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martes, 10 de febrero de 2015

Capítulo diecisiete. Familia Nardacchione. Tercera parte, ¿Los pingüinos tiene rodillas?. Página 227.


Familia Nardacchione.
Hizo lo que le dije, se notaba el calor que venía de dentro, lo agradecí. Edgar subió y me dejó sola en la entrada, me moría de vergüenza menos mal que no había nadie. Sólo veía un pasillo delante de mí.
Edgar bajó—¿Todavía no has entrado? —Negué. Se puso detrás de mí y pasó sus manos por mi vientre. —No te pongas nerviosa—me besó la mejilla—Todo irá bien—bajó a mi mandíbula y luego a mi cuello.
—Está bien…—dije no muy convencida. Me aferré a su mano y me llevó por el pasillo, giró a la derecha y vi una puerta de madera con cristales de la que salía luz. Se oían risas, voces, golpes. Le miré y abrió la puerta. La sala estaba repleta de gente y a mí me sudaban las manos, había más gente de la que me esperaba, niñas pequeñas, hombres desde los más mayores hasta los de mi edad, estaba a reventar. Había muebles de madera con libros en todas partes, una mesa grande, un par de sofás y una chimenea. Todos me estaban mirando a mí y me puse roja, miré al suelo, había una alfombra bonita, verde oscura, roja y dorada.
—Esta es Nina—oí la voz de Edgar que me apretó la mano aún más fuerte.
—Hola—dije con un hilo de voz. Sentía el calor en mis mejillas, en mi cara. Seguro que tenía coloretes. La habitación se quedó totalmente en silencio por una milésima de segundo y luego se abrió paso a un ruido inaguantable de risas y voces, todo se volvió saludos, besos y abrazos mientras que yo sentía que me iba a dar un infarto en cualquier momento.
La madre de Edgar fue la primera en comerme toda la cara a besos, el padre me saludó tímidamente mientras que me ofrecía la mano. Solté la de Edgar y se la estreché a su padre, tenían las mismas manos. Vi como Edgar me abandonaba y se iba a coger a una niña en brazos haciéndola cosquillas. Guardaría esta a Edgar por dejarme sola aquí, me estaban temblando las piernas.

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