Nos llevó a un lugar más íntimo, por así decirlo, dónde había un par de
mantas, botellas y una fogata en medio.
—¿Qué os trae por aquí? Se sentó y nos indicó que nos sentáramos.
Lo hicimos rápidamente. Cogí la mochila de Cristina y saqué la carpeta
sin prestar mucha atención mientras él tomaba un trago de la botella.
Saqué el dibujo que la había devuelto anteriormente y lo encontré rápido
porque sabía dónde lo había puesto. Se lo entregué, lo cogió y lo miró.
—¿Dibujas?
—Yo no, ella—Giré la cabeza hacia Cristina. Creía que la iba a dar un
infarto en cualquier momento.
—Es bueno— Se lo ofreció a Cristina. La di un codazo para que
racionara, pero se quedó inmóvil —Oh,
vamos no me tengas miedo—La sonrió y por fin lo cogió. — Lo de la escopeta es para asustar a
los que vienen a tocar los cojones. — Se rio y me la ofreció para que la mirase.
—No sé de escopetas— confesé,
La abrió—Mira—Los tubos estaban vacíos, era verdad—¿Así que
crees en fantasmas preciosa? —Asentí. —¿Y tú
por qué no? — Se dirigió
a Cristina.
—Cris. —
Susurré y la miré, pero seguía callada, quieta, la tomé el pulso para
asegurarme de que no se había muerto —No está acostumbrada a estas cosas señor—
repuse.
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