No sabía por dónde coger la situación—Emmm…—pensé en qué
decir—gracias, debería irme.
Ambos me miraron salir de la habitación sonriendo. Estaba
mareada, los analgésicos estaban haciendo efecto. Me froté una sien y me apoyé
en el marco de la puerta.
—Lo he escuchado todo—me asustó la voz de Edgar. Aunque
después me tranquilizó su risa.
—No he pasado tanta vergüenza nunca—le puse la caja de
condones con severidad en el pecho.
—¿Y la otra te la quedas? —rio y yo me dirigí a su habitación.
—¿A caso quieres tomar tú la píldora? —dije muy seria y me metí en la cama.
El entró al otro lado y empezó a manosearme. —Te juro que como me vuelvas a
tocar te corto la mano.
—Has sido tú la que querías hacerlo.
Me levanté enfadada. Si supiese que no lo había hecho porque
quería, que sólo era porque él se sintiese mejor —Pues tú tampoco es que te
hayas apartado— dije en tono serio. Prefería decirle eso a que la verdad para
no hacerle daño.
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