Sacó
uno y me lo ofreció—Haz como si estuvieses haciendo algo productivo.
—Vale—la
sonreí. Tenía ganas de ver a todas pero ninguna de ellas estaba en clase—¿Y las
demás?
—Estarán
después en la salida, se han ido, yo me iba a ir pero sabía que ibas a venir a
esta hora y me he quedado esperándote.
—Te
quiero, lo sabes, ¿No? — le dije
en forma de gracias.
Sonrió—La
verdad es que no me apetece nada quedarme en clase una hora más-
—Pues
vámonos—la devolví el cuaderno, esperé a que recogiera las cosas y nos fuimos
del aula. Bajé las escaleras y eché la vista hacía el pasillo que daba al
despacho del directo, pero nada, estaba vacío, seguro que Edgar ya se había
ido.
Salimos
y nos dirigimos a la parte de atrás del reciento, nos saltamos la valla y
llamamos a las demás.
Era
mejor coger el tren a esa hora. No había nadie y nos podíamos sentar todas.
Sobre el camino fuimos hablando del voleibol, del viaje a Poveglia y de cuando
teníamos campeonato. Nada interesante.
Calpurnia
en el camino de vuelta me contó lo que habían echo esta mañana cuando no fueron
a clase, habían estado surfeando, que envidia.
—Podemos
volver a ir esta noche, surfear de noche es peligroso. —hizo una pausa. —Y
sé que lo peligroso te gusta.
mas paginas plsss *_*
ResponderEliminarMe encanta!! No pares de escribir enserioo... Y la música, fuuf...
ResponderEliminarpagina 100 y aun me qedan muchas por leer una historia genial , deberias publicarla . un beso
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