Me monté en el coche, bien tocaba viaje con Mr y Mrs “activos
sexualmente”, me reí de mi broma privada y vi los coches de los demás
familiares de Edgar adelantar al de su padre. El estilo de conducir del padre
de Edgar me recordaba al de su hijo. Trazaba curvas elegantes.
Veía montañas acercándose. Sus padres tenían un Jeep que me
enamoró. Podría ponerme en pie cuando quitaran la capa de arriba, me agarré a
una de las barras cuando atravesaron el campo, había más gente pescando, en
barcas y canoas. Dudé entre si era un lago o un pantano. Aquí se notaba que
hacía mucho más calor que en Jesolo. Bajé del Jeep y ayudé a bajar cosas del
maletero. Había sillas, comida, bebida y mantas. No me gustaban las gafas de sol,
pero me las puse porque tenía unas ojeras impresionantes. El pantano tenía
piedras en las que Avril y otras más no paraban de subir, bajar e ir de lado a
lado. Me senté en una de las mantas y la miré jugar mientras que Edgar abría y
colocaba cosas en la mesa.
Vi a Avril acercase corriendo a mí y sonreí—¿Puedo peinarte?
—asentí.
Me hizo un par de trenzas, peinaba bastante bien para la edad
que tenía —¿Estoy guapa? —eso
era imposible.
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