Nos
despedimos con un beso en la mejilla, bajé las escaleras saqué el i-phone, las
3:30 abrí whatsapp, por si me hubiese mandado otro mensaje. Caí en la cuenta de
que no le había contestado. Tecleé rápido. Borré lo poco que había escrito. Si
me hubiese querido hablar ya hubiese mandado otro mensaje, ¿No? Ni si quiera
sabía que contestar. Busqué las llaves en la cremallera pequeña de la mochila.
Abrí la cerradura. No había nadie en casa, Agata estaría trabajando, Ercole
recogiendo a mis hermanas para volverse a ir a trabajar y Ercole de camino, bien. Subí y dejé las cosas en mi habitación.
Bajé y puse la mesa, eso siempre me hacía pensar. ¿Qué había pasado hoy? Ahora
todo era mucho más difícil, a las 5:30 saldré para ir al acantilado. No aguanto
encerrada.
Me hice un
horario en la cabeza para hacer tiempo. Hasta las 8:00 no iría a entrenar y
hasta las 10:00 por lo menos no llegaríamos al McDonald’s, por lo menos de 8:00
a 11:30 o por ahí me mantendría a raya de mis cosas. ¿Mañana le volvería a ver?
Me prohibí pensar en eso. Entré en twitter, espacio para escribir lo que
quisiera sin ser juzgada, eso era exactamente lo que necesitaba.
Alguien
abrió la puerta. Vi el pelo moreno, era Ulisse, era el único de todos que tenía
el pelo tan negro, pero le iban genial con los ojos grises que tenía a
conjunto. Me miró.
—¡Hermanitaaaaa!
— Entró en el salón y me
revolvió el pelo para hacerme de rabiar. Hice un intento para darle algún
manotazo en cualquier lado. Si era en la cara 50 puntos. Pero fallé. Mierda.
—Te odio que
lo sepas— le grité bien alto.
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