En el piso de arriba
se notaba el frío y la humedad, las camas estaban tapadas por dos pares de
mantas gruesas. La habitación de Edgar me quedaba al final del pasillo. En la
que estaba yo era grande, con una litera, una cama de matrimonio y dos comas
bajas normales.
—¿Sois muchos aquí? —pregunté a Avril
—Cuando nos juntamos todos sí, esta habitación es para que
duerma con mis primos, mis primos y yo jugamos hasta que la abuela se enfada.
Esta es mi cama—señaló a la litera de arriba. En verdad, me lo esperaba.
—Hoy mis primas no están porque
mañana hay trabajo, pero seguro que a la noche dormirán aquí—dijo mientras
subía las escaleras. Puse mis manos en su culo para impulsarla, la elevé y
subió más rápido. gateó hasta llegar a la almohada. —¿Te gusta mi pijama? —me indicó con las manos y asentí.
Caí en la cuenta de
que mi maleta se la había llevado Edgar, salí dela habitación y llamé un
par de veces a la suya. —No tengo ropa—cerré la puerta tras de mí y divisé las
paredes de la habitación.
—Sí, ahora te traigo la maleta—salió y miré las fotos de
Edgar de pequeño, qué mono. Me senté en la cama, era blandita. Miré sus
medallas, abrí la mesilla, calzoncillos, me reí. Levanté algunos y vi un
lubricante y varios preservativos. Los alcé en alto, era como el que tenía
antes en la cartera. Oí abrirse la puerta y solté todo de golpe, lo coloqué por
encima, cerré el cajón y me senté encima de la mesilla. —¿Qué haces? —me miró Edgar.
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