Había pocas
flores, pero me apañé para coger un ramo, margaritas y flores silvestres. Las
margaritas eran hermosas.
Vi algunos
conejos que se alejaban rápido al verme, a ranas en charcas y a serpientes
reptando debajo algunas hojas, algunas de ellas eran marrones, habían
quedado del otoño.
Busqué más
margaritas y pensé que quedarían bien en mi pelo, cogí un mechón de pelo del
principio y me hice una trenza, hice el mismo proceso con el otro mechón y los
uní los dos con una horquilla atrás, hice una corona enredando margarita y
margarita y me la puse. A Rebecca y a Cleo le hubiese gustado que les hiciese
una de esas.
Fui de
vuelta al claro pero me demoré en ver los chacos, había renacuajos, atrapé a un
par con las manos y los metí en la botella de agua que anteriormente la había
cogido para que no se secasen las flores, me gustaban los renacuajos.
Tenía
pensado llevarlos a otra charca, quería que no todos los renacuajos fuesen
iguales, no todas las charcas tenían por qué tener el mismo tipo de ranas.
Diversidad.
Miré mis piernas,
estaban llenas de arañazos de las ramas, de barro de agacharme y de sangre,
todo eso se notaba el doble ya que yo soy muy blanca. Sé que estábamos en pleno
diciembre pero me encantan los vestidos, blancos, simples, un bolso marrón y
manoletinas del mismo color.
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