Listaa

lunes, 12 de enero de 2015

Página 184.

Me dirigí al claro y Cristina estaba donde la dejé. Me escuchó venir ya que hacía ruido cada vez que pisaba la hierba. Me acerqué a la piedra.
—Me gusta—dijo refiriéndose a la corona.
Sonreí—¿Nos vamos?
Se resignó a decir que sí. Me puse la chaqueta y nos adentramos.
—¿Has terminado el dibujo?
—Me faltan algunos detalles.
—Bien, cuando lleguemos lo podrás terminar. Por cierto, toma—Saqué el dibujo que me había regalado el otro día del bolso.
—Es tuyo, es tu regalo.
—Da igual, me gusta más vivirlo—concluí.

Las dos estábamos pendiente de todos los detalles que nos brindaba el bosque. Cada vez que andaba rompía un pedazo de hielo. Al fin vi una charca.
—Espera.
Se quedó observándome. Cogí un palo y quité el hielo de la charca.
—¿Qué haces?
—Dar sentido a la existencia de los renacuajos. No quiero que procreen con, ¿Sus hermanos? —la miré con cara de asco. —Tal vez todos sean hermanos.
—A lo mejor estaban adaptados para vivir solo en esa determinada charca.
—¿Crees que les puede pasar algo? —Me preocupé.
—Sinceramente, sí.
—Bueno, entonces me los quedaré y los llevaré a mi casa, y en cuanto pueda, los volveré a dejar en su charca. Es como mi condena a volver. —Sonreí.
—Solo son…ranas...bueno, ni eso.
—Seres vivos. —Determiné.




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