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martes, 30 de diciembre de 2014

*Nota de autora*

HOOLAAAAAAAAAAAAAAA, os he tenido algo abandonados lo sé y perdón, intentaré subir más de seguido, he echo cambios para que la novela dure más, porque me resultaba corta,
¿Qué os ha parecido este capítulo?
¿Lo arreglaran Nina y Edgar?
¿Y con Carla?
¿Qué pensáis?
Me podéis dar opiniones, ideas, o me podéis decir el día de la semana que queráis que suba páginas o un horario, o lo que queráis dejando un comentario aquí, o twitter, wattpadd, ask o donde queráis también:
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Subiré más últimamente, un beso muy grande a todos y feliz año nuevo adelantado.
SOIS MUY GRANDESSSS.

Página 167.

—¿Sabes que él está ahora fallándose a otra? —Me cambió la cara, él sabía que eso me había dolido—Nina me he pasado…Perdón—Me levanté y me fui alejando de él. El vino tras mí. —Nina, joder perdón.
—¿Para eso me querías traer aquí Diego? ¿Enserio? ¿Solo para ver si colaba y acababas el puente follando? Déjame, joder, por un momento pensé, pensé, que me querías ayudar.
—Y eso quiero…perdóname.
—Yo no tengo nada que perdonarte. Absolutamente nada, porque tú y yo no somos, ni nunca hemos sido nada, así que ahora por favor vete. —Bajé del acantilado y me fui a casa sin hacer mucho caso a la fiesta. Había sido un día muy largo, y lo único que quería era dormir y que todo el mundo me dejase en paz.
De un día a otro había perdido todo lo que era importante para mí.
Adiós Edgar.
Adiós Diego.
Adiós Carla.
Adiós Ulisse.


Página 166.

—Bien…sacaré temas yo. ¿Por qué se enfadó Edgar?
—Porque te besé. Yo pensaba que eras él.
—¿Y no te creyó, verdad?
—No.
—Seguro que mañana se arreglan las cosas…de verdad…
—No es solo eso Diego, joder. —Lo estaba pagando con él. — Mi mejor amiga andaba tirándose a mi hermano en la playa. Es desconcertante, créeme.
—Vaya noche…
—Sí, lo sé. —Me tumbé en la hierba y miré al cielo, a las estrellas, a la mano de Diego que se había tumbado a mi lado y no llegué a ninguna conclusión. Saqué un cigarrillo y se lo ofrecí, cogió uno, encendí el mío y le pasé el mechero.
Me cogió de la mano—Nina, yo siempre estaré ahí.
Le abracé —¿Sabes que todas quieren algo contigo? Me han pedido que te traiga cuando salgamos.

—Digamos que yo sólo quiero algo contigo.
Le miré raro —¿Te gusto?
—Sí.
—Pues has apostado por la chica equivocada.
—¿Tú crees?
—Sí. — Se acercó a mí, y me besó, me aparté. —Diego, no, tú vas mal, yo voy mal.
—Tú siempre huyendo de mí—Se levantó.
—No es eso. No puedes pedirme que me lie contigo después de que lo acabo de dejar con él.

Página 165.

—No te puedes imaginar lo que ha pasado…—me cortó.
—¿Tú te crees que soy gilipollas?
—¿Qué?
—Que te he visto chica, te he visto besándole.
Dios mío…era lo que me faltaba—Te va a parecer una gilipollez pero creía que eras tú…
—Mira Nina se acabó.
—Pero... Edgar…—Se marchó antes de que pudiese terminar la frase. Literalmente, me temblaban las piernas. Diego se acercó a mí.
—Lo he visto todo…
—No comentes…—Me estaba entrando dolor de cabeza y tenía un frío tremendo.
—Puedo proponerte algo bastante estúpido.
—Di.
—Vayamos al acantilado.
Miré hacía un lado y Edgar ya andaba bailando y tocándole el culo a otra. Creo que era mejor que quedarme ahí, porque al final me quedaría temblando y llorando, llorando no sé si de pena, o de rabia, por todo, absolutamente todo lo que había ocurrido aquella noche. Me dirigí a salir de la aglomeración y él me siguió, ir al acantilado, viendo que era tan de noche no entraba en la cabeza de nadie, pero tampoco necesitaba que nadie comprendiese lo que hacía o no.
Subimos en silencio y llegamos al borde, desde allí se veía toda la fiesta aunque estuviese bastante lejos.
—¿Quieres hablar? — Me propuso.

—Puede ser…

Página 164.

Diego bailaba increíblemente bien, tenía algo que  no había visto en ningún chico y hasta me costó seguirle el ritmo. Todas las chicas le miraban y más de una la entraba para que bailase con ella así que decidí quitarme de ahí y dejarle bailando con todas esas.
Decidí que lo que tocaba ahora era buscar a mi hermano y regañarle por todo lo que había echo con Cleo y Rebecca en el fin de semana. Fui a su grupo de amigos.
—¿Sabéis dónde está Ulisse?
—No, nena, pero si quieres vamos tú y yo a hacer lo que tengas pensado con él —Toma ficha.
—Quita gilipollas. —Me aparté.
—Estrecha—Gritó mientras me iba —Tampoco estabas tan buena— Le saqué el dedo y fui a buscar suerte en otro sitio.
Encontré al mejor amigo de mi hermano —¿Sabes dónde está? —Ya sabía a quién me refería.
—Nina, ya he visto lo que te ha dicho el gilipollas de Alberto, no le hagas mucho caso.
—Descuida, no le di importancia.
—Dame dos besos, ¿no? — Se los di— Hace mucho que no te veía.
—Ya sé…no vas por casa ni nada
—Sobre lo de tu hermano, busca en la playa, ya te imaginas lo que estará haciendo.
Puse cara de asco. —De todas formas gracias, a ver si nos vemos más. —Fui cordial y me despedí.
Ese sería el castigo para mi hermano, cortarle el royo con la putita que se hubiese buscado para esta noche. Me quité los tacones y bajé a la playa. Fui buscando a mi hermano entre pareja y pareja. Y creedme preferiría no haber visto eso.
No daba crédito. Mi hermano. Con mi mejor amiga.
—Carla—chillé. Me miró. Se subió las bragas y apartó a mi hermano. Vino detrás de mí.

—Nina— Por favor espera. No me lo podía creer ¿Esto era una mejor amiga? No hice caso a lo que me dijo y aceleré el paso hacia la muchedumbre. No quería saber nada de ella. Ni de mi hermano. Era increíble, que ella como mejor amiga se hubiese follado a mi hermano. Y que mi hermano, como hermano, se hubiese follado a mi mejor amiga. Esto era sobrenatural. Estaba enfadada, muy enfadada. Más que nunca. Fui empujando a cada persona que se me ponía en medio hasta llegar a Edgar.

Página 163.

Bebí de la copa y pasé de hablar más de ese tema, alguien me abrazó por la espalda, era un chico, creyendo que era Edgar me giré y fui directo a besarle. Pero esos labios no me resultaban familiares. Abrí los ojos. Dios mío era Diego. Todas se quedaron con la misma cara que yo, y Diego miraba a sus amigos.
—Lo siento, enserio, creía que eras Edgar.
—Si bueno supongo— le salió una risita nerviosa, que me contagió. —Cambiando de tema, ¿Cómo estás no? — aún me sentía incomoda— Si yo fuese Edgar te daría un buen repasito—Eso me puso aún más nerviosa. Le pegué un puñetazo en el pecho. Debe ser que me pasé de fuerza porque casi se queda sin respiración.
—¿Diego? O sea lo siento, otra vez
—He pillado la indirecta.
—No enserio, me he pasado, eres algo así como mi mejor amigo— confesé.
—Ven, te presentaré a mis amigos— dejó pasar el puñetazo.
—Y esta es Nina. —Fui saludando a cada uno con desgana.
—¿La chica de la que nos has hablado?
—Cállate Sergio— Le advirtió Diego enfadado.
—¿Es verdad o no? —Preguntó a los demás chicos— Que si Nina hace tal, que si Nina hace cual…— me sonrojé.
Diego apartó a su amigo y me llevo a otro lado.
—¿Nos sentamos? —propuse
—Claro. —Fuimos al banco y me contó sobre lo que había echo el puente, me invitó a un par de copas. —Bueno, ¿te crees capaz de bailar con tu mejor amigo? — Se levantó.

Sonreí—Te voy a machacar—

Página 162.

—No es para tanto.
—Si lo es.
—No digas tonterías. —Se acercó a besarme—Te voy a manchar de pintalabios.
Se quedó pensativo— Un hombre tiene que aceptar ciertos riesgos en un momento de su vida. — Me enseñó su antebrazo y sacó musculo para hacerse el fuerte.
—Ya veo tus riesgos— me reí sinceramente y le besé. Y así es, le deje los labios perdidos.
Durante el camino le conté lo que mis hermanas habían hecho y lo bien que me lo había pasado recogiendo todo. Cuando llegamos eso estaba a reventar. Música, playa,  chicos, sexo, bebidas, tabaco, drogas, amigas, y mucha guarra suelta. Había venido gente de más pueblos sólo para esta fiesta. Santo dios, a mi hermano le debió costar prepararla.
Me junté con las chicas y Edgar se alejó un poco para contarles a sus amigos el puente que había pasado en Poveglia.
Se acercó Kim y me señaló a Edgar—¿Sabes qué está haciendo ahora mismo? Contar que ha follado contigo para hacerse el machote y que los demás le aplaudan. Y créeme, no escaseará en detalles con ellos, puede hasta que se invente cosas sólo para quedar bien ante ellos.
—¿Tu crees? — me preocupé un poco.

—Está claro, es lo que hacen todos los chicos.

Página 161.

Abrí, estaban calladas —Lo que habéis hecho está muy mal…—Las miré y las toqué el pelo. —Escuchad, vuestra hermana está muy enfadada, y lo más probable es que os deje sin cenar así que quiero que escondáis esto y cuando tengáis hambre, os lo coméis ¿sí? —Asintieron.
—¿Hoy te vas? — Dijo Rebecca.
—Me temo que sí, pero volveré. —Sonó la puerta. Abrí. Eran Abigail y su novia di un abrazo breve a las dos y subimos a la planta de arriba. La novia de Abigail, Alba, me planchó bien el pelo, me pintó y eligió un vestido para mí.
—Estás divina.
—Por dios Alba no vayamos a poner celosa a Abigail— Reí. —¿Por qué no vais?
—Es el mismo rollo de siempre, no se me ha perdido nada por allí.
—Pero echo de menos que salgamos todas, y tú siempre estabas ahí, con nosotras, venga Abigail.
—A la próxima iré, lo prometo. Por cierto, usa pintalabios rojo, te irá bien con el color de tu pelo, nosotras nos vamos.
—¿Y tú eras a la que se la “daban mal estas tonterías”? —Me burlé. Las acompañé a la puerta y las despedí igual que las salude. Llamé a Edgar. —Ya puedes venir—
—Has tardado más de una hora y media.
—¿Vienes o no? —le corté.
—Que sí, borde.

Me fui pintando los labios y arreglando los últimos detalles hasta que vino. Salí. Me miró el culo. Sonreí. Me cogió de la mano y me hizo girar sobre mí misma para ver todo mi cuerpo de arriba abajo. Silbó.

Página 160.

—Tengo una emergencia.
—Nina, ¿qué pasa? ¿estás bien?
—Necesito que me maquilles— me reí.
—Te odio, me habías preocupado. ¿Esa es tu emergencia? ¿Qué te maquille?
—Sí. —volví a reír.
—Sabes que a aparte de ser lesbiana, estas cosas…de pinturas y vestir y eso nunca se me han dado bien.
—Por favor. —Rogué. Muy atípico en mí.
—Aunque mi novia de estas tonterías sí que sabe mucho
—Tráetela. Te espero en mi casa.
—En las que me metes…
—Sabes que eres mi lesbiana preferida— la hice la pelota.
—¿Qué pasa Nina? ¿Te gusto?
—No, sólo me pones—Reí.
—Anda adiós idiota ahora nos vemos
—Abigail.
—¿Qué? Pesada.
—Te quiero.
—Y yo. —Colgó. Fui abajo y allí estaba Agata.
—¿Se puede saber qué coño le ha pasado al salón?
—Pregúntaselo a Cleo y Rebecca, están en su habitación. Lo he intentado arreglar un poco pero se ve que lo de la pared es siniestro total.
—¿Pero las has castigado?
—No, pero creo que ya saben que lo han hecho mal.
—Pues no Nina, tendrías que haberlas castigado.

—Claro la única que hace aquí mal las cosas soy yo, ¿no? —Me fui del salón  y me dirigí a la cocina a coger comida, entré en el cuarto de Cleo y Rebecca y cerré de un portazo para que se notase que estaba enfadada. 

Página 159.

   ¿Qué habéis hecho? —Dije enfadada. Fue a moverla, sabía que estaba despierta. Miré a Cleo.
   Ha sido culpa de Ulisse, nos ha dejado estar hasta tarde y comer lo que quisiéramos— Replicó Rebecca.
   No señorita, que te deje comer espaghettis, no tiene nada que ver con que los peguéis en las paredes.
Miraron las dos al suelo —Lo sentimos. — Habló Rebecca.
—Iros a vestir por dios. —Subí toda mi ropa a mi habitación puse a cargar el móvil y bajé a limpiar todo ese desastre. Me hice un moño. —Bien, ¿por dónde empiezo? — Recogí las cosas que había pegadas en la pared e intente quitar las manchas pero no salían, coloqué el sofá, limpié las cubiertos de la cocina, las mesas, barrí y escuché a mi teléfono sonar. Subí las escaleras de dos en dos. Ya estaba cargado por completo, no pude ni ver el nombre de quién me llamaba en la pantalla. Lo cogí precipitadamente  —¿Quién?
—Yo ¿estás preparada?— Era Edgar.
—¿Cómo? ¿ya? — Miré el reloj, había pasado casi tres horas limpiando.
Intente recuperar la respiración—No, ya no, he tenido que hacer mil cosas.
—¿Eso que quiere decir? —Este hombre no pillaba ni una.
—Que no estoy preparada Edgar, que necesito tiempo.
—¿Cuánto?
—Una hora y media.
—¿Qué? ¿Estás loca?

—Yo también te quiero. —Le colgué. Me solté el moño fui directa a la ducha, me lavé el pelo, me eché crema, me depilé, me sequé el pelo, me lo planché. Cogí el móvil y busqué rápido el número de Abigail. Sabía que sería la única que no iría a la fiesta. 

Página 158.

Subí de nuevo a la moto— Por favor, no me digas que he roto muchas cosas. — Ahora era él el que estaba enfadado— ¿Sabes? Ya te he perdonado— Intenté arreglarlo. Le sonreí y le besé. Dejó de estar enfadado.
—Prométeme que te mantendrás viva por lo menos hasta que lleguemos a tú casa.
 —Lo intentaré— Reí.
Durante todo el viaje me mantuve con un dolor de cabeza terrible, por lo tanto también estaba mareada, sólo que no quería confesárselo. Llegamos a la puerta de mi casa y tropecé al bajarme de la moto. —No has cumplido la promesa, te has caído antes de llegar a tu casa. — Se rio de mí.
Puse los ojos en blanco, bajé mis cosas y abrí la puerta de casa. —Morena— gritó desde la moto. Me giré— Esta noche hay una fiesta, la ha organizado tu hermano, es en la playa ¿paso a recogerte esta noche?
—¿Qué? ¿Qué mi hermano a organizado qué?
—Una fiesta— repitió extrañado.
   ¿Y mis hermanas? —Me dispuse a girar la llave la última vez para poder entrar.
   Espera, ¿entonces vas?
   Por su puesto que voy, le tendré que decir un par de cosas a mi hermano.
   Luego te llamo. — No le contesté.

Oí como arrancaba la moto y entré en mi casa. La casa estaba echa una basura. Cleo y Rebecca estaban en bragas saltando en el sofá mientras cantaban, mientras las paredes estaban llenas de pinturas infantiles y espaghettis con tomate . La cocina estaba echa un desastre y no quería imaginarme como estaba la parte de arriba. Cuando me vieron entrar Rebecca se sentó en el sofá rápido y se hizo la dormida. 

Página 157.

Le quité las llaves de la mano con fuerza. ¿Qué se creía? ¿Qué yo no podía conducir una moto? ¿Por qué? ¿Era el acaso mejor que yo? Aceleré. El volante me iba de un lado a otro y la moto no hacía más que “S” sin querer giré la muñeca más y eso hizo que acelerase la moto. Miré al frente. Intenté frenar. Al frenar patiné y caí sobre un bordillo. Me di un golpe en la cabeza. Me quedé en el suelo. Todo se veía borroso.
Edgar vino corriendo a por mí y quito la moto de encima mía.
   Nina, Nina, ¿estás bien? Mírame.
   Claro que sí idiota. — Intenté levantarme y me mareé, volví a caer al suelo.
Carla vino y puso mi cabeza sobre sus piernas—Trae agua— ordenó a Hugo. —Rápido, joder. — le gritó.

—Creo que ya estoy preparada para volver a intentarlo. —Intenté incorporarme. Y me volvió a tumbar.
—Por el amor de dios Nina , ¿Quieres matarte?
Me reí— Sí.
—No me hace ni puta gracia. —Estaba preocupada. Edgar me cogió y me llevo hasta la sombra mientras Carla me ponía una camiseta mojada en la frente.
—Eres tan cabezota— Se resignaba a decir Edgar.
Pasaron al menos 20 minutos hasta que me dejaron levantarme de nuevo. Me sentía patética.
—Por esta vez conducirás tú— dije a Edgar.
Me sonrió— No soportaría que te hubiese pasado algo.
Me eché agua en la cara —Bueno, ¿nos vamos ya o vamos a pasar el día en un aparcamiento?
—Mira que eres borde— Me sonrió Carla.
—Hugo…—se giró— Mmm… gracias— dije tímida.

—No hay de qué— sonrió.

Página 156.

Sobre la una ya estábamos en el centro de Venecia. Esta vez Carla iba en la moto de uno de los chicos que conoció en la isla, así que no estaría sola. Me subí a la moto de Edgar a regañadientes, aún estaba enfadada. Durante el viaje fuponiendo caretos con Carla y haciendo señas de moto en moto. Hasta que paramos en una gasolinera. Bajé del asiento y me dispuse a ir donde estaba Carla pero Edgar me frenó.
—Nina, espera ¿Cuándo dejarás de estar enfadada?
—No lo sé. ¿No puedes ni comportarte ni un día? La noche de ayer al menos para mí fue importante, no como tú que te habrás follado  ¿a cuantas? ¿cinco tal vez? —agachó la cabeza— ¿Más? ¿Enserio Edgar? ¿Diez? ¿Sabes qué? No me contestes porque si te soy sincera prefiero no saber la respuesta.
Se echó el pelo para atrás, y cuando me iba a dar media vuelta dijo —¿Puedo hacer algo? — Terminé de dar la vuelta. Carla y Hugo habían escuchado toda la pelea. Miré a Carla y abrió bastante los ojos. Me quedé girada unos instantes. Sonreí. —Bien, déjame la moto.
—¿Estás loca? — me giré y le miré mal— Vale— se resignó— Pero solo en el aparcamiento.
Cogí las llaves —Dime cómo funciona esto—
—¿Qué? ¿Ni si quiera has conducido nunca una moto? — Se quedó incrédulo.
—No. — Dije con sinceridad.

Temía por su moto, y era lógico dejándola en mis manos. Me dio unas pequeñas clases en las que no presté atención.
Cuando se bajó, me dispuse a subir —Ten cuidado por favor.

Página 155.

Miró hacía otra dirección y tensó la mandíbula. Volvió a mirarme —Yo…Nina…
—Déjame. —Fui a sentarme cerca de Sara y cambié de actitud ante ella. —Sarita. — la pasé mi brazo por sus hombros y la di un pequeño achuchón.
—Mira quién se acuerda de mí.
Reí —No seas tonta. Te he echado de menos.
Cambió la cara y me sonrió —Necesito que saques tiempo para mí.
—Cuéntame. — me dispuse a escuchar mientras sacaba un cigarrillo.
—Calpurnia, y yo, y básicamente todas hemos llegado a la conclusión de que necesitamos a un Diego en nuestra vida, y tú como buena amiga— Me hizo la pelota. — Podrías decirle que se viniese de vez en cuando con nosotras.

Me reí —Con de vez en cuando es todos los días, ¿no? — di una calada.
—Cómo me conoces.
—No hay problema, veré que puedo hacer— La miré. — Muchacha con las hormonas desenfrenadas.
—¿Me acabas de llamar desesperada con sutileza?

—De vez en cuando— cogió el juego en el momento. Reímos.

Pagina 154.

—¿Te picas Nina? — Me correspondió con otro más complicado.
—¿ Y tú Carla? — Empecé con la cadera.
—Contigo siempre. —Mostró una sonrisa.
                                         —o—
Terminamos, con una clara victoria por mi parte. —Préstame el altavoz que tengo que levantar a ese inútil— Señalé a mi tienda.
—Con una condición.
   Tú y tus putas condiciones Carla.
  Quiero la revancha — Sonrió.
   Que sí. —Alargué la última sílaba
   ¿Y qué es eso de puta, bicho?
   Si sabes que te quiero, pedazo de puta. — me puse de puntillas y la di un beso en la mejilla.
Fui a la tienda con el altavoz y con el máximo volumen.
—Despierta imbécil— le tiré de la manta, y le di patadas en las piernas.
Farfulló —He visto despertares mejores— bostezó. Le puse mi infalible mirada asesina y salí de la tienda, ayudé a recoger y al cabo de unos minutos salió de la tienda sin camiseta a buscarme.
Se dispuso a darme un beso en los labios. Le aparté. —Quita.—
—¿ Qué demonios te pasa?
—Nada, solo creía que tenía un novio menos gilipollas. Solo eso.
Su rostro cambió de expresión. Le había dolido. Me sentí algo mal pero me mantuve dura y le miré a los ojos. Recuperó la compostura. —¿Por qué?

—¿Sabes que ayer te tuve que llevar a rastras a la cama porque estabas borracho como una cuba?

Capítulo doce. Combate cuerpo a cuerpo. Página 153.

Combate cuerpo a cuerpo

Desperté algo aturdida y con sequedad en la boca, abrí un ojo, el ambiente olía a alcohol destilado. Me aclaré los ojos con las manos y vi de donde procedía ese olor. Edgar. Babeaba y roncaba y volvía a babear, y aun así, me parecía hermoso. Nina estás loca, me aseguré a mi misma, me llevé la mano a la frente y me coloqué como pude el pelo, le arropé bien y me dispuse a salir de la tienda.
Todo estaba ajetreado, las chicas iban de un lugar a otro asegurándose de eliminar pistas que nos pudiesen meter en un lío. Me estiré y miré al cielo. Dios mío, ¿Dos días de sol seguidos? Esto era para recordar. Carla hizo que se me acabase la paz cuando se subió a mi espalda de un salto.
—Pequeña dormilona— Me miró negando y chasqueando la lengua.
—No me hables de dormir, he dormido fatal.
   ¿Y eso? ¿Edgar no tenía fuerzas para un segundo asalto? Este chico no aguanta nada, no me gusta para ti, así nunca vas a tener un orgasmo— Se rio.
   No, imbécil— la di un puñetazo leve en el hombro. — Al revés, no ha parado de moverse en toda la noche.
   No te creo— me miró fijamente.
   Menuda mejor amiga— reí.
   Esta mejor amiga te machaca bailando— me retó.
   Nena, nací para bailar.

Sacó móvil y altavoz y puso la canción de Taylor Swift  “Blank Space”. Agitó los hombros y movió el torso. —Venga— me ofreció su mano. La correspondí con un juego de pies lo suficientemente rápido como para que no me pudiese seguir.