No hizo falta hablar mucho más. Ahora me sentía más cómoda
que en Poveglia y con más seguridad y confianza. Mis manos iban de su nuca a su
pelo y después a su espalda, la hacía repetidas veces. De vez en cuando ponía
ambas en su pecho, pero en resumen eso fue todo. Hasta que me dejó abajo a mí.
—Me estoy muriendo de calor —dije antes de que empezase el
segundo asalto.
—Eras tú la que estaba tapándose casi siempre con la sábana—la
arrancó y la tiró al suelo.
—Primero—dije— había hecho la cama, imbécil. Segundo, sabes
de sobra que no me gusta mi cuerpo.
Me lo manoseó y empezó a besarme la clavícula —Pues a mí me
encanta. —Noté como
succionaba un pedazo de mi piel abajo e la clavícula y a comienzos del pecho.
Me reí bajo y entrelace mis piernas en su cadera.
—Qué culo más suave bebé. —me reí. Y empezó de nuevo. Tenía cara de concentrado, notaba
el cabecero haciendo ruido contra la pared. Como entren mis hermanas me muero.
Puse una mueca y me miró —¿Pasa algo? — Le llevé la cabeza a mi cuello cómo señal de que siguiera y
negué. Levantó la cabeza de nuevo.
—¿Bebé? —alzó una ceja
—Era broma inútil. —me reí.
*
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