Abrí unas pequeñas puertas que cerraban las ventanas y entró
la luz, la habitación ahora se podía ver con más claridad. Cogí el picaporte de
uno de los armarios y me dispuse a tirar. Casi vomito, había una especie de
rata muerta. Tuve que salir corriendo a coger aire fresco.
—Esto es peligroso— Me recordó Cristina.
Me recompuse y me hice la dura —¿ A caso tienes miedo?
— la reté.
Negó y seguimos caminando a lo que parecía un bar. Lavé el
cristal con la palma de mi mano, estaba lleno de polvo, y miré tras él desde fuera aún quedaba parte
de la barra. Sin pensarlo dos veces entré. Me salté la barra patosamente y abrí
las vitrinas que estaban detrás de ella —¿Quieres? —Al parecer había unas botellas de
alcohol llenas de polvo y telarañas. Abrí el tapón y lo olí — El alcohol,
técnicamente, no caduca— Di un trago y cerré fuerte los ojos. Dios estaba
fuerte ¿Ron? ¿Era Ron? Limpié más el polvo de la botella y vi que había algo
escrito ¿Sería como la etiqueta en esos tiempos? Intenté leerlo. —Fabricado en
1875. — Estaba en
inglés. Levanté la vista hacía Cristina que se había reído cuando pegué el
trago —¿Te gusta la historia? —Levanté una ceja.
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