—Bajo—Le
colgué. Tenía que enviar un mensaje por el grupo para saber si ellas ya salían,
abrí el WhatsApp y leí que la mayoría ya estaban en el autobús, entonces no
había problema.
Salí
de casa con algo simple, Edgar estaba esperándome. Me dio un abrazo breve.
En
este tiempo podría escapar, ser yo. Agarrarle fuerte, tan fuerte, incluso
asfixiarle. Le olí la nuca, olía a ese perfume que me hacía perder tanto la
cabeza, el que me traía miles de recuerdos.
Arrancó
y me balanceé un poco para a delante, tanteé con mis manos hasta llegar a su
cintura y me dejé llevar.
Escapar,
esa era la palabra digna de lo que sentía. Dejar kilómetros y penas atrás.
Viento, velocidad, perder la cabeza, incoherencia, respirar, inspirar, llenar
los pulmones de aire, pero aire mezclado con su perfume.
Ahora
sí, me encontraba bien conmigo misma, adoptaba seguridad con la protección de
su espalda delante de mí. Me hubiese gustado que el viaje se hubiese echo para
algún otro sitio, preferiblemente un desierto, diré el lugar en concreto,
nevada, estados unidos, recorrer toda la gran carretera agarrada a su espalda,
y al final lograr ver el cartel de “Welcome to the fabulous Las Vegas, Nevada”
ni de coña el lugar a donde querría viajar o pasar mi luna de miel, si llego a
casarme, cosa que dudo claro está, no serían Las Vegas, sería ese espacio
de paz entre Las vegas.
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