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miércoles, 19 de marzo de 2014

Página 10.

[...]pero cuando llegabas a lo alto, estaba todo vallado, cómo en las cárceles, sólo que por lo menos eso de altura tendría unos 5 metros, empecé a sollozar, seguí la valla intentando encontrar una salida, un agujero por donde poder escaparme, pero nada. Bajé decidida la cuesta, si no estaba allí la salida, tendría que estar en la otra parte. La calle era cerrada, había muros de cemento en ella, era como un pasillo ancho, no me fijé en los detalles, salí corriendo hacia la otra dirección, nada la misma vaya, el mismo problema. Me tiré al suelo, y me toqué la cabeza ¿Qué coño estaba pasando? El parking, tendría que tener salida, fui lo más rápido que pude hacía la entrada pero estaba cerrada, de pronto escuché la voz de una chica. Estaba de espaldas, tenía el pelo tan negro como el carbón y una voz tan dulce como la de una niña pequeña. Vino una brisa y me llego el olor hasta mi nariz, lo reconocí, el pelo la olía exactamente como huele Agata, y parte del otro olor era cómo olía mi abuelo. Me extrañé.
— Hola ¿Me podría decir cómo salir de aquí?
Siguió hablando.
¿Hola?
Fui hacía ella, pero al intentar tocarla siguió caminando.
— Escúchame.— dije llorando. No se inmutó —Por favor— La grité. Nada. Tal vez debía escuchar primero lo que decía ella para que ella me escuchase a mí. Hablaba en italiano, rápido. Hice todas mis fuerzas para poder escuchar y entendí:
            “Como quien deja un rastro de cenizas a su paso
             y luego culpa al infierno
            de haberla negando las quemaduras
           e  insulta al pasado por desvanecerse,
           insensible como una cicatriz
          o como el invierno
         a menos tantos grados de ti
         que uso el humo de los cigarros 
        para disimular el vaho de que no estés aquí
        al alcance de mi boca,
       a un beso de distancia
       a un buenos días de algo así 
      como la felicidad. “
Lo reconocí al instante era una cita de un  invierno sin sol de Escandar Algeet, corrí a por ella, necesitaba llegar, preguntarla por la salida, que me contestase. Pero en ese momento giró la calle, corrí más rápido,pero nada, no había nadie, como si hubiese sido irreal. No estaba loca, la vi, lo olí, la escuché. Me senté en el suelo, empecé a jugar con el mechero y me puse la llama pierna, me quemé.
                                                          *

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