—Edgar,
todo el mundo me mira mal, estoy sola, no pinto nada aquí—Empezaron a salirme
lágrimas de rabia — Y luego me culpan de haber robado a una niña pequeña.
Se quedó
callado y también se puso en pie —Bueno, espera que coja la chaqueta y se lo
digo a mi madre y…
—No— le corté— es la boda de tus padres. Joder, quédate.
—La boda no tiene sentido si no estás tú en ella— eso me
había llegado, como si hubiese chocado de frente en un muro de piedra, me apoyé
contra su pecho—Aguanta un rato más, por favor, y nos iremos, lo prometo —Acarició
la parte baja de mi espalda.
Suspiré, no quería estar ahí pero es que…eran sus padres —Sólo
si no me vuelves a dejar sola— le dije como si le hubiese perdonado la vida. No
quería quedarme más de una hora aquí porque me estaba revolviendo. No aguanté
ni media hora cuando corrí hacia el baño a vomitar. Edgar vino tras de mí y
dudó de si entrar en el baño de chicas.
Golpeó la puerta con los nudillos —Nina, ¿estás bien? — hice un ruido poco agradable para
ser escuchado y abrió la puerta rápido, sujeto mi pelo. Vomité por los nervios.
Tenía la cara blanca cuando me eché agua en la nuca, me apoyé
con las dos manos en el lavabo y me froté las sienes. Ed seguía ahí, mirándome.
Me miró preocupado y miré hacia el techo, me dolían las cervicales .
—Soy ridícula—suspiré— tu familia me odia.
—No. Porque no te lleves con una da igual.
—No es una. Son todos— grité.