—Joder—se puso tenso. Rio cerca de mi sonrisa y volvió a
besarme.
—Perdón—seguí moviendo las manos por dentro de su camiseta en
busca de calor.
—Lo que más frío está es el anillo—sonreí y sentí algo nuevo
en su pezón, metal, miré por debajo de su camiseta.
—¿Y esto? — Me refería al piercing.
—¿Te gusta? —Asentí. —Es que
cuando no me hablas ni me haces caso me aburro mucho.
—¿Y te haces piercings? —asintió y me reí.
Le conté lo mal que lo había pasado, hablamos de lo que hizo en la fiesta y no me sentí nada bien,
pero él dijo que estaba muy mona cuando me ponía celosa y se me pasó. Hablé de
Taylor, que había estado durmiendo con él y que era el mejor regalo del mundo,
me escuchó pacientemente.
Salimos y dimos una vuelta por ahí—¿Qué tal las notas?
—dijo ya sentado al lado de una
fuente en el parque.
Me encogí de
hombros—Ni si quiera he ido a por ellas—me reí.
—Eso ya es de muy malotas.
—Me lo dice el Santo, ¿no? —me cogió y me tiró sobre él, quedé encima suya.
—Tenía pensando que…tal vez te gustaría venir algunos días a
mi pueblo, con mi familia y eso.
—Qué vergüenza —me reí—Pero sí… me vendría bien un cambio de
aires. —Jugué a quitarme el anillo y a ponérmelo mientras que hablaba—¿Para
cuándo sería?
—Nos iríamos mañana en autobús, porque la moto está allí.
Además así podemos hablar en el camino.
—Sí—suspiré y me froté las rodillas. —Estaría bien.
*
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