Lo
largo de la semana fue simple, aburrida. Pocas veces ocurría algo interesante
en el pueblo y cuando pasaba algo corría como la pólvora. Lo peor de todo es
que yo sí que esperaba que pasase algo, sentía que ese no era mi lugar. Ver a
Edgar día a día me animaba no sabéis cuanto, pero teniendo a mi mejor amiga así
tampoco podía estar contenta.
Esperaba
a que llegase el jueves. Involuntariamente tenía ganas de ver a Diego,
El
jueves subí antes de lo que me dijo, quería pasar algo de tiempo sola y estar
en el acantilado, me ayudaría a pensar.
Empecé
el camino con la música bien alta en mis auriculares. Hoy era el día de echarle
en cara a Diego todo lo que había pasado. Me fui por el centro del pueblo
porque así mataría algo más de tiempo.
En
el camino pensé en el viaje de Poveglia, en que me pondría y que al final sí
que haría buen tiempo. Me hubiese gustado quedarme en Venecia, en el centro,
era una ciudad demasiado hermosa cómo para desperdiciarla de esa forma, pero
había echo un tipo de apuesta y yo nunca me echaba atrás.
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