Me quedé
callada —¿Cómo sabes eso?
—Mi abuela
me lo contó.
—Quiero ir.
—Dije firme.
—Esos
hombres fueron condenados.
—Todo el
mundo merece una segunda oportunidad. —Me puse en pie — Iré a coger flores, alguien tiene que
acabar con este disparate, sino les han honrado nadie nunca ahora lo haré yo.
—Nina—dijo
seria —¿Crees en dios?
Me di la vuelta —Sí.
Me di la vuelta —Sí.
—Pues
entonces también cree en el mal, y te aseguro que allí hay algo.
Me di la
vuelta de nuevo. —No me
importa mucho lo que me pase, yo ya estoy condenada. —Seguí mi camino.
—¿A dónde vas?
—A coger
flores—Sonreí, pero no me vio porque estaba de espaldas.
—¡Eres una
cabezota! —Chilló.
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