Listaa

jueves, 10 de julio de 2014

Página 144.

La isla no era tan pequeña como me esperaba. Si me perdía allí las llevaba claras. Cobertura cero, además ¿A quién iba a llamar? ¿A Agata? ¿A mi abuela? A mi abuela la daría un paro cardíaco si supiese donde estoy ahora mismo. 
El sol no pegaba fuerte, al cabo de un rato ya se estaba empezando a nublar, “como llueva te mato” aseguramos una detrás de otra a Daira.
El hospital, o el centro de psicópatas o lo que coño fuese en su día estaba completamente en ruinas. Daira nos iba informando sobre leyendas según íbamos recorriendo la isla. Parecía la típica guía que te asesoran en un viaje, a la que la seguían un grupo de guiris, en ese caso yo, detrás de ella. Sólo me faltaba ser japonesa y tener una réflex colgada al cuello.
La voz de Daira me sonaba como un sonido remoto, no estaba pendiente, no hacía más que mirar a Carla, que andaba hablando y riéndose con uno de los tres chicos nuevos y escuchar las pocas palabras que decía Edgar, el “qué coñazo” se ganó la medalla de oro.
La isla tenía su belleza, escondida, pero la tenía, supongo que me identificaba con ella. A todos les daba miedo conocerme porque otros ya se habían encargado de juzgarme y esparcir por ahí sus versiones de mí, a la persona que se atreviese a tocarme le llamarían loco, sin duda, al principio se sentirían 

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