Poveglia.
La
alarma sonó a las 6:00 de la mañana del sábado, desperté medio eufórica.
Algunas irían a Venecia cogiendo el autobús, otras en coche y solo yo iría en
moto. No me preocupaba mucho la idea de estar agarrada a su espalda durante
horas.
Me
gustaban los viajes de carretera, siempre que tengas una buena compañía y buena
música de fondo.
Preparé
café e hice una maleta sólo con una ropa de cambio. No podría llevar algo muy
grande en la moto. Habíamos quedado pronto por el simple hecho de que para ir a
Poveglia había que coger una lancha, y alquilarlas por la mañana salía mucho
más barato.
La
casa estaba completamente en silencio, por lo menos yo iba a aprovechar bien el
puente.
Edgar
me llamó al móvil.
—Ya
estoy en tu puerta. — miré el
reloj. Las ocho de la mañana.
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