Si tenía que conocer a mis suegros al menos debía estar
decente y dado que a mí se me da fatal pintarme
tardaría el doble en hacer dos rayas que tuviesen un parecido lejano. Me
encogí de hombros —Es lo que hay—abrevié ante él.
Llegaron las seis y media y yo aún seguía secándome el pelo.
—¿Te falta mucho? —dijo Edgar sentado en mi cama.
—No—mentí—plánchame el pelo que no llego a la parte de atrás.
—¿Qué? —dijo
apoyándose en el marco
—Ven—le cogí del brazo—Así—me planché un mechón para que lo
viese.
—Ummm…bien—Lo hizo mientras yo me echaba un poco de rímel.
Tampoco quería ir muy maquillada a ver a su familia. Se le daba mejor de lo que
creía.
No tenía ganas de ir hasta el centro sólo para coger un bus
asique montamos en tres y llegamos rápido.
Nos sentamos en la valla de central a esperar el autobús. Fue
un aburrimiento, venía con bastante retraso.
Cuando llegó Edgar cargó las cosas debajo y yo le esperé en
la puerta de la entrada del autobús. Subí las escaleras y el me dio una
cachetada en el culo, le empujé y casi cae rodando escaleras abajo. Al entrar
nos pusimos lo más atrás posible y discutimos sobre quién se pondría al lado de
la ventana. Edgar me tiró con cuidado y yo volví a intentar apoderarme con su
sitio. Al final me dejó sentarme y miré con orgullo por la ventana.
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