—Es mejor no avisar— me aseguró el médico. Estaba por llorar
del dolor. Me echó un spray —Esto puede que te deje cardenales. —me pasó un goma que iba desde mi
cuello a mi hombro. Ya no me dolía tanto, pero aun así lo seguía haciendo. El
médico se alejó de mí y fue a hablar con Edgar, cerré los ojos y esperé a que
pasase todo esto. Noté algo de calor al lado mío y me acerqué a él, abrí los
ojos, me pesaban bastante
—El médico ha dicho que reposes, y que si te duele bastante
te dé un calmante — asentí y me intenté apoyar en él. Se quitó y se desplazó de
mi lado.
—Te has ido— le miré con cara de tonta.
—No te hago bien Nina.
—Vamos Edgar, no has tenido la culpa de esto, es solo un
hombro.
—Tú no lo entiendes, es como si te hubiese puesto una pistola en la mano sabiendo que tú eres todas y cada una de las balas del mundo—salió de la habitación. Me levanté de la
cama, me encontraba cansada y el suelo estaba frio.
Abrí la puerta con mi otro brazo y le hablé cuando se
disponía a bajar las escaleras —Pues explícamelo— se quedó parado.
Se giró y sin mirarme soltó —Mañana te llevaremos a tu casa,
no puedes quedarte más tiempo aquí.
—Quiero estar aquí—aseguré y bajé un escalón—Contigo. — Susurré
y me acerqué a él, le abracé con mi único brazo—Sabes que soy una patosa—
sonreí.
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