—¿Estás loca? —Me quitó la botella de la mano y la volvió a
dejar donde estaba. Me sacó a rastras. —Al menos déjame ver el cementerio—Se
resistió pero al final acabó cediendo. Durante todo el viaje me fijé bien en
todo, disfruté de la experiencia. Menos mal que he ido poniendo marcas para
saber cómo volver a venir.
Llegamos al cementerio, era un cementerio muy pobre con unas
15 tumbas. Ni si quiera tenía nombre y estaban enterradas en el mismo suelo, no
eran como las actuales, que sellarían de la tierra.
Tenían vegetación por encima—No creo que fuesen tan malas
personas si en la propia tumba crecen seres vivos—La miré y asintió.
Fui mirando una a una, en los palos de las cruces había
diferentes tipos de marcas, el cementerio estaba recubierto por unos palos con
forma de flecha al final, todavía se notaba algo de pintura negra, me llegaban
por algo más encima que las rodillas.
Puse una media de dos flores por cada tumba, cuando casi
estaba llegando a la última tumba vi una sombra acercarse, me puse en pie ya
que estaba en cuclillas y dije a Cristina —Mira— Señalé. Nos quedamos paradas.
—¿Qué coño estáis haciendo aquí? — Era un hombre con los dientes
completamente picados y un sombrero en la cabeza, tenía una escopeta bajada en
el brazo.
—¿De qué película ha salido este tío— Me susurró Cristina.
—Calla. — La eché hacía atrás con el brazo— Hola señor, soy Nina y esta es
Cristina— Señalé.
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