—No es para
tanto.
—Si lo es.
—No digas
tonterías. —Se
acercó a besarme—Te voy a manchar de pintalabios.
Se quedó
pensativo— Un hombre tiene que aceptar ciertos riesgos en un momento de su
vida. — Me enseñó su
antebrazo y sacó musculo para hacerse el fuerte.
—Ya veo tus
riesgos— me reí sinceramente y le besé. Y así es, le deje los labios perdidos.
Durante el
camino le conté lo que mis hermanas habían hecho y lo bien que me lo había
pasado recogiendo todo. Cuando llegamos eso estaba a reventar. Música,
playa, chicos, sexo, bebidas, tabaco,
drogas, amigas, y mucha guarra suelta. Había venido gente de más pueblos sólo
para esta fiesta. Santo dios, a mi hermano le debió costar prepararla.
Me junté con
las chicas y Edgar se alejó un poco para contarles a sus amigos el puente que había
pasado en Poveglia.
Se acercó
Kim y me señaló a Edgar—¿Sabes qué está haciendo ahora mismo? Contar que ha
follado contigo para hacerse el machote y que los demás le aplaudan. Y créeme,
no escaseará en detalles con ellos, puede hasta que se invente cosas sólo para
quedar bien ante ellos.
—¿Tu crees?
— me preocupé un poco.
—Está claro,
es lo que hacen todos los chicos.
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