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domingo, 1 de febrero de 2015

Capítulo dieciséis. Familia Nardacchione. Segunda parte, analgésicos. Página 221.

Dormí más de la cuenta y cómo no estaba acostumbrada a tomar pastillas me entró una jaqueca enorme al despertar. Bajé y me tome un paracetamol. 30 minutos después Edgar ya estaba golpeando mi puerta. Le abrí y me siguió hasta mi habitación. Se sentó en mi cama, la que había hecho anteriormente de forma rápida.
—Se me ha pasado la hora—comenté aún en pijama.
—Ya veo, ya—me empecé a desvestir para ponerme al rápido.
—No mires tanto, que ya has visto todo—me reí.
—Siempre me apetece ver más—me cogió del brazo y me tiró sobre él. Se tumbó en la cama y empezó a quitarme poco a poco lo que me había puesto.
—Para—me quejé riéndome. Me lo volví a subir y él lo volvió a bajar. Me besó el cuello. —Perderemos el autobús…—dije en  voz baja.
—Da igual, hay otro después—subió a besarme la mandíbula.

—Pero…—Me calló besándome en la boca y cedí.
Dejé que me desvistiese y mientras rebusqué un condón en la mesilla. Saqué el primero que vi y le miré dudosa. Se rio y sacó uno diferente de su cartera —Vale…—repuse.
La ropa fue desapareciendo sin darme mucha cuenta y de un minuto a otro no había absolutamente nada más que sábanas. 
Toqué el pecho suave de Edgar y bajé hasta su abdomen con la mano. Me sonrió. Repasé el pequeño tatuaje que tenía al lado de la pelvis con la yema de mi dedo índice. 
—He pensado hacerme otro por estas navidades. —volvió a sonreír. 
—¿Dónde? —Me senté encima de él. Me llevó la mano hasta su hombro y bajó hasta su muñeca —¿Tan grande? —Sonreí.
—¿No te gusta?
Negué. —Me encanta—Fui a besarle.

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