanas.
—¿Se ha ido Ercole?
—Sí.
—Bueno, me tengo que ir, os dejo con Ulisse, podéis merendar chocolate, ¿Sí? Y haced los deberes. — Sonaba irónico, porque yo no los iba a hacer, pero no quería que mis hermanas terminasen como yo.
Las di un beso a cada una en la frente y fui a la habitación de Ulisse. Estaba con los cascos puestos, me agaché cogí su zapato y se lo intenté tirar a la cabeza. No tengo puntería. He vuelto a fallar. Se giró y se quitó los cascos.
—Imbécil, me voy— Fui a su cama me subí encima de sus piernas y le abracé.
—Ojalá te pille un coche por el camino— me devolvió el abrazo, y el ataque.
—Asqueroso. — Le toqué el pelo. —Jódete. Bueno, me voy. Le dejé la puerta abierta, sabía lo que le molestaba que lo hiciesen.

Decidí coger el camino de la playa, era mi camino favorito para ir al acantilado. El único inconveniente es que tendría que saltar una vaya con un cartelito de “Prohibido el paso.” Me quité las converse y empecé a andar no me importaba andar sola, es más me gustaba y sobretodo en la playa, sentir la arena, el agua fría en mis pies, la espuma que dejaba a su paso cada ola, me relajaba, era agradable, eso sí, me sacaba de quicio ver parejas agarradas de la mano paseando por la playa, que se guardaran su amor y sus cuentos de hadas, que yo estaba muy bien sola. 

Página 36.

—Hola— sonrió. Le olía el aliento a tabaco de menta, seguro que de cachimba. Me encantaba ese olor.
—¿Y Tom...?
—Le han pasado algunas cosas…Soy Diego.
—Bueno, dame un paquete de malboro.
Se giró lo cogió y lo puso sobre la mesa, se me cayó todo el dinero al suelo. Ahí estaban mis rasgos de patosa, como no, bajé al suelo a recoger las monedas y el poco orgullo que me quedaba. Se agachó a ayudarme.
—Gracias, suspiré y le di el dinero. — Tenía unas manos bastante grandes, seguro que tocaría el piano genial.
— ¿Cómo te llamas? Nunca te había visto por aquí.
—Nina.
— ¿Del instituto del centro? — Parecía interesado cosa que no entendía.
—Sí— me guarde el paquete de tabaco— Gracias— intenté sacar lo más parecido a una sonrisa. Tuve que concentrarme para no caerme al salir.
Volví a la playa y me senté, encendí el cigarro. Que chico más majo. Me dio el aire en la cara y aspire profundo. Me desconcentré cuando sonó el móvil.
—¿Diga?
—Peque, ¿Dónde estás? — Era Ercole.
—Aquí, al lado.
—Ya es tarde.
Miré la hora las 4:30 ¿Pero cómo se me había ido el tiempo tan rápido?

—Sí, sí, ahora voy para allá— Colgué y di una calada intensa, tiré el cigarrillo al suelo y lo pisé. Fui a casa a paso rápido, tenía que comer y hacer algunas cosas.

lunes, 24 de marzo de 2014

Página 35.

Sonrió y fue a su habitación. No tenía nada que hacer así que decidí salir a darme un paseo, sola, me puse la chaqueta vaquera azul clarita, me metí el i-pod en el bolsillo junto con el i-phone y los cascos. Abrí la puerta.
— ¿A dónde vas? —Me gritó desde su habitación.
—Ahora vuelvo, voy a comprar cigarrillos— Salí a darme un paseo cosa que me ayudaría a distraerme un poco y no pensar. Empecé a andar sin rumbo alguno. Antes de que me diese cuenta ya había vuelto a empezar a hablarme a mí misma de él. Estuve, estoy, y estaré hasta la trancas por él. Había intentado olvidarle con otros, me había acercado a sentir algo, pero nada comparado con lo que sentía con él, me pase y me pasaré toda la vida buscando a alguien que me haga sentir mínimamente como él. Pero no hay ninguno cómo el, solo hay un él. Me hizo deprimirme. Yo tengo la mala costumbre de cuando me deprimo poner canciones aún más deprimentes, para hundirme y deprimirme aún más. Cambié la canción a I’ll never forget you de Birdy. Así, sí, así me deprimiría el doble.

Acabé en playa con la brisa despeinándome y haciendo que el pelo me fuera en dirección a la cara. Me gustaba sentarme a tomar el sol, a sentir la brisa marina rozando mi cara, pero mejor si era con un cigarrillo. Fui hacía la tienda. Me extrañó, no estaba Tom. Estaba un chico de ojos verdes oscuros, labios finos y pelo moreno. Dios, era guapísimo. Ya podrían dejar a este trabajando y no a Tom, me reí sola y me miro algo raro. 

Página 34.

Nos despedimos con un beso en la mejilla, bajé las escaleras saqué el i-phone, las 3:30 abrí whatsapp, por si me hubiese mandado otro mensaje. Caí en la cuenta de que no le había contestado. Tecleé rápido. Borré lo poco que había escrito. Si me hubiese querido hablar ya hubiese mandado otro mensaje, ¿No? Ni si quiera sabía que contestar. Busqué las llaves en la cremallera pequeña de la mochila. Abrí la cerradura. No había nadie en casa, Agata estaría trabajando, Ercole recogiendo a mis hermanas para volverse a ir a trabajar y Ercole de camino,  bien. Subí y dejé las cosas en mi habitación. Bajé y puse la mesa, eso siempre me hacía pensar. ¿Qué había pasado hoy? Ahora todo era mucho más difícil, a las 5:30 saldré para ir al acantilado. No aguanto encerrada.
Me hice un horario en la cabeza para hacer tiempo. Hasta las 8:00 no iría a entrenar y hasta las 10:00 por lo menos no llegaríamos al McDonald’s, por lo menos de 8:00 a 11:30 o por ahí me mantendría a raya de mis cosas. ¿Mañana le volvería a ver? Me prohibí pensar en eso. Entré en twitter, espacio para escribir lo que quisiera sin ser juzgada, eso era exactamente lo que necesitaba.
Alguien abrió la puerta. Vi el pelo moreno, era Ulisse, era el único de todos que tenía el pelo tan negro, pero le iban genial con los ojos grises que tenía a conjunto. Me miró.

—¡Hermanitaaaaa! — Entró en el salón y me revolvió el pelo para hacerme de rabiar. Hice un intento para darle algún manotazo en cualquier lado. Si era en la cara 50 puntos. Pero fallé. Mierda.

—Te odio que lo sepas— le grité bien alto.

Página 33.

Todos los del tren nos estaban mirando, normal no es que fuésemos. Llegó mi parada y bajamos Calpurnia y yo.

—Hablamos por whatsapp— dijo Calpurnia desde lo bajo del arcén a todas.
—Eso, eso— añadí.
Calpurnia y yo empezamos a subir las escaleras de la boca del tren, estaba atestada, era hora punta.
—Y… ¿Qué ha pasado está mañana con Edgar? — dijo intentando sacar un tema de conversación.
Calpurnia era guapa, muy guapa, siempre vestía con algo de encaje blanco que le pegaban con sus ojos, eran azules, azules gélidos, tenía el pelo rubio y muy largo, precioso, la llegaba por debajo de la cintura. Cualquiera la envidiaría.
—Se empeñó en esperarme.
—¿Y…?
—Bueno, sólo hablamos eso. —mentí. —Ahora está raro además me sacó de un lio, pero me ha metido en otro, dijo que mi tía estaba en el hospital ¿Cómo pudo decir eso? Aquí todo el mundo se entera de todo.
Cruzamos la calle, quedaban dos calles a la izquierda, una bajada de escaleras, un pasillo y estaría dentro. Vivía delante de una especie de puerto que estaba rodeado por casas, estaba enamorada de las vistas desde mi ventana. Veía el puerto, el mar a lo lejos y la plaza. Los mejores amaneceres eran en mi balcón cuando hacía tanto frío que a la barandilla la cubría una fina capa de hielo. Me gustaba tocar metales fríos, al final acababan quemándome. Un café, un cigarro, la madrugada y sentir el frío, eso era vida.
Me metí demasiado en mis pensamientos y no me di cuenta de que Calpurnia me estaba hablando.
—¿Qué? — Aún estaba algo aturdida.
—¿Tía? Siempre estás pensando en tus cosas y no te enteras de nada.
Lo admití, pues era así. —Bueno, repíteme.
—Que te llamo para ver cuándo vamos por la noche
— ¿Vas a venir a vernos entrenar?
—¿A qué hora es?
—Tenemos que estar allí sobre las 8:00, seguro que terminamos a las 9:30.
—¿Qué harás hasta las ocho?
—Deberes— Mentí. Irme al acantilado, tenía que reflexionar sobre lo que había pasado. Llegué a mi calle. —Bueno, nos vemos a las ocho, ¿no?
—Sí ¿Quiénes entrenáis?
—Cristina, Angie, Laura, Carla, Bianca y Kim, Geral, Sara, Lois y Abigail.

—Bien, bien ¿Hablamos?

Página 32.

Llegó el recreo y fuimos a donde siempre, nos sentamos todas en una mesa de la cafetería.

— ¿Vais a ir a la fiesta de Gi? —sacó tema Angie.
—Sí todo el mundo irá. —Dijo Bianca mientras se tocaba el pelo.
— ¿Dónde vamos a quedar? La fiesta es cerca de la playa.
— ¿Quedamos antes por la tarde? —intervino Carla,
— ¿Si, no?
— ¿A qué hora empieza? —Dije.
—A las once.
—¿Quedamos a las 7:30 dónde siempre? — Dio idea Calpurnia.
Asentimos todas.
El día no se pasó rápido, en las siguientes tres horas no hice más que pensar. Hoy me tocaba tarde de subirme al acantilado a hacerme terapia. Esto no podía ser, venía, desordenaba todo lo poco que tenía ordenado de mi cabeza y se iba. No sabéis lo que es estar en un sitio encerrada pensando tres horas en lo mismo, cuando acabo la última clase tenía hasta nauseas. Todas volvíamos a casa juntas, más o menos, vivíamos por la misma zona. Sacaron el tema de quedar esta tarde para ir comprando la ropa para la fiesta. Yo hoy no podía ir ya tenía una cita pendiente con mi amado acantilado. ¿Por qué no podía ir a una fiesta con mis tejanos desgastados y ya está?
— ¿A qué hora vamos? ¿Quién va? —Daira insistió.
—¿Y por qué no vamos mañana? Hoy es lunes y no hay ganas de nada, y hay que coger el autobús para ir al centro, además algunas tenemos hockey y salimos tarde ¿Quedamos para ir a cenar hoy al McDonald's  y ya está?

—Ooo, Nina ha tenido por fin una buena idea— aplaudieron y se limpiaron las lágrimas en plan coña. Saqué los dedos haciendo el signo de la paz sintiéndome orgullosa.

domingo, 23 de marzo de 2014

Página 31.

—Pero no era como tú. — Esta vez no estaba drogado, tenía los ojos más oscuros de lo normal y me miraba intensamente.
—Ya— Me di la vuelta.
—Escúchame, nunca volví a encontrar a otra como tú— Sentí su aliento en la nuca. Lentamente paso sus brazos por mi abdomen y se acercó poco a poco a darme un beso en la mejilla.

—Mira, no puedo. —Aproveché para salir del baño. —Tengo que irme a clase. —Me dirigí por el pasillo y entré en clase casi llorando. Me senté. Me quedaban cinco largas horas de clase. Esto era así como un infierno. Las siguientes horas se me hicieron eternas. Pensé en por qué de un día para otro se comportaba así, si meses atrás me tiró, me pisó y me destrozó. Me tire las horas de clase mirando a un punto fijo. Comiéndome la cabeza. Ni si quiera sabía que pensar para mantener alejada de él.
                                                         * 

Página 30.

Sonó el timbre, y antes de que me diera cuenta él ya estaba saliendo por la puerta, me guardé el móvil en el bolsillo, recogí todo el poco valor que me quedaba, me eche la mochila al hombro y salí corriendo tras él, fui al pasillo, y grité
—Edgar, espera. — ¿Pero qué coño estás haciendo Nina? Déjale, se querrá ir con sus amigos. — Gracias— proseguí. Se giró y le seguí.
— ¿Por qué?
—Por lo de antes, ya sabes.
—No hay de qué, oye ¿Por qué te pasas el día corriendo? Tómate un respiro.
—Si bueno, ya. — Me giré y entre al baño de chicas, no esperaba que me fuese a seguir. — Si te pillan aquí te van a liar una buena, además si quieres irte sal antes de que vuelvan a cerrar las puertas.
—Como te lo sabes, eh. — dijo en tono de burla.
—Aprendí del mejor pellero de todos. — Le miré, sabía que me refería a él. Me agache a beber agua. Sonó el timbre que indicaba que ya empezaba la siguiente clase. —Vamos.
Se posó en la puerta y no me dejo irme.
—¿Qué nos pasó?

Trague saliva, sabía que esta conversación iba a llegar algún día, pensé en ella mil veces, tenía pensado plantarle cara, tenía todas y cada una de las frases en la cabeza pero no me salía ni una palabra. Miré al suelo. Poco a poco fueron saliendo las palabras. —Bueno, tú, tú encontraste a otra…— Me costaba decir esto en voz alta.