Me quejo de
Agata pero sé que lo hace lo mejor que puede, nuestros padres nos abandonaron
cuando Cleo y Rebecca nacieron, sonaba triste, pero era cierto, no me iba a
deprimir una y otra vez por lo mismo, en realidad para mí es como si nunca
hubiera tenido padres, mi madre es Agata, punto. Bueno, no formábamos una
familia tan rara, éramos…fuertes, si fuertes es la palabra. Si os digo la
verdad, envidio a Cleo y Rebecca tan solo con cuatro años y ya han superado
todo eso, eran tan inocentes que me daba rabia que las hubiera pasado tal cosa.
Bueno, después iba Ulisse, ¿Sabéis ese tipo de hermano que es insoportable pero
que le necesitas como respirar? Ese era mi hermano, nos odiábamos el 99’9% de
las veces, pero en ese simple 00’1% nos queríamos, por remoto que suene, por
eso nunca pierdo la esperanza, puede que esa misma décima me pudiese algún día
hacer feliz. Bueno, después iba Agata, ella era la que hacía todo bien, la
buena de la familia, la que me superaba en cada cosa que yo hiciese, pero era
mi hermana, y no la cambiaría por nada en el mundo. Y por último estaba Ercole.
Sin Ercole esto nunca hubiese tenido pinta de “familia” , él nos hizo resistir
cuando todo estaba perdido.
Sin darme
cuenta me quedaba una canción para llegar a mi casa (3:30 min. aprox.) Estaba
entrando en la ciudad de siempre, me deprimía saber que ese era mi destino,
vivir aquí yo quería conocer mundo, ir a California estaría bien, por ejemplo.
¿Cómo sería eso de tener buena temperatura casi todo el año? Aquí no más que
hacía frío y llovía y volvía a hacer frío y volvía a llover. Me gustaba el frío, no me subestiméis, yo
misma soy fría, pero tengo curiosidad por lo nuevo.
Estaba
pensando en eso mientras esperaba en la misma tienda de siempre para comprar
cigarrillos. Salió el dependiente.
—Oh, Nina
¿Otra vez? Tú hermana me ha prohibido venderte más de un paquete de tabaco al
día.
—Venga Tom,
será nuestro secreto, por favor, ya sabes que no puedo aguantar una noche sin
fumar.
Saqué mi
sonrisa estrella, con esa siempre me hacían caso.
—Por favor… —repetí.
—Está bien,
pero sólo uno.
—¡Gracias! —se fue a la parte de atrás de la tienda — será gilipollas— murmuré.
—¿Decías?
—dijo sonriendo.
—No nada,
toma. Quédate la vuelta, te lo mereces. Adiós Tom ya nos vemos.
Salí de la
tienda enfadada ¿Ya ni si quiera me dejaban fumar más de un paquete al día?
Pensaba echárselo en cara nada más llegar a casa. Ya era mayorcita para fumar
todo lo que quisiese.
No hay comentarios:
Publicar un comentario