Cuando llegamos abajo los ciervos ya se habían ido, yo había
acabado con las piernas echas un asco.
Me quité los zapatos y metí el pie en el agua. Congelada,
como me esperaba. Me entró un antojo de un cigarrillo. No había fumado ni uno
en todo el día, no me lo podía creer ¿yo sin fumar? Saqué el paquete de tabaco
del bolso y ofrecí uno a Billy que lo aceptó.
Me tumbé en el suelo que estaba lleno de piedras y miré al
cielo mientras me fumaba el cigarrillo, había bastantes estrellas.
—¿Podría dejarnos a solas…?Me voy a asear y eso.
Vaciló un poco y se puso rojo—Ah vale, vale—se rio—os espero
en las mantas, andad con cuidado—dirigió la vista a las dos.
—¿Asear Nina? —preguntó Cristina
—¿Te molesta? —Negó. Esperé un tiempo de margen para que Billy llegase y no
me viera. Tenía las piernas y la cara llena de barro, arañazos en la espalda,
en las piernas y en las manos. Me quité la Rebecca, y el vestido, y después me
desvestí por completo. Doblé la ropa y la metí en el bolso.
—Qué incómodo —la salió una sonrisa nerviosa y miró hacia otro lado.
—¿Tú no te lavas?
—No gracias—se rio.
—Bueno— entré lo más rápido posible en el agua aunque
estuviese fría no me gustaba mostrar mi cuerpo a nadie.
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