—¿Por
qué?
La enseñé el paquete de tabaco y lo leyó —Ni idea.
La enseñé el paquete de tabaco y lo leyó —Ni idea.
—Qué
raro.
—Da
igual, yo ahora no vengo a cuento, ¿Ahora te sientes mejor?
—Un
poco.
—¿Estás
mareada?
—También un poco.
—También un poco.
—¿Quieres
sentarte?
—No,
no.
Decidimos
olvidar ese tema por un rato y compórtanos como habíamos echo siempre. No
hubiese dejado a Carla nunca, bajo ninguna circunstancia. Ella había estado
para mí en las malas y yo estaría con ella en las buenas, las malas, las
mejores y las peores.
*
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