— ¿Y tú sí? —Alzó la ceja y tomó un trago. Negué. Me ofreció
la botella— ¿Quieres? —
Volví a negar. — Peor
para ti, ¿de dónde venís?
—Del claro que está bajando la colina.
Suspiró—¿Y queréis iros ahora? ¿Sabéis la hora que es?
—Negué y saqué el móvil, las
siete de la tarde, ya era casi noche cerrada. Se me había pasado el tiempo
volando.
—Es peligroso, bajar por ahí solas a estas horas—Nos sostuvo
la mirada a las dos.
— ¿Qué nos podría pasar? — No aparte la mirada.
—Osos.
— ¿Osos aquí? —Dije en tono irónico.
—Alguno por ahí he visto— Su mirada no decía nada.
—¿No se supone que los osos invernan? —Caí en la cuenta.
—¿ Y su y un oso coge y precisamente esta noche quiere salir?
—Se rio y tomó otro trago de la botella.
Contuve la respiración—No creo en coincidencias.
—¿No crees en coincidencias pero si en fantasmas? —Soltó una
risa irónica—Digamos que no te topas con ningún oso, aun así está la
desorientación, ¿crees que vas a llegar al claro sin perderte? —Me miró con cara de “estas jo-di-da”
Razoné su idea pero no lo admití. —Dejé marcas para volver.
— Me estaba empezando a
cabrear.
—Perfecto, se lo has puesto en bandeja de plata a los ojos,
rastrearán tu olor y vendrán hasta aquí, yo que tú correría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario