Fuimos a la cascada de ayer, el viento pegaba fuerte, pero
aun así había sol. Me quedé mirando desde arriba la cascada y vi como Billy
pescaba y Cristina buscaba bichos en los charcos. Me solté el pelo. Noté todo el aire fresco en
mi nuca y me pelo se desplazó hacia otro lado perdiendo el control. También
sentía como mi vestido ondeaba, se me pusieron los pelos de punta. Divisé de
nuevo el bosque entero. Hice un pequeño enfrentamiento en mi mente ¿Acantilado
o bosque? Sonreí. ¿Y si hubiese un acantilado en el bosque? Sería perfecto.
Entre tanto oí a mí móvil. En una punta tan alta había cobertura. Todo se
resumía en Edgar y Carla y llamadas perdidas de Diego. A Edgar le dije “Mañana
comemos” Miré por encima las parrafadas de Carla “Deberías habérmelo dicho,
supuestamente era tu mejor amiga.” Pensé en Agata, estaría preocupada
así que la escribí “Agata estoy bien, hoy volveré a casa” Bloqueé la pantalla y lo
volví a meter en el bolso.
Billy no hacía otra cosa que sacar peces del río y yo les
quitaba el anzuelo y los volvía a echar al agua cuando no me veía. Se enfadó.
Pero en realidad me daba igual, pobres peces, este hombre va acabar con todo el
bosque al paso que va.
Ahora sí que sí, era de hora de irse. Nos quedaban dos horas
a pie para salir del bosque y otra al menos para llegar al pueblo.
Billy volvió a insistir en acompañarnos y durante el viaje de
vuelta nos fue explicando cosas del bosque que ni Cristina ni yo sabíamos.
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