Fruncí el ceño cuando vi que Edgar no se encontraba tumbado a
mi lado. Giré y ahí estaba, era la pura rencarnación de lo irresistible. Hice
un ruido al estirarme algo exagerado para que captar su atención. Giró sobre sí
mismo, bien, lo había conseguido.
—He tenido que inventarme una excusa cuando mi madre te ha
visto en mi cama— se acercó a mí y sentó sobre la cama. Sonrió y puso un mechón
de pelo detrás de mi oreja. Los rayos de sol entraban por la ventana e incidían
directamente en su cara, pide ver un brillo en sus ojos diferente a ningún
otro, sus ojos hacían que me quedase sin respiración. Puse mi mano con timided
en su mejilla y le acaricié suavemente. Cerró los ojos y presioné sus labios
contra los míos.
—Esto sí que son buenos días—me atreví a decir.
—Si tardas mucho más mi madre vendrá a ver qué pasa—giró la
cabeza hacía la puerta—Dije, que, esta mañana, temprano, te encontrabas mal y
viniste a decírmelo.
—¿Y no dijiste a tu madre que su sexy hijo vino ayer a las
tantas a mi habitación para que durmiese con él? — Alcé una ceja y sonrió.
—En resumidas cuentas—hizo caso omiso a mi pregunta retórica
. Puse los ojos en blanco. — Mi abuela preparó algo y te espera abajo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario