Cuando me desperté, Cristina ya estaba levantada mirándome.
Me incorporé rápido —¿Qué haces? —Dije echándome hacía atrás.
—Nada, esperando a que te despiertes.
—¿Y Billy?
—
Creo
que ha ido a revisar las casas. Antes le he visto mear en una especie de cubo —puso
cara de asco.
Me reí y me volví a tumbar—Estoy cansada. —Confesé—Billy ha dejado algo para ti, dijo que te
curaría los arañazos—Me mostró un bote en el que había una especie de líquido
vede. Puse cara de asco y lo olí. —Sólo son plantas—Me aclaró. Se untó un par de dos y me
destapo las piernas. El líquido estaba frío y escocía al entrar en contacto con
la piel, de las piernas pasó a los brazos, y de los brazos a la espalda, de la
espalda a algunos arañazos que tenía en la cara.
—Gracias—mostré una sonrisa vertical.
—¿Puedes dejar de decirme gracias a todas horas? —se rio.
La sonreí—Estoy es muy…—busqué la palabra—Rural—decidí.
—Deberíamos irnos, mi madre estará enfadadísima.
—¿Nos podemos quedar un ratito más? —Puse morritos. Me había gustado la experiencia.
Se encogió
de hombros—Total, ya he faltado un día, qué más dan dos—me sonrió.
—Ven,
túmbate, disfruta, descansa—di un par de palmadas al lado mía en señal de que
se tumbase.
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