Listaa

jueves, 31 de julio de 2014

Imagen visual.

Bueno, hoy os traigo algo diferente, me apetecía mostraros un poco como es el entorno, hoy he elegido una foto del río.



La foto ha sido editada por; Celia Villar.
Su instagram: Celia_villar
Mi instagram: Nina_and_drugs

jueves, 10 de julio de 2014

Página 152.

Cuando llegué Edgar era el único que quedaba y el fuego estaba medio apagado.
Me miró—¿Has visto que bonitas son las estrellas?—dio una calada al cigarrillo.
—Edgar, cielo, estás borracho, anda, vamos a dormir que he madrugado—tiré de él.
—No estoy borracho, solo estoy contentillo— Se rio solo.
—Ya veo ya—Le seguí la corriente.
Entramos en la tienda y dejé que se tumbara, busqué entre mi ropa algún pantalón largo. Empecé a quitarme la parte de abajo.
—¿Qué vas a hacerme ahora? ¿Un “stripsse”?
Decidí pasar de él y dedicarme a ponerme el otro pantalón. Si no echaba leña al fuego, él se quedaría dormido y me dejaría.
Mi plan obtuvo beneficio porque al darme la vuelta ya estaba babeando.
Me quité la chaqueta la doblé, levanté su cuello  e intenté que hiciese la acción de almohada. Le arropé e hice el mismo proceso conmigo.

Me quedé pensando, en lo que había sucedido, en cómo al final la que pensaba que iba a ser la peor noche de mi vida se convirtió en una de las diez mejores. Y por una noche, rozando cada parte de su cuerpo, me dejé dormir sonriendo. 

Página 151.

Me dirigí donde se situaba Carla y me la llevé a la fuerza a su tienda.
—Duerme tonta—La arropé.
—Pero quiero estar con Hugo, además, ¿mi mejor amiga acaba de perder la virginidad y esperas que duerma?
—Deja al estúpido chico ese a un lado, tienes sueño.
—Me estás cambiando de tema…
Puse los ojos en blanco y me rendí—¿De verdad se a escuchado mucho?
—No—rio a carcajadas. —Nos lo habíamos inventado—Me señaló con el dedo—Entonces es cierto, te lo has tirado, cuéntame, ¿la tiene grande?
La tapé la cara entera con la manta—Exijo los detalles, soy tu mejor amiga.
—Buenas noches Carla—La di un beso en la frente.
—Tú y yo tenemos una conversación pendiente. —chilló mientras abría la cremallera para salir de la tienda.
—Claro nena, como digas. —Salí por completo.

Empezaba a hacer frío, eso contando que llevaba unos jeans cortos y que ni aparentaba que los llevaba porque me había puesto una chaqueta que me los tapaba.

Página 150.

—No—se encogió de hombros— ¿A ti?
—Es mi mejor amiga, hemos compartido hasta los mocos, por supuesto que no. —Cogí un pedacito y me lo llevé a la boca. Estaba frío. Suculento.
Cuando volví a la fogata aun todas seguían despiertas. Soltaron comentarios como “Nina, me pone como gimes” e intentaron imitarme. Puse los ojos en blanco a todas y me senté encima de Edgar.
—Ui sí, la ha dejado agotada y se tiene que sentar. —Soltó Laura.
—Nena, ¿te duele el culo o habéis usado vaselina? —Eva se descojonaba mientras me hacía la pregunta. Las risas se sumaron y acabaron todas medio llorando. Busqué en el suelo algún tipo de objeto que les pudiera lanzar a la cabeza. Pero mi mala suerte me la volvió a jugar. Me acabé riendo hasta yo.
La noche estuvo bien cuando dejaron el tema. Mimos de Edgar por aquí y por allá, algo de comida basura, la risa de mi mejor amiga, un poco de alcohol y cigarrillos. Algunas ya empezaban a irse y vi como Carla bostezaba pero seguía intentando seguirle la corriente al tal Hugo.

—Ahora vuelvo—No esperaba que Edgar me respondiese. Estaba medio dormido. 

Página 149.

Edgar estaba tumbado de espaldas, si seguíamos por mucho tiempo así enfermaríamos, pero opté por disfrutar de ese pequeño placer que me había dado la vida. Conduje mi dedo por su espalda.
—Te quiero—Su voz sonó aterciopelada.
—¿Y qué me vas a decir tú a mí si me sé de memoria las constelaciones que forman los lunares de tu espalda? Debemos vestirnos, hace frío.
 —¿Y privarme de ti? —Empezó a bajar sus manos por mi cadera.
—Otra vez no. —Le aparté suavemente.
—¿Por qué? ¿Te he hecho daño? ¿No te ha gustado?
—No, sólo estoy cansada y eso para mí sería ir demasiado rápido.
—¿Se repetirá?
—Todas las veces que quieras, ahora vístete, vas a coger una pulmonía.
—Me temo que si me dejaras hacerte el amor todas las veces que quiero no saldrías de esta isla nunca—sonreí y le besé—Tú tampoco estás vestida—Me mordió el labio.
—Lo mío es diferente—le reté.
—¿ A sí?
—Yo doy igual pero tú no. — Le pasé la ropa pero antes cogí el sándwich.
—No digas idioteces, no quiero que se acabe este momento nunca ¿Por qué tanta prisa?

—No hay prisa, pero mira, haremos un trato, cuando nos terminemos el sándwich, nos iremos. —Empecé a desenvolverlo. Allí estaban los dos mordiscos de mi mejor amiga. Se lo acerqué a su cara —Uuu, babas de Carla—intenté poner voz de asco. Dio un mordisco exactamente dónde lo había dado Carla antes —¿No te da asco?

Página 148.

—Me refiero al que me enamoró de verdad.
Le sonreí tanteé con las manos hasta encontrar sus labios, los toqué. Eran suaves, finos, blandos, eran mi debilidad. Le atraje hasta mí y él me tiró cuidadosamente sobre la manta. Le besé. Seguramente ese había sido el mejor beso de la historia. Noté su mano en mi ombligo, me acarició el abdomen.
—¿Estás preparada? — Me susurró a la altura de mi mandíbula.
—Sí. —Esta vez lo tenía claro, lo estaba ¿Si no era con él con quién iba a ser? Paré de pensar y me dejé llevar.

                                                               *

Página 157.

Fui a ver qué pasaba. La tienda ya estaba montada. Miré a mi alrededor.
—¿Edgar? —No obtuve respuesta—¿Edgar? —Probé de nuevo.
Antes de que me diese cuenta tenía el corazón a mil por hora. Chillé —Eres imbécil, como me vuelvas a pegar un susto así te juro que—
Puso su dedo sobre mis labios —Shhh. Tengo una sorpresa.
Intenté tranquilizarme. Me toqué el pecho para saber si el corazón seguía ahí dentro. Contando que estaba en una isla alejada de la mano de dios, donde las leyendas hablaban exactamente de esto, de algo así como zombies tocándote la espalda en medio de la noche, lo veía normal.
Recuperé la compostura —¿Una sorpresa? ¿Dónde?
No me contestó en todo el camino, así que no me quedó otra que agarrarme de su mano y seguirla sin ver absolutamente nada e intentar no caerme. La única luz que había era la de la pantalla de su móvil.
Cuando llegamos reconocí esa manta al instante, era la que usamos cuando fuimos a la playa.
—Intento revivir nuestro primero beso. —Aclaró.

—Ese no fue nuestro primer beso. —Reí.

Página 146.

No me hizo falta girarme para saber de quién se trataba—No Edgar, puedo sola— Pasó de lo que dije y se acercó a mí, me quitó las instrucciones  de la mano.
—Vete, anda. —Me dieron ganas de abofetearle, pero me controlé, a este paso si lo hacía yo se acabaría el poco tiempo de luz solar que quedaba y aún seguiría intentando juntar la primera varilla.
Fui al centro y me senté al lado de Carla, contemplé el fuego.
—Tú tampoco sabes montar la tienda, ¿eh?
—Definitivamente, no— La miré con aires de sarcasmo.
—Hugo la está montando. Supongo que si mi mejor amiga no fuese retrasada no tendría nada en común con ella.
Sonreí y posé mi cabeza en su hombro—¿Así se llama?
—Sí. —me tocó el pelo.
—Es muy guapo, buena presa—me reí.
—Soy una leona fuerte. — Puso su brazo para que pudiese ver sus músculos mientras se reía. Su risa me tranquilizaba mucho.
Poco a poco las demás fueron llegando hasta que estuvimos todos por completo. Edgar era el único que faltaba con lo cual me resulto totalmente extraño.

Página 145.

incómodos, pero luego al pasar un rato, se fijarían en pequeños detalles que al fin y al cabo, no están tan mal. Me estaba comparando con una isla en la que habían muerto miles de personas, me aplaudí a mí misma por ser tan estúpida.
El día no fue tan duro como esperaba, los horas pasaron rápido, al final de la tarde incluso, algunas se atrevieron a meter los pies es el agua. Carla seguía hablando con uno de los chicos, estaba feliz por ella.
Abigail y yo nos limitamos a intentar hacer una pequeña fogata.
—Cómo nos vean aquí, sin licencia, y haciendo fuego se nos van a caer las bragas a todas.
—No te digo yo que no— me reí. Nos lo tomamos a broma y aun así al saber las consecuencias que eso podría acarrear continuamos haciéndola.
Formaron los grupos, y, por supuesto a mí me tocó dormir con Edgar. No era la primera vez que lo hacía pero aun así estaba algo nerviosa. Intenté distraerme montando la tienda de campaña, no entendía absolutamente nada de las instrucciones así que intenté hacerlo a mi manera.

—¿Te ayudo?

Página 144.

La isla no era tan pequeña como me esperaba. Si me perdía allí las llevaba claras. Cobertura cero, además ¿A quién iba a llamar? ¿A Agata? ¿A mi abuela? A mi abuela la daría un paro cardíaco si supiese donde estoy ahora mismo. 
El sol no pegaba fuerte, al cabo de un rato ya se estaba empezando a nublar, “como llueva te mato” aseguramos una detrás de otra a Daira.
El hospital, o el centro de psicópatas o lo que coño fuese en su día estaba completamente en ruinas. Daira nos iba informando sobre leyendas según íbamos recorriendo la isla. Parecía la típica guía que te asesoran en un viaje, a la que la seguían un grupo de guiris, en ese caso yo, detrás de ella. Sólo me faltaba ser japonesa y tener una réflex colgada al cuello.
La voz de Daira me sonaba como un sonido remoto, no estaba pendiente, no hacía más que mirar a Carla, que andaba hablando y riéndose con uno de los tres chicos nuevos y escuchar las pocas palabras que decía Edgar, el “qué coñazo” se ganó la medalla de oro.
La isla tenía su belleza, escondida, pero la tenía, supongo que me identificaba con ella. A todos les daba miedo conocerme porque otros ya se habían encargado de juzgarme y esparcir por ahí sus versiones de mí, a la persona que se atreviese a tocarme le llamarían loco, sin duda, al principio se sentirían 

Página 143.

—Acuérdate de respirar. —La aconsejé.
—Vamos Nina, ¿no es genial?
—No. —Fui franca.
Nada más llegar a la Isla nos topamos con un grupo de tres chicos que habían venido aquí por el mismo motivo que nosotras. No pusimos problemas en que se unieran a nosotras, total, si las leyendas eran ciertas y tendríamos que morir era mejor ponérselo fácil a los espíritus, zombies, o lo que coño estuviese aquí.
Carla se acercó a mí—Dame un chicle por dios.
Busqué entre mis bolsillos pero no encontré nada —Sólo tengo el de la boca ¿te vale? — se encogió de hombros y lo masticó sin dar ninguna señal de asco.
—Lo hago por si acaso, si se me acerca alguno de esos tres chicos “majetes” no quiero que el aliento me huela a vómito.— Con “majetes” se refería a que estaban buenísimos.
—Dios mío, vaya que si son “majetes”…
Edgar me dio un codazo—¿Hola? Sigo aquí.

Le mordí la oreja. —Sabes que te prefiero a ti, tonto. —Se le notaron los hoyuelos al sonreír.

Página 142.

—¿Y esa cara?
—Creo que voy a vomi…— A penas pudo terminar la frase cuando yo ya estaba cogiéndola del pelo para que lo pudiese hacer con toda libertad.
—¿Mejor? — No sé los ojos que estaría poniendo pero seguro que mostraban preocupación.
—No sabes cuánto— Sonrió.
Me acerqué a Edgar y le pedí el sándwich. Lo sacó del bolsillo—Te dije que me lo agradecerías—sonrió de oreja a oreja. Puse los ojos en blanco mientras quitaba las servilletas.
 —Toma, te sentará bien. —Se lo ofrecí a Carla. A penas dio dos mordiscos y uno de ellos intentó que no viese como lo escupía. No iba a regañarla dada la situación.
Iba a tirar el sándwich cuando Edgar me lo quitó de las manos.
—Es comida, la comida no se tira. —Le miré raro y el sólo se dispuso a volver  a envolverlo y guardárselo.
El conductor se despidió y quedó en vernos mañana a la misma hora allí. Genial, no me apetecía nada estar aquí, si de día ese rollo me daba algo de miedo, no me quería imaginar de noche.

Cuando miré a Daira pensé que la iba a dar un infarto.

Página 141.

—Pues entonces claro que volveremos, las veces que quieras, es más firmaré un contrato en el que ponga que todos los días te estaré esperando en la salida para traerte aquí después de clase
Reí, pero esta vez era una risa sincera. Le quería, le quería más que a nada en el mundo, me encontraba bien, sí, a pesar del maldito café.
                                                           *
Cuando llegamos al centro de Venecia, faltaba al menos 20 minutos para que el autobús lo hiciese. Nos pusimos a bailar y a gritar como descosidos en medio de la calle cuando puse la canción “A sky full of stars” de coldplay.
Al reunirnos todas intentamos bajar el precio estimado de lo que pedían por llevarnos hacía la isla en barca. El conductor se negó rotundamente al saber a dónde queríamos ir, las cosas se solucionaron cuando Calpurnia le puso ojitos.
Y allí estaba, es una barca, con unas 14 chicas a las que a todas las debía la vida y con el mejor chico del mundo sosteniéndome la mano yendo hacia donde nadie se había atrevido a ir por una estúpida apuesta de hace unas semanas.

A Daira se la veía ilusionada. Mi bienestar acabó cuando vi la cara de Carla, estaba pálida. Abandoné mi sitio al lado de Edgar y me acerqué a ella. 

Página 140.

El café estaba horrible, miré detenidamente el humo que salía de él. ¿Qué coño era esto? Al final opté por que era agua del váter con colorante y algo de tierra de a fuera. Eché cinco azucarillos para intentar disimular el sabor y me maldecí por haber desaprovechado uno tirándolo sobre la mesa.
—Te gusta dulce, eh. — Dijo Edgar mientras el líquido de la clara del huevo del sándwich se desparramaba por sus labios.
—Sí—Mentí. No quería hacerle el feo ya que el café lo había pagado él. Así que hice acopio de valor, y cómo un chupito, me lo bebí de un trago.
Cogió un par de servilletas y envolvió el segundo sándwich —Luego me lo agradecerás—Aseguró. Se guardó el sándwich y se puso en pie. Se puso enfrente mía —Vamos, yo te llevo— Se dio la vuelta y me acercó su espalda. Me subí a caballito, y eché la vista atrás, el local estaba completamente vacío, pero la camarera me sonrió como símbolo de despedida, intenté devolverla la sonrisa, eche la cabeza hacia delante y me posé en el pelo de Edgar, olía tan bien, respiré fuerte. —¿Volveremos? —Rompí el silencio.
—¿Por qué? ¿Te ha gustado el café? — intentó mirar hacia atrás.

—Algo así— Mentí. Me había gustado que la persona con la que me lo había tomado había sido con él.

Página 139.

—Nena, estoy en medio de un autobús ¿Esperas que hable de esto aquí?
—Tienes razón, soy imbécil ¿Ves como si te molesto?
—No digas tonterías, escucha, tengo que colgar, me muero de sueño, luego nos vemos. — Me dejó con la palabra en la boca, quería decirla te quiero, o algo así, pero se fue.
Me toqué la frente y guarde el móvil. Entré en el restaurante y le vi de espaldas. Le tapé los ojos desde atrás y le di un beso en la nuca, sabía bien que amaba eso, se dio la vuelta y de una forma u otra consiguió que yo acabase sentada sobre sus piernas. Le besé.
—¿Qué hacemos en un restaurante si apenas con las diez de la mañana Edgar?
—Pues pedir sándwiches, los he pedido como te gustan a ti, y por supuesto café.
—No tengo absolutamente nada de hambre, Edgar, despierta, desayuné hace nada. Eso sí los sándwiches te los comerás tú, pero el café es todo mío. —Me volvió a besar.

Mientras traían la comida abrí un azucarillo y lo tiré sobre la mesa, estuve haciendo formas con el azúcar y deshaciéndolas mientras Edgar me contaba una de las tonterías que había echo una mañana que no había ido al instituto. 

Página 138.

—Como siempre— suspiró —Bueno, ¿vamos?
—Entra tú, tengo que llamar a Carla.
—Como quieras— Dio media vuelta, jugueteé con el móvil y tardé más de lo que hubiese tardado en otra ocasión en buscar su número. Cuando me aseguré de que había entrado y de que no podría oírme, llamé. Sonó el primer pitido…el segundo…el tercero, me estaba desesperando.
—¿Sí? —Contestó con voz adormilada.
—Oh, lo siento, ¿Estabas durmiendo? Perdón.
—Te perdono porque eres mi mejor amiga—rio.
La seguí la risa —Sólo…sólo quería saber qué tal lo llevas en el autobús.
—No pude dormir nada esta noche— dijo mientras bostezaba—Intenté echarme un rato aquí.
Me reí—Tranquila, unas preguntas más y dejo de molestarte.
—Tú no me molestas gilipollas. —Sonreí como una estúpida, aunque no me estuviese viendo sabía perfectamente que ella sabía que yo estaba sonriendo como una cría —Deja de sonreír y háblame idiota.

Volví a sonreír, me acerqué bien el auricular a la oreja —¿Qué tal llevas el tema este…? ¿Te has metido algo? 

Página 137.

Estaba tan inmersa en mis pensamientos que ni si quiera me enteré de cuando Edgar había parado en un pequeño aparcamiento de lo que parecía un restaurante de carretera.
Bajé de la moto y lo primero que hice fue hacerme una coleta, vaya por dios, no estaba acostumbrada al calor, y un día así aquí era para recordar.
Miré fijamente la línea que marcaba la zona límite del aparcamiento. Añadí un detalle más a mi viaje perfecto, moteros, me encantaría ver a un grupo entero de estadounidenses con bigote y brazos quemados debido a llevar tantas horas conduciendo, asentados en un aparcamiento mientras bebían whisky barato y con una flamante música “country” que viniese del interior del restaurante, me encantaría montarme en el asiento trasero de una de esas preciosas “Harley’s” solo para dejarme llevar con un desconocido con chupa de cuero y parches de grupos por todas partes.
Edgar chasqueó los dedos —¿Holaaa? Tierra llamando a Nina. —Sacudí la cabeza y le miré. —¿Qué pasa? —insistió.

—Nada solo andaba pensando.

Página 136.

—Bajo—Le colgué. Tenía que enviar un mensaje por el grupo para saber si ellas ya salían, abrí el WhatsApp y leí que la mayoría ya estaban en el autobús, entonces no había problema.
Salí de casa con algo simple, Edgar estaba esperándome. Me dio un abrazo breve.
En este tiempo podría escapar, ser yo. Agarrarle fuerte, tan fuerte, incluso asfixiarle. Le olí la nuca, olía a ese perfume que me hacía perder tanto la cabeza, el que me traía miles de recuerdos.
Arrancó y me balanceé un poco para a delante, tanteé con mis manos hasta llegar a su cintura y me dejé llevar.
Escapar, esa era la palabra digna de lo que sentía. Dejar kilómetros y penas atrás. Viento, velocidad, perder la cabeza, incoherencia, respirar, inspirar, llenar los pulmones de aire, pero aire mezclado con su perfume.

Ahora sí, me encontraba bien conmigo misma, adoptaba seguridad con la protección de su espalda delante de mí. Me hubiese gustado que el viaje se hubiese echo para algún otro sitio, preferiblemente un desierto, diré el lugar en concreto, nevada, estados unidos, recorrer toda la gran carretera agarrada a su espalda, y al final lograr ver el cartel de “Welcome to the fabulous Las Vegas, Nevada” ni de coña el lugar a donde querría viajar o pasar mi luna de miel, si llego a casarme, cosa que dudo claro está, no serían Las Vegas, sería ese espacio de paz entre Las vegas. 

Capítulo once. Poveglia. Página 135.

Poveglia.
La alarma sonó a las 6:00 de la mañana del sábado, desperté medio eufórica. Algunas irían a Venecia cogiendo el autobús, otras en coche y solo yo iría en moto. No me preocupaba mucho la idea de estar agarrada a su espalda durante horas.
Me gustaban los viajes de carretera, siempre que tengas una buena compañía y buena música de fondo.
Preparé café e hice una maleta sólo con una ropa de cambio. No podría llevar algo muy grande en la moto. Habíamos quedado pronto por el simple hecho de que para ir a Poveglia había que coger una lancha, y alquilarlas por la mañana salía mucho más barato.
La casa estaba completamente en silencio, por lo menos yo iba a aprovechar bien el puente.
Edgar me llamó al móvil.

—Ya estoy en tu puerta. — miré el reloj. Las ocho de la mañana.