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domingo, 15 de febrero de 2015

Página 247.

—Ed…estoy bien— era la primera vez que hablaba después de todo lo que había ocurrido. Edgar sonrió levemente al escuchar mi voz. El tiempo se me hizo eterno hasta que tres hombres entraron en la habitación. La madre y la abuela de Edgar miraban la escena con cara de preocupación. Uno de ellas llamó a Edgar. Mientras que otro me preguntaba por mi nombre, edad,  y esas cosas sin importancia. Me levantó la camiseta y miré a mis heridas.
—¿Qué sentiste al caer?
—Quemazón—aseguré— no podía respirar.
—Bien, la caída sólo te causo algunas quemaduras por rozaduras que se pueden solucionar con pomada, en cuanto al no poder respirar fue igual que cuando te dan una patada en el estómago. No hay que preocuparse, tus constantes están bien, ahora puedes respirar ¿lo ves?
Asentí. Todo lo bien que pudiese respirar una asmática.
—Lo que me preocupa es este hombro—hizo una mueca. Al parecer hoy todo el mundo se dedicaba a hacer muecas. —Te lo debemos colocar, y es un proceso que duele, tal vez prefieras escayola.
—¿Si me lo coloca ahora tendré que llevarla?
Negó— Sólo una especia de goma que te sujetara el hombro unos días.

     Asentí y tragué saliva—Vale.
—Dolerá—me aseguró.
—No puedo ver esto—Edgar se marchó de la habitación. Le vi salir y sin esperármelo el hombre hizo un movimiento brusco con mi hombro. Pegué un grito ahogado. Creía que me habían arrancado el brazo de cuajo. 

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