La visita a la familia Nardacchione no iba tan mal como me
esperaba y la hospitalidad por su parte era tremenda. Edgar estaba más
pendiente de mí que habitualmente y yo era el tema principal de casi todas las
conversaciones en la casa.
Edgar me cogió de la mino y miré el gesto, bajé la vista
hacía el asfalto negro que estaba desgastado y húmedo —¿Qué tal dormiste?
—Sabes que si por mí fuera hubiese dormido más. —reí y acaricié sus nudillos con mi
pulgar.
—Si no se nos va el día y quería hacer cosas contigo—el cielo
estaba nublado— Hoy me he propuesto, por segunda vez—me sonrió— enseñarte a
montar en moto— le miré—Ya que la última vez no salieron las cosas muy bien—
hice una mueca— Te obligo— elevó el tono de voz y repitió la palabra— te
obligo, a que te pongas el casco.
—Pero…—intenté defenderme.
—No hay peros— miré el lado bueno de la situación, al menos
taparía la cara tan fea que tengo. Así que asumí las condiciones. —No es una
moto, moto…pero es lo que hay— dijo quitando una manta llena de polvo de
encima. Pasó un trapo, la verdad es que la moto estaba bastante sucia, pero su
color era negro, y eso me gustaba
—¿Sabes? Me recuerda a la situación de luna nueva, cuando
Jacob y Bella se proponen arreglar las motos…y eso.
Puso cara de asco —Primero, esa película es lo peor. Segundo,
yo no soy un manitas—sostuvo mi mirada — tercero, tú eres mucho más patosa que
Bella—sonreí hacía esa última afirmación.
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