—Hace frío— se quitó la toalla y se
puso la parte de abajo, cerré los ojos aposta. Se rio y se metió conmigo en la
cama.
—Bien, durmamos.
Le acaricié el pelo y la espalda, respiro
fuerte y se relajó.
—¿Edgar?
—¿Ummm?
—¿Alguna vez has pensado en cómo te
vas a morir?
—Casi todo el tiempo lo hago, ¿tú
cómo quieres morir?
—Supongo que elegiría una muerta
rápida, indolora, pero estoy eligiendo una muerte lenta.
—¿A qué te refieres?
—Me encantaría eso, un segundo estar
viva y al otro estar muerta y ya, pero cada minuto que paso contigo es como si
me muriese, y la otra parte, por cada cigarro que fumo me estoy muriendo, eso
es una muerte lenta. Pero me da igual morir, yo ya pienso que estoy muerta.
—¿Qué dices?
—Hay dos formas de morir, ¿No?
— dije mientras le besaba la
espalda. —una es la
física, que por ejemplo me gustaría morir de frío o ahogándome, o de un tiro en
la cabeza y la otra forma es la psicológica.
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