—Sí, y mucho.
—
Los
lobos son bonitos, valientes, elegantes, fieles. Me gustaría que alguno se
pasase por aquí.
—Si tienes
algo que les guste para comer se pasarán. Aunque no me fiaría, puede que ahora
mismo nos estén vigilando.—Giré sobre mí misma mirando los límites del claro.
Después de los matorrales no se veía absolutamente nada, la luz cambiaba por
completo. —No los vas a ver— Se rio de mí.
—Calla.
—Me quité el abrigo y lo
extendí en la piedra. Me tumbé y aproveché al máximo el sol. Después de un rato
hablé. —¿Sabes de algún río cerca por aquí? —Dije con un ojo entrecerrado por el sol.
Levantó la
mirada —Queda lejos. —Me
acordé de Edgar.
—¿Podemos
ir?
—Por dios
Nina, aquí puedes encontrarte de todo.
—¿Por
ejemplo?
—No hablo
solo de animales, hablo de gente que ha hecho cosas y vienen aquí a esconderse.
Hablo de cosas antiguas, cementerios, aquí hay cosas muy raras.
Me levanté
al instante —¿Hay cementerio?
—Bueno… no
es como uno de los de ahora… es antiguo, nadie viene a visitarles…Antes en el
pueblo, hace muchísimos años, a lo hombres que robaban, o hacían cualquier
pecado que estuviese mal a los ojos de dios les ahorcaban y les alejaban del
pueblo. Aquí les enterraban cómo ultima penitencia, pensaban que a lo mejor en
la muerte, encontrarían el perdón de del señor.
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