Cerré la
puerta y subí a mi habitación. Entré en twitter, por lo visto en twitter la
gente si me comprendía. Twitté 8 o 10 tweets y me acordé de que tenía que llamar
a Carla. Joder, la prometí hacerlo nada más llegar. Cogí el i-phone, cinco mensajes
de Carla, ni los leí, la llamé directamente.
—¿Carla?
Perdón se me pasó.
—Siempre se
te pasa todo. —La noté
enfada.
—No, dios.
Tuve que hacer algunas cosas.
—Ya.
Atajé e
intenté cambiar de tema para que se la pasase —Bueno… ¿qué querías saber?
—Todo lo que
ha dicho Edgar. —Volvía a estar como siempre. Sonreí.
—Bueno, dijo
que le gustaban mis piernas y mis ojos…
—Ajá…
—Y luego la
cagué.
—Esperaba
que dijeras eso, ¿Pero tan pronto?
—Ya lo sé,
típico en mí.
—¿Qué
hiciste está vez?
—Bueno…
primero le llamé gilipollas, después le dije que no le quería y que no tenía
ganas de verle, y mientras me hablaba me di la vuelta y casi me pongo a llorar
y.
—Vale, eso
es demasiado hasta para ti, ¿Pero cómo pudiste hacer eso?
—Ya me
conoces. —solté una risa nerviosa
—Sí —me devolvió la risa.— ¿Entonces vienes hoy?
—¿A dónde?
—Hemos
quedado donde siempre, ya sabes. Habrá porros.
—Iré.
—Es decirte
que hay porros ibas, eh. A las seis donde siempre.
Me reí
efusivamente —Allí estaré.
—Te quiero.
—Y yo a ti.
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