Llegamos a la parte donde más aire hacía en la playa y me
sentó en el suelo. Me puso la manta alrededor de la nuca y mis manos sujetaron
un extremo con el otro. La verdad es que la idea de la manta al final no
resultó tan estúpida. Estaba oscureciendo y el poco tiempo de luz que quedaba
era el más preciado del día. Mire al frente.
—Ahora vuelvo, voy a compensarte por mancharte—Asentí. Volví
la vista y miré el color anaranjado del agua y a las olas rompiendo en las
rocas. Ese seguro que era mi sonido favorito.
Al cabo de cinco minutos Edgar volvió, se acercó a mí y me
dio una café. Vamos, esto no podría ser mejor.
Abrí la manta y él se acurruco a mi lado. Espera, rectifique,
si podría ser mejor. Saqué un cigarrillo y me lo encendí. Ahora sí que esto era
como estar en el cielo. Una puesta de sol, el mar, la brisa, una manta, el sonido
de las olas, café, un cigarrillo y el perfume de Edgar ¿Cómo se podría superar
eso? Puede que Edgar estuviese cambiando de verdad.
Puedo definir tu blog en una palabra : perfecto. Sigue así , me encanta!!
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