—Sí, la verdad.
—Os preguntaréis, ¿por qué está aquí, verdad?
—Ajá.
—No lo sé ni yo, sólo sé que un antepasado lejano mío habitó
aquí algún día—cuando empezó a hablar me acomodé en el hombro de Cristina— Ahí
varias versionas de la historia, leyendas, ya sabéis—alzó ambas cejas. —Ahora
los que vienen solo están aquí para fumar y beber y destrozar todo. Pero me
estoy yendo del tema. —hizo una pausa para acercar ambas manos al fuego y
calentarse—. Se dice que en el pueblo, había algún mal, un espíritu, algo. Y
decidieron trasladarse aquí, protegidos por las altas copas y las montañas.
Pero ya sabéis lo estúpidos que eran en esa época, se creían todo, así que
hicieron traer sacerdotes Americanos, se trajeron todo consigo, mujeres,
comida, bebida.
—¿Quiere decir que los americanos no se volvieron a ir?
— le interrumpí.
—Durante un gran época, no, vivieron juntos, “luchando”
contra el mal espíritu, se aceptaron ambas culturas y mataron a varios hombres
inocentes, creyendo que había hecho pactos con el diablo.
—Eso significa que si yo, por ejemplo, siempre he tenido
descendencia familiar, de aquí, puede que mi tatatatatatataraabuelo tuviese
algo con una Americana, ¿no? —Asintió— ¿Así que tengo genes americanos?
—Podría decirse que…sí.
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