Por
una parte me levanté con algo más de ánimo sabiendo que iba a ver a Edgar y por
otra deprimida porque la noche anterior le tenía a milímetros de mí. Si pudiese
dormir cada día de mi vida a su lado, lo haría, sin duda.
La
mañana pasó cómo el resto de todas las mañanas, siempre era lo mismo.
Necesitaba un cambio en mi vida y lo necesitaba ya. Deseaba que empezase la tarde, juraría que me
estaba volviendo loca sin verle ¿Cuál era el sentido de que el mundo existiese
si yo no estaba con él?
En
una de las clases me dediqué a pensar en Diego, me arrepentí de una parte de lo
que dije, pero estaba claro que no se lo iba a decir. Casi siempre que me he
arrepentido por algo ha sido por hablar, no por callar. Está vez tampoco me
sentía tan culpable. Pero no me iba a estar preocupada por eso, algo de razón
la tenía él, pero odiaba ver que los demás tuviesen razón y yo no. Me obligué a
dejar de pensar en eso y me entretuve grabando en la mesa con la punta del
compás el nombre “Edgar”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario