Reí ante su comentario. “La música ruidosa” sería el heavy
que ponía de vez en cuando para desahogarse un poco—Bueno señor….—me cortó.
—No me llames Señor, me siento viejo—reí—Félix.
—Bueno, Félix—volví a reír y le miré— Con tu nieto puedo
bailar rock n’ roll pegada como si fuese un lento. — no sé si me había entiendo.
—¿Le quieres mucho? —asentí— Me alegro de que esté contigo y no con todas las
chicas maleducadas con las que ha estado.
—Bueno Señor…—me corregí a mí misma— Félix— susurré
inmediatamente— puede que tenga modales pero soy una patosa.
—¿Y mi nieto no? Cuando Edgar era pequeño— me miró, era la
primera vez que me miraba a los ojos y me quedé algo anonadada. Cogí aire y me
dediqué a escuchar —Me llevaba a tu novio a un arroyo, a pisar charcos, tirar
piedras, explorar. Tú me entiendes. A lo
que ahora llaman jugar, y, cada vez que íbamos se caía al agua— reí— NI un día
salía seco cuando venía conmigo, creo que ya se tiraba hasta aposta. —Sonreí y
le seguí mirando — ¿Eso nunca te lo ha contado? —negué—Pues era un patoso, todo se le caía, todo lo
rompía, fue mi primer nieto, para mí fue como otro hijo —lo entendía — Así que
siempre estaba conmigo, hasta en estos tiempos seguimos bastante juntos— se
levantó y fue hasta un armario, me trajo una foto. Edgar estaba con un
chubasquero y unas botas amarillas muy feas. Me reí de su pelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario