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domingo, 15 de febrero de 2015

Página 250.

—No—mentí. Sí, y mucho. Mientras que echaba la pomada intenté no hacer ninguna expresión para que el no notase si me dolía o no —Definitivamente, no vales como profesor de autoescuela— me reí pero eso le había dolido. Le obligué a que se riese buscando las cosquillas que bien sabía dónde las escondía. Se sentó en la cama y me bajé con cuidado la camiseta. Me puse en pie y atraje su cabeza a mi pecho. Él se quedó quieto sobre mí y yo le acaricié el pelo de la nuca —Eres tan hermoso…—era lo único que podía decir ahora. El alzó la vista apartándose de mi pecho y yo le besé, hacía mucho que no le besaba. Toqué sus nudillos, tenía sangre seca por la palma de la mano y le estaba empezando a cicatrizar. Inspeccioné con sumo cuidado la mano. —¿Y esto? — no respondió y recordé la escena en la que daba puñetazos y patadas en la moto. Patadas. Caí en la cuenta. Tardé en desabrocharle el botón pero lo conseguí. Le bajé los pantalones precipitadamente. Bajé la mirada hasta sus espinillas. Hematomas amenazaban con salir.  Pasé la yema de mis dedos con cuidado por el foco de la herida. Había una línea con un tono morado marcando con qué parte de la pierna había golpeado, un río de sangre seca se pronunciaba hasta casi sus tobillos. Tomé bastoncillos y betadine con el que me habían pringado anteriormente. Empecé por sus piernas casi sin rozar las heridas.

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