—Es que mi primo no sabe vivir sin mí— le cogió la mano y le
besó la mejilla. Vaya familia más cariñosa.
Me levanté del sofá cuando Avril vino y me llevó a rastras
hacía una mesa con sillas pequeñas en las que se encontraban más niñas de su edad—
Hola — saludé sonriendo a todas.
—¿No tienes brazo? — se acercó una a mí y pasé de ella.
—¿Qué quieres Avril? — dije algo irritada. Me sentó en una silla pequeña, temía
que se me estuviesen viendo las bragas así que me subí bastante más el
pantalón.
—Tú eres la mamá—la miré con los ojos muy abiertos, acercó un
carrito de juguete y lo destapó, estaban todos los gatos, hasta el negro—Oh,
Avril, al final le has aceptado.
Lo cogí ahora con menos facilidad que el otro día por el
maldito brazo—Se llama Mordisquitos—sonrió.
—Mordisquitos es un nombre genial—asentí y le acaricié.
Las conversaciones alrededor de mí eran como un zumbido
lejano, creo que estaba empezando a entrarme el sueño y todo lo que había
pasado hoy con Edgar me superaba. No asimilaba el hecho de que quería que me
fuese, que luego me tratase mal, y después me diese en toda la nariz.
Me hacían preguntas o me llamaban la atención pero yo
contestaba con monosílabos o los miraba sin mucho interés, ni el café me hizo
moverme un poco. Creo que me quedé adormilada en la silla porque cuando me dijeron que nos íbamos me
tuvieron que agitar.
Cuando llegamos a casa de Claire avancé con pasos vacilantes
y temblorosos hacía la habitación de Edgar. El plan era este:
Coger la ropa rápido y salir lo antes posible.
Me armé de valor y entré.
*
Nina, lo dejas siempre en lo más interesante y yo pues me pongo nerviosa. Por favor, sube capitulos nuevos prontito. Escribes genial, ojalá conocerte algún día. Un abrazo enorme ♥
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