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viernes, 28 de marzo de 2014

Página 50.

Llegamos a la parte donde más aire hacía en la playa y me sentó en el suelo. Me puso la manta alrededor de la nuca y mis manos sujetaron un extremo con el otro. La verdad es que la idea de la manta al final no resultó tan estúpida. Estaba oscureciendo y el poco tiempo de luz que quedaba era el más preciado del día. Mire al frente.
—Ahora vuelvo, voy a compensarte por mancharte—Asentí. Volví la vista y miré el color anaranjado del agua y a las olas rompiendo en las rocas. Ese seguro que era mi sonido favorito.
Al cabo de cinco minutos Edgar volvió, se acercó a mí y me dio una café. Vamos, esto no podría ser mejor.

Abrí la manta y él se acurruco a mi lado. Espera, rectifique, si podría ser mejor. Saqué un cigarrillo y me lo encendí. Ahora sí que esto era como estar en el cielo. Una puesta de sol, el mar, la brisa, una manta, el sonido de las olas, café, un cigarrillo y el perfume de Edgar ¿Cómo se podría superar eso? Puede que Edgar estuviese cambiando de verdad.

1 comentario:

  1. Puedo definir tu blog en una palabra : perfecto. Sigue así , me encanta!!

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