—Pero…¿Esto no tiene una rueda de repuesto…?
Me miró— Por una vez dices algo inteligente en tu vida—me dio
un beso en la frente.
Abrió la puerta trasera y levantó el suelo. Ahí estaba, una
rueda. Sacó primero la caja llena de herramientas.
—Quítate la camiseta—susurré—te vas a manchar.
Asintió. Se le notaban las venas en los brazos y eso me
encantaba. Las comisuras de su cuerpo se marcaron aún más y me quedé babeando.
—No me mires— se dio cuenta y bajó la rueda. Se agachó a
altura de la rueda pinchada y me apoyé en el coche a su lado. Le miré arreglar
el estropicio que yo había hecho. Se le veían los boxers más de lo normal al
agacharse y me reí. —
¿De qué te ríes? —alzó
la vista y ejerció presión sobre el gato.
—De nada—seguí sonriendo y saqué un cigarrillo. Toqué su
espalda con la yemas de mis manos…se le marcaba tanto, estaba tan tonificada,
tuvo un escalofrió y el bello de la espalda se le puso de punta y quité la
mano, sí la tenía bastante fría, me avergoncé e intenté buscar salidas—Pronto
tendrás que decidir en qué quieres trabajar… ¿Y bien?
—¿Te refieres a qué quiero ser dentro de unos años? —siguió a lo suyo.
—Supongo que sí—me encogí de hombros y me dolió. Escuché como
quitaba unas tuercas bastante grandes.
Se puso en pie y pisó con el pie el metal—Es que está
muy fuerte—me aclaró. Después volvió a bajar y escuché un pequeño sonido que
indicaba que se estaba quitando. —
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