Abrí,
estaban calladas —Lo que habéis hecho está muy mal…—Las miré y las toqué el
pelo. —Escuchad, vuestra hermana está muy enfadada, y lo más probable es que os
deje sin cenar así que quiero que escondáis esto y cuando tengáis hambre, os lo
coméis ¿sí? —Asintieron.
—¿Hoy te
vas? — Dijo Rebecca.
—Me temo que
sí, pero volveré. —Sonó
la puerta. Abrí. Eran Abigail y su novia di un abrazo breve a las dos y subimos
a la planta de arriba. La novia de Abigail, Alba, me planchó bien el pelo, me
pintó y eligió un vestido para mí.
—Estás
divina.
—Por dios
Alba no vayamos a poner celosa a Abigail— Reí. —¿Por qué no vais?
—Es el mismo
rollo de siempre, no se me ha perdido nada por allí.
—Pero echo
de menos que salgamos todas, y tú siempre estabas ahí, con nosotras, venga
Abigail.
—A la
próxima iré, lo prometo. Por cierto, usa pintalabios rojo, te irá bien con el
color de tu pelo, nosotras nos vamos.
—¿Y tú eras
a la que se la “daban mal estas tonterías”? —Me burlé. Las acompañé a la puerta y las despedí igual que
las salude. Llamé a Edgar. —Ya puedes venir—
—Has tardado
más de una hora y media.
—¿Vienes o
no? —le corté.
—Que sí,
borde.
Me fui
pintando los labios y arreglando los últimos detalles hasta que vino. Salí. Me
miró el culo. Sonreí. Me cogió de la mano y me hizo girar sobre mí misma para
ver todo mi cuerpo de arriba abajo. Silbó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario