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viernes, 28 de agosto de 2015

Noticias.

Hola, hola estoy activa respecto a la subida de Punto Muerto, os habéis fijado, ¿n0?

El tema a tratar es el nuevo vídeo que he subido en un canal que me he hecho hoy nuevo en you tube, es muy simple, me quedan por modificar miles de cosas en él, como vídeos dentro, personas, trama, fotos... pero menos es nada, ¿no?

Con cariño

Nina

xx


jueves, 27 de agosto de 2015

Página 314.

Edgar me siguió y yo entré en la casa sine escucharle. Pasé por el pasillo cuando noté que bastantes de sus primos me miraban. Claire me vio y me paró.

—¿Qué te ha pasado? — me miró. Yo tenía la mandíbula tensa, dirigió la mirada hacia Edgar— Tú y yo después hablamos— le dijo— Nina, ven necesitas una ducha. —Le seguí y me metí en la ducha. La sal fue desapareciendo de mi piel y lo agradecí. Me lavé el pelo en el que tenía tierra y me froté bien el cuerpo. Me desenredé el pelo y lo dejé caer en cascada sobre mi espalda. Salí con una toalla enredada en mi cuerpo y me dirigí a la habitación de Edgar en la que me encerré en su baño y me cambié sin dirigirle la palabra. Salí de la habitación. Hoy dormiría con Avril. 

Página 313.

Abrió la puerta rodando los ojos—Quítatela —repitió.
—No—estaba muy enfadada.
—Pues fuera— me empujo con cierto tono de burla.
No me quedó otra que irme al asiento trasero y empezar a quitarme la parte de arriba. Noté su mirada en el retrovisor interior fijada en mi espectáculo —Toda la ropa— dijo en un tono de orden. Me desabroché el sujetador y sus ojos se tornaron a un color más oscuro—Dame tu camiseta— dije seria y se le dilataron las pupilas.
—Mira quién quiere ahora mi ropa, ¿no me la habías tirado antes? — se burló de mí.
—Dame la puta camiseta— repetí en un tono incluso más serio. Me la pasó a regañadientes y me la puse con rapidez. Empecé a quitarte la abajo. —Como me sigas mirando a través del espejo lo rompo—dije decidida. Bajó la mirada. Él sabía que iba enserio. Me quité la parte de abajo rápido. La camiseta de Edgar me tapaba hasta medio muslo, pasé al asiento del copiloto serie y esperé a que arrancase.
—No te enfades tonta— posó su mano en mi muslo y avanzó peligrosamente hacia arriba.
—Quítate— dije en tono enfadado.
Apartó la mirada de la carretera y vino a besarme el cuello a lo que me aparté, frotó sus manos por mi pierna haciendo fricción y caso omiso a mi petición.
—Como no quites tu mano ahora mismo de mis piernas te la corto. —Edgar la quitó.

Me pasé el viaje callada hasta que llegamos enfrente de su casa. Bajé del coche y cerré la puerta lo demasiado fuerte como para que temblase y retumbase el sonido hasta por dentro.

Página 312.

En ese momento giré y me encontré con un miradero sin salida alguna, se acercó riéndose y yo fui hasta la valla que medía poco más de medio metro. Retrocedí hasta que mi culo chocó con los barrotes de esta y deslicé mi cuerpo temiendo que me cogiese. Miré tras de mí al mar y volví la vista hacia Edgar. Me cogió de las muñecas con una mano.
—Suéltame — le mandé. Se apoyó en mí y una pequeña puerta chirrió abriéndose, caí al agua. Estaba fría. Dios sabe qué habría en aquel agua. ¿Podría nadar con el hombro? Edgar me miró satisfecho con las llaves en la mano desde arriba y se rio de mí. Salí a la superficie echando el agua que me había entrado en la boca —Eres gilipollas— grité enfadada y me extendió la mano —No quiero — grité.
—Bien—se giró riendo—Pasarás toda la noche aquí.
Refunfuñé mientras pateaba para mantenerme a flote —Estúpido— dije entre dientes mientras me subía por los aires, puse mis manos en el suelo de madera y me arrastré para subir.
—Mi móvil— gemí sacándolo de mi bolsillo empapado.
—Pide otro a los reyes—se burló de mí.
Estaba lo suficientemente enfadada como para arrancarle la cabeza. Cuando el viento frío pegó en mi cuerpo y me castañearon los dientes Edgar me ofreció la chaqueta y se la tiré en la cara.
—Te odio— grité yendo hacia el aparcamiento.
—En mi coche mojada no entras— se rio con su voz grave y me atravesó para ir hacia la puerta del copiloto.
—Abre—gruñí. Abrió y cerró rápido cuando entré abrir yo.
Él se rio y bajó un poco la ventanilla.
—Quítate la ropa— sonrió.

—Mira Edgar—le advertí con el dedo índice señalándole. 

Página 311.

—¿Nos vamos? — dije incómoda mirando hacia otro lado.
—No—siguió mirándome concentrado.
Me estaba incomodando y tuve una idea ligeramente maravillosa. Vi la bandejita en la que ponían la cuenta y al lado las llaves del Jeep. La mujer se llevó el dinero y yo cogí las llaves del Jeep reanudando mi jugada de esta mañana, si antes se había levantado de la cama, ahora también lo haría. Cogí las llaves y las moví llamando su atención de nuevo , atrapé mi chaqueta del respaldo y salí corriendo con la certeza de que me él me seguiría.
Lo afirmé cuando escuché una silla arrastrarse en el suelo, volteé la cabeza y le vi sonriéndome preparándose para ir tras de mí. Corrí más rápido mientras la gente del restaurante me miraba, me choqué con gente al salir pero seguí mi camino sin pedir perdón. Corrí por el muelle mientras escuchaba el sonido de mis zapatos sobre las tablas del muelle, afiné el oído y escuché a otros amenazando con acercarse cerca de mí.

—Nina sabes que corro más que tú— se paró y aceleré.

Página 310.

La piel que había tatuado se quedó de un color rojizo y yo intenté comprender la caricatura que tenía expuesta en el brazo. No estaba terminada y era difícil de descifrar, aún más cuando le colocaron un plástico al redor. Se colocó la camiseta y después la chaqueta y no pude ver mucho más. Habíamos pasado allí dos horas.  Cuando salimos de la tienda ya se había ido la luz solar y el viento amenazaba con volver a despeinarme. Salí y Edgar me condijo hacia un restaurante que estaba bastante lleno.
Una chica nos condujo hasta una mesa vacía y yo me senté, él hizo lo mismo en frente mía.  Retiré la carta con desgana cuando me la dieron —No tengo hambre.
—Nina, no has desayunado, ni comido— me dio de nuevo la carta y pedí lo menos pesado que encontré.
Comí despacio, sin saborear mucho lo que tragaba mientras Edgar comía con ganas. De lo único que tenía ganas era de beber. Pedí una cerveza, algo nuevo por mi parte.
—¿Te estás haciendo la dura? — se rio de mí.

Me lo tomé como un juego y le reté. Pedí dos dedos de whisky escocés —Sólo me estoy haciendo la dura— le sostuve la mirada mientras movía en círculos el líquido de color marrón en el vaso. Me estremecí cuando el alcohol bajó por mi garganta pero no dejé que él lo viera. Tiré un poco cuando él no me estaba mirando, realmente prefería fumar a quemarme la garganta. Me decanté por tomar Nestea y dejar el alcohol a quién lo soportase. Edgar tenía los brazos por detrás del respaldo apoyando su peso en sus hombros mientras me miraba como si no hubiese otra cosa qué hacer.

Página 309.

—Ya tengo los bocetos preparados — tenía una voz áspera. Los trajo y jugó con sus dedos en la mesa de cristal. Edgar asintió y el chico extendió el brazo de manera que le indicó que pasase. Le seguimos y Edgar se quitó la camiseta. Se sentó en la camilla y yo en una silla al lado. Cogí su camiseta verde militar con un bolsillo en la parte izquierda del pecho negro de tela fina y la apreté con fuerza al llevármela a la nariz disimuladamente. El chico le extendió crema y después le pegó una especie de pegatina con tinta azul en la parte principal del hombro y se acercó una mesita de hierro con ruedas en la que había tapones de colores y una especie de pistola. Hizo un ruido sordo en el aire y luego la hundió en uno de esos tapones. Se acercó a la piel de Edgar y el ruido empezó a ser algo más camuflado. Alternaba la pistola y el pañuelo a menudo mientras Edgar me sonreía.
   ¿Del uno al diez cuanto te duele? — le acaricié su mano libre.
   Seis y medio— sonrió.

                                               *

Página 308.

La madera sonaba cada vez que daba un paso. La barandilla blanca medio oxidada que separaba la delgada línea entre el suelo y el agua del muelle estaba fría. El mar descansaba en calma mientras los barcos hacían pequeñas olas al entrar y al salir. La gente paseaba mientras Edgar me envolvía con su hombro. El agua dejaba un pequeño reguero de espuma al chocar con una de las columnas de hierro rígido que sostenía las tablas. El muelle estaba medio vacío ya que era la hora de comer y la mayoría de la gente descansaba en los restaurantes. El viento azotaba con fuerza mi pelo y mi cara. Entrecerré los ojos y me abracé a mí misma. Edgar me atrajo más contra él.
—¿Quieres comer? — una mano entrelazo la mía y con el pulgar le acaricié la piel de encima de los nudillos. Negué mientras seguía caminando. Con una horquilla me amarré el primer mechón de pelo y en el otro lado me lo puse detrás de la oreja.
—He estado buscando trabajo—comenté.
—Sabes que te puedo dejar dinero— me miró y se paró en seco .
—No, me vendrá bien.
Suspiró y se calló. Había estado buscando trabajo porque en navidades siempre se gastaba de más. Encontré uno temporal en una barra. Me distraería servir bebidas a la gente.
Las gaviotas iban y venían. Paseamos hasta que abrieron la tienda en la que tenía cita para marcar su piel.
Una campanita hizo un ruido al abrir la puerta y un chico con gafas, septum y tatuajes alzó la vista. Sonrió al ver a Edgar y le estrechó la mano sonoramente.

—Ella es Nina—salí del escondite detrás de sus hombros y me pinchó con su barba al darme dos besos. 

Página 307.

—A lo mejor tienen calor…— No supe la tontería que acababa de decir hasta que Edgar se rio en alto.
—Porque tienen calor dice—negó riendo y volvió a comer.
—¿Lo ves? Mi hijo es el que le presta atención a Avril— volvió al tema de antes y asentí— Esa sólo la quiere por el dinero. Que no te importe lo que te dijo en la boda, aquí se la conoce de sobra— Edgar metió una galleta en el vaso de Avril.
—Es mío— replicó la menor y Edgar rio. La galleta se rompió y cayó directa al vaso. Edgar miró como se hundía con cara de pena —Ahora no la puedo beber. —Puso cara de enfadada —Abuela—dijo alargando la última sílaba— Mira lo que ha hecho Edgar— se quejó. Claire cogió un paño y dio a Edgar un golpe limpió en la nuca.
—Deja a tu prima que es pequeña—ahora la que se reía era yo. Es como si Edgar tuviese tres años. Se fretó el lugar en el que le dio siseando.
—Deberías peinarte— le comenté. Cuando el tupe se le bajaba le tapaba los ojos. Se acercó a mí y me hico cosquillas en la mejilla con el pelo.
Sonreí— Mejor me pongo una gorra— me encogí de hombros. Se echó la gorra atrás tapándose el pelo y cogió la chaqueta de cuero. Se apoyó en el marco de la puerta cruzando los brazos a la altura de su pecho— ¿Nos vamos? — asentí.
                                                     *

Página 306.

Bajé a la cocina y vi a Claire y a Avril cada una a lo suyo, Claire cocinaba y Avril bebía de una taza mientras pintaba algo con una cera. Me acerqué y la besé en la mejilla. Claire se giró.
—¿Has descansado? — asentí y me acerqué a la encimera, apoyé parte de mi cuerpo en ella. Edgar estaba abriendo un armario buscando algo mientras hacía ruido — Las galletas están en la cuarta bandeja — dijo Claire sin apartar la vista de sus labores — Es tan comilón como su abuelo— le conocía bastante bien. Edgar sacó el paquete mientras se metía una en la boca y se llenaba las manos de más. Claire se giró y removió la comida. — ¿Quieres hablar de lo de ayer?
Suspiré y abracé mi cuerpo—Yo no robé nada
—Lo sé— cortó una zanahoria rápido. Manejaba. Miró a Avril y subió la música de la radio. —Nunca me ha gustado esa mujer— suspiró— Desde que mi hijo la conoció…
—¿No es tu hija? — la interrumpí y negó —Pensé que sí.
—Cómo te decía— continuó — Nunca me ha gustado esa mujer— se acercó a Avril y la cogió de la barbilla — Pero desde que me dio a esta preciosidad la soporto un poco más— la achuchó y miré sonriendo a Avril que tenía un bigote de cacao.
Me miró— ¿Por qué el cola-cao no se disuelve? — la miré y la vi dibujando un pato— Mi padre me explicó que los patos tienen estas cositas en los pies para nadar mejor — asentí mirando donde me señalaba— ¿Por qué los patos meten la cabeza debajo del agua a veces?

Página 305.

—Come on baby —Tiré hacia arriba entrelazando mis manos en su abdomen. Noté un dolor en el hombro pero no le hice caso. Él se volvió a desplomar y soltó una risa. Me bajé de la cama y le intenté arrastrar cogiéndole por los tobillos. —Arriba— se negó y repliqué como una niña pequeña—Tú lo has querido— dije con una sonrisa en la cara y cogí las llaves del Jeep de la mesilla— Supongo que  no te importará que las llaves vayan directas al váter — las moví en el aire para que hiciesen ruido y aterrizaron en la palma de mi mano.
Se giró rápido y me miró— No serías capaz.
—Cariño, toda la vida me han subestimado y estoy harta de lo que lo hagan, claro que lo hago— se levantó y salí corriendo al baño, me atrapó sin problema alguno y me alzó en el aire —Para— seguí riendo.
—Ahora te voy a castigar— me cogió por encima de sus hombros y yo le di puñetazos en la espalda mientras se reía .
Me tiró sobre la cama y empezó a hacerme cosquillas. Me retorcí —Para— reí— Enserio— volví a reír intentando coger aire. Me estaba poniendo roja. Le di una patada sin querer.
—Joder con la niñita — aún seguía riéndome, me llevé dos dedos a la altura de los ojos y luego hice la misma señal hacia él— Te estoy vigilando— así no podía ir enserio, aún me seguía riendo.
                                                    *

Página 304.

—En la espalda, y las piernas— sonrió aún más amplio, incluso se le achinaron los ojos.
—Gírate. —Saqué el lubricante que vi el otro día en su cajón.
—Es como aceite corporal—miró el bote.
—En realidad lo es, sólo que sabe bien— le corregí y rodó sus ojos. Le eché una cantidad moderada en la espalda y la encorvó, se le notaban los contornos de sus huesos — ¿Frío? — reí. Posé mis manos y empecé a esparcir el líquido, volví a echarme en la palma de las manos y empecé por las piernas — ¿Sabes? Creo en la depilación masculina— me referí a sus piernas y el gruñó. Tenía unos gemelos fuertes. Mis manos resbalaban y el sentido del bello iba en dirección a mis caricias. Hasta sus piernas me gustaban. Pasé a la espalda, esto le iba a más, me eché más en la mano y comencé por los hombros, bajé un poco haciendo el mismo proceso, tenía una espalda firme y tersa, con un movimiento de cabeza eché mi pelo a un lado y fui alternando mis manos con besos en la nuca. Mis manos danzaban en círculos e iba de un foco a otro de la espalda, de lunar en lunar, de centímetro en centímetro. Me pareció buena la idea de hacer una foto. Me lavé las manos y le toqué el pelo.
—¿Te levantas ya? — sonreí y le mordí el lóbulo de la oreja.
—Hmmm— se quejó.

Capítulo veinticuatro. Familia Nardacchione. Décima parte, Las llaves del Jeep . Página 303.

Abrí los ojos y  me toqué el pelo. Último día aquí, ¿De verdad quería dejar este sitio? Giré la cabeza y vi a Edgar que dormía plácidamente a mi lado, me junté a él, el calor me vendría bien. Estaba desarropado y parte de su pecho quedaba a la vista, le cubrí. ¿Era esto lo que quería para el resto de mi vida? Sí. La verdad es que sí.
Me había vuelto demasiado blanda estos días, necesitaba sacar un poco a pasear mi actitud de borde, mañana volvería a mi rutina de siempre.
Me levanté y me miré en el espejo. Menuda cara. Me quité la parte de arriba y me puse la camisa de Edgar. Me dejé algunos botones desabrochados sólo por pereza.
—¿Qué haces? — la voz de Edgar sonaba adormilada.
Me puse roja— ¿Cuánto tiempo llevas despierto?
—Desde que te has chocado con la mesilla al levantarte— se rio— Estarías mejor sin parte de abajo también. — me quité el pantalón y me acerqué a la cama. Cogió la parte de debajo de la camisa y la levantó — Culot. Con lo que me gustan— se mordió el labio, me reí y le bese.
—Tengo hambre— confesé.
—Podrías ir bajando.
—No creo que tu familia me quiera aquí.
—No digas tonterías— se desarropó el pecho— ¿Sabes qué me vendría bien? Un masaje— sonrió

—¿Dónde?

lunes, 24 de agosto de 2015

Página 302.

—Parecemos un matrimonio — reí. Ya tenía la cara limpia por completo.
Se rio a la par y empecé a desvestirme — ¿Qué tal va ese hombro?
—Bien— no lo sabía a ciencia cierta.
—A ver esas heridas del abdomen— se las mostré y tocó con cuidado.
—Todo el mundo me miraba a las heridas en vez de a la cara —fui sincera y me quité la parte de abajo.
—Han desperdiciado la ocasión de ver lo más bonito del mundo, pues —sonreí ante ese comentario y me quité el sujetador.
Ambos nos pusimos el pijama y nos metimos en la cama, apagué la luz.
—Día largo—comentó. Entraba una luz tenue con la podía verle sin mucha claridad.
—Estabas muy guapo vestido así— sonreí y me apoyé en su pecho. —No puedes imaginar lo que me duelen los pies.
—Imagino…— poco después se quedó dormido. No roncaba pero tenía una respiración pesada.
Apoyé la cabeza en la almohada y analicé lo que había pasado. Al menos Edgar no me mintió cuando dijo que no vería a la estúpida madre de Avril.
La verdad es que estaba muy cansada como para seguir pensando y me deje dormir. 

Página 301.

Antes de que entrásemos a la casa de su abuela Edgar me preguntó —¿Qué te pasa? No has hablado en todo el viaje
—Me gusta el silencio— en verdad no mentía. No del todo.
—Ya, eso lo sé. Pero eres así de callada con todos los demás, no conmigo. Siempre tenemos algo…de lo que hablar—tardó en decir lo último.
—Mira, sólo estoy cansada— tal vez me había pasado de borde pero era mejor así.
Abrió la puerta y entré detrás de él, el salón tenía bastante gente a lo que me escondí en su hombro y Edgar lo único que hizo es un leve movimiento con la cabeza. Nos fuimos para arriba, prefería no hablar con nadie.
Cuando entré en la habitación la vi más acogedora de lo normal, ahora era nuestra habitación.
Me quité los tacones —Joder, qué a gusto— no os podéis imaginar cuanto me dolían los pies. Me situé al lado del espejo dónde Edgar estaba quitándose a tirones la corbata. Y empecé a desmaquillarme a su lado— Antes llevabas pajarita— me había fijado.
—Sí—volvió a retorcer el cuello— Pero es tradición, mi padre me la dio, dijo que llevaba bastantes generaciones en mi familia. —asentí y me quité por completo el maquillaje de un ojo. Oí crujir a una tela .
—Para, se te está irritando el cuello— tiré de una de sus lados con cuidado y se desapretando. Se la quité y la dejé sobre la mesilla. Empecé a quitarle los tres botones que tenía en el chaleco, y después uno a uno los de su camisa. Se la quité y la doblé con cuidado. Me sonrió. Volví a mi proceso de desmaquillarme mientras él se quitaba el cinturón y me miraba.

Página 300.

Fuimos a un restaurante que estaba casi vacío y negué a la invitación de Edgar para cenar, porque sinceramente, si metía algo en mi cuerpo volvería a vomitar.
El aceptó y le contemple al comer—Como te decía—volví a mis trece— Creo que lo mejor será que me vaya esta noche—dejó los cubiertos de forma sonora.
—No te vas a ir— bebió del vaso tranquilo, como si estuviese manejando.
—Ed, no voy a estar en una casa en la que tengo asegurado que me voy a encontrar con alguien que me humilló delante de cientos de personas. No puedo, entiéndelo. Además, los has echado de la boda, ¿Crees que ahora me van a estar esperando con un ramo de flores en la puerta?
Edgar apartó el plato y apoyó ambos codos en la mesa para después entrelazar sus manos—Ella mañana se irá, te garantizo que  no la verás esta noche, mañana cuando despiertes no sabrás más de ella. Y, quiero decir— vaciló para encontrar las palabras— Quería pasar una semana contigo, y vamos por el quinto día
 Dudé—  Pero cinco días intensos.
—Tenía pensando ir mañana a hacerme la primera sesión del tatto y que me acompañaras —jugueteó con la servilleta.
—No vas a dejar que me vaya, ¿verdad?
—No— rio
—¿Estoy perdiendo el tiempo?
—Un poco— rio más.

Rodeé los ojos e intenté asimilar la idea de que me tocaría pasar más días aquí, que no es que no me gustase pasar tiempo con él, pero saber que voy adónde voy a ver a alguien hablando de si robé la pulsera o no de su hija, definitivamente no es de mi gusto. 
                                                        *

Página 299.

—Están muy bien— sonrió— Creo que se te dan muy bien muchas cosas y que deberías dejar algo para los demás — esta vez sonreí yo— No, enserio —prosiguió — Se te dan bien los niños, los animales, la fotografía, escribir, bailar, jugar al hockey y el volley te hace un culo qué —se mordió el labio inferior e hice que lo liberase con el dedo— Yo no digo nada y te lo digo todo— levantó los brazos y me mordí la mejilla por dentro —Y surfeas—sonrió.
—¿Sabes qué más se hacer bien? — puse voz rasposa y me acerqué a él mientras negaba
—Besar, beso divinamente. — me hice la tonta
—Permettimi di baciarti—dijo casi en un susurro
—Te dejaría hacerlo toda la vida—me dejé llevar por sue labbra
                                              *

Página 298.

—Lo mejor será que nos vayamos—me cogió del pecho para que me apoyase en él.
—Puedes llevarme y volver, cogeré un bus y…
—Para, para , para— negó— no te puedes ir— se acercó más a mí
—Paso de esto. — susurré
—No puedes irte—repitió
—¿Me lo impides tú? —alcé una ceja
—Sí…—sonrió.
—No sé—bajé la cabeza— De verdad, no sé… Por ahora voy a irme y ya pensaré…—dejé caer.
Se puso la chaqueta en el hombro y me abrió la puerta —Bien, vámonos—sonrió. Salí antes que él y tuve que aguantar muchas miradas hasta que salí del recinto. Empezamos a andar sin rumbo alguno y acabamos sentados en una piedra.
—Me duelen los pies— me quejé
—¿Estás mejor?

Asentí despacio—Esto es bonito— Todo era campo y el camino era surrealista, me recordó a Alicia en el país de las maravillas, como si el conejo me estuviese incitando a caer por un agujero. Él asintió en respuesta—Estás como para hacerte fotos, enserio, te veo más guapo de no normal— me puse roja al admitirlo e hice justo lo que había dicho. Fotos. Cogí su móvil. No tendrá tanta calidad como una cámara profesional, pero quedarían bien —Pon tu mano en el pecho— le iba mandando. Estaba bastante guapo y más cuando le hacía reír y le pillaba haciéndolo en la foto. Creo que hice más de cincuenta y me quedé con todas. Puse una que me gustó bastante de fondo —¿Te agradan? — le pregunté.

Página 297.

—Edgar, todo el mundo me mira mal, estoy sola, no pinto nada aquí—Empezaron a salirme lágrimas de rabia — Y luego me culpan de haber robado a una niña pequeña.
Se quedó callado y también se puso en pie —Bueno, espera que coja la chaqueta y se lo digo a mi madre y…
—No— le corté— es la boda de tus padres. Joder, quédate.
—La boda no tiene sentido si no estás tú en ella— eso me había llegado, como si hubiese chocado de frente en un muro de piedra, me apoyé contra su pecho—Aguanta un rato más, por favor, y nos iremos, lo prometo —Acarició la parte baja de mi espalda.
Suspiré, no quería estar ahí pero es que…eran sus padres —Sólo si no me vuelves a dejar sola— le dije como si le hubiese perdonado la vida. No quería quedarme más de una hora aquí porque me estaba revolviendo. No aguanté ni media hora cuando corrí hacia el baño a vomitar. Edgar vino tras de mí y dudó de si entrar en el baño de chicas.
Golpeó la puerta con los nudillos —Nina, ¿estás bien? — hice un ruido poco agradable para ser escuchado y abrió la puerta rápido, sujeto mi pelo. Vomité por los nervios.
Tenía la cara blanca cuando me eché agua en la nuca, me apoyé con las dos manos en el lavabo y me froté las sienes. Ed seguía ahí, mirándome. Me miró preocupado y miré hacia el techo, me dolían las cervicales .
—Soy ridícula—suspiré— tu familia me odia.
—No. Porque no te lleves con una da igual.

—No es una. Son todos— grité.

Página 296.

—Basta ya— gritó Edgar— Discúlpate —le amenazó con el dedo.
—No— rio con las demás— ¿Un niño y una niñata se creen que me van a mandar a estas alturas?
Edgar se salía de sí. —Vale pues fuera. Adiós.
Puse mi mano en su hombro —Edgar cariño…—le dije en voz baja.
Les despidió con la mano y les quitó mi bolso —Tú y el grupito fuera de la boda de mi madre.
Básicamente les arrastró hasta la puerta— Avril, ven— confió fuerte a su hija del brazo.
Chilló —Quiero quedarme aquí, con ella— se refería mí
Le agarró más fuerte —Suéltale el brazo, la estás haciendo daño— la empujé y puse a Avril detrás de mí.
—La niña se queda aquí— intervino Claire— Y tú vete. —Vi cómo se marchaban todas con cara de resignación —Tranquila hija— Claire me acarició la cara y se llevó a Avril.
Edgar se volvió a sentar a mi lado y la gente se fue dispersando.
Me cogió de la mano —A mi madre tampoco la cae bien—sonrió. Ya estaba más calmado.
Me levanté de la silla —Me voy—concluí.

—¿Cómo? ¿Por qué?

Página 295.

Avril se acercó a paso lento hacía el corro dónde había mucha gente ya, me sentía rodeada.
—Yo no he hecho nada—dije con voz ahogada y Edgar me miró. La gran mayoría estaban insultándome pero seguí— Al salir de la iglesia, cuando fuiste a hacer la foto a ella se la cayó y la recogí —concluí— Se la iba a devolver si no me hubiesen guardado el bolso.
—¿Y te debemos creer? ¿A ti? ¿Qué no te conocemos de nada? A saber qué haces a espaldas de Edgar.
Él estaba tenso— Primero— dijo en tono de enfado— No eres nadie para mirar su bolso.  Segundo, ella pinta aquí mucho más que tú. Tercero, lávate la boca antes de hablar así de ella. — tenía el ceño fruncido. Esa parte protectora, me gustaba.
—No robé nada—repetí.
—Lo sé— dijo Edgar aún de espaldas a mí.
Avril viendo todo lo que se había formado intervino —Es verdad mamá, me agarraste fuerte y se me soltó, la vi caer.
Su madre había quedado mal delante de toda la gente y saltó con otra bomba— ¿Y quién te dice a ti que te la iba a devolver?
—Confío en ella. — se acercó a mí y se sentó. Sonreí ante ese acto y la acaricié el pelo.

—Pues no confíes tanto, a ver si te vas a subir a un vehículo con ella y te mata— eso había sido un golpe bajo. Noté la mirada de todo el mundo puesta en mí.

Página 294.

En ese momento su novio la llamó y Jimena fue con él. Edgar no tardó en venir en cuanto una silla quedó sola cerca de mí— ¿Qué tal va todo? He visto lo del vino— hizo una mueca y agaché la cabeza —¿ No comes? Pensé que te gustaba la bruschetta.
   Con dadolata di pomodori no me hace mucha gracia…
   ¿Y al basilico? —negué— ¿tagliatelle? ¿carpaccio? Come algo… —me acercó los platos
   Déjalo— los retiré—Estoy muy sola…
   No mientas, te he visto hablando con ella—se refería a Jimena.
   Sí, me he reído con ella—admití.
Edgar se quedó definitivamente en mi mesa y estuvimos hablando de lo que haríamos los días próximos. Trajeron el postre. Helado. Esto sí que sí. Sonreí.
—Sé que esto te gusta más— me pasó una cuchara y acercó el helado a mí.
—Hmmm, definitivamente sí— reí.
Estaba removiendo y comiendo mi helado con desgana cuando varias mujeres vinieron hacia mí —Ahí está— comentó una mirándome mal. Levanté la vista hacía quién lo había dicho y me quedé callada.
—Di a tu novia que se corte la manos, que las tiene muy largas— Era la madre de Avril hablando con Edgar. Dejé la cucharilla en la mesa y atendí. La madre de Avril cogió la pequeña esclava de oro mostrándomela. Edgar gruñó ante el comentario y se puso en pie.

 —No queremos chusma aquí—dirigí mi mirada hacia otra de ellas. 

Página 293.

—Nina— le correspondí— La verdad es que tienes un buen escote—reí.
—Son un estorbo— dijo riéndose. Al menos no me había tocado sentarme al lado de un gilipollas.
Trajeron la comisa y con la única con la que me limité a hablar fue con Jimena, me gustaba su actitud, se reía de todo y te olvidabas de los males por un rato. A veces levantaba la mirada y me encontraba con la de Edgar, que no desviaba de mí sus ojos en lo que llevábamos de comida.
Hice poca cuenta de los platos hasta que Jimena se puso a abrir una botella para animar un poco las cosas, creo que era…¿vino? Miré la etiqueta desde lejos un Château Colombier Monpelou de 1995, oh dios, debería costar un dineral. Fui a coger la botella y el tapón no estaba bien cerrado, manché todo el mantel, y sí era vino. Me reí nerviosamente ante la situación pero estaba pidiendo a la tierra que me tragase urgentemente. Y encima era vino tinto, y no blanco.
Ella no paraba de reírse hasta que me preguntó— ¿Por qué estás aquí?
—Soy la novia del hijo del novio. — Me había liado un poco.
—Ah , eres como yo, de las que no sabe qué pintamos aquí, ¿Ves a ese ser inerte? —me señaló a un chico que estaba haciendo tonterías. Asentí— Es mi novio, me ha estado dando toda la semana la lata hasta que he aceptado a venir. — otra como yo.

Página 292.

Los camareros pasaban con bandejas llenas de comida que abultaba mucho y sabía a poco así que me acerqué a Avril ya que a ellas les daban cosas ricas, como gusanitos, chocolate, patatas y doritos. A la mierda la dieta. Me atiborré rodeada de niñas pequeñas.
Nunca había entendido por qué dejaban ese tiempo de margen antes de comer para hacer absolutamente nada, estar de pie, pasando frío, comer y hacer como si te interesase de qué charlaba la gente .
Entramos a paso lento en el salón y me deprimí al saber que me tendría que sentar sola en una mesa en la que no conocía a nadie porque Edgar debía sentarse al lado de sus padres. De nuevo, sola. Sin tener ni idea de cómo había llegado aquí, me hubiese gustado estar con Carla…si las cosas no hubiesen ido a mal, la necesitaba y la echaba de menos, pero también era muy orgullosa para mostrarlo.
Me senté en la mesa y eché en falta mi bolso, al menos allí tendría el móvil para poder pasar el rato, pero no, estaba sentada en una mesa dónde no había nadie todavía ocupando las sillas. Se empezó a sentar gente, la mesa era redonda y lo mola es que todos tenía un buen sitio para poder mirarme. Agaché la cabeza y saludé por saludar. Una chica se sentó a mi lado. Seguro que tenía mi edad. Me atreví a mirarla, se estaba riendo por algo. Llevaba un vestido blanco que contrastaba con su tono de piel.
—Jimena—se presentó mientras seguía riéndose a carcajadas —Que no me mires el pecho desgraciado —miré a quién se lo decía. Me había tocado sentarme con el primo inútil de Edgar. Qué bien.

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Edgar volvió a mi lado —Te odio por dejarme sola. —suspiré
—Lo superarás— rio y me dio un beso en la frente.
Después de volver a saludar a un millón de personas y de hacer  miles de fotos al fin la gente empezó a moverse. Caminé a paso pesado dónde Edgar me dijo y subí a un coche cansada de llevar tacones. Había tres personas a las que no conocía muy pegadas a mí y era incómodo. Un hombre carraspeó —Mientras que Nina no conduzca no nos mataremos— él se rio y yo sonreí falsamente. No me hacía gracia, ni si quiera sabía quién era ¿Cómo se había podido enterar? Supongo que en estos pueblos…todo el mundo se esteraba de…todo. Dejé de darle importancia y recé a todos los dioses para que el viaje se pasara rápido.
Al llegar, debo admitir que todo estaba muy bien preparado, era muy bonito, estaba decorado a la perfección. El salón era grande, el jardín tenía un mantenimiento excelente. Seguro que debieron vender cada uno un riñón para poder permitirse el alquiler de todo esto.
Edgar me había comentado anteriormente que su padre era arquitecto, así que tendrían dinero.

Anduve con cuidado de no caerme por el jardín escuchando como la gente hablaba de todo y de nada a la vez. Pasó un hombre a pedirme el bolso para guardarlo en el ropero, no quería dejar mi bolso a nadie. No quería confiar ciegamente en nadie. Tenía miedo porque siempre me habían hecho daño al hacerlo, pero Edgar me confirmó que trabaja aquí y de una forma u otra se lo entregué. 

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Al finalizar la misa todo el mundo quería hacerse foto con “ de nuevo los novios” de modo que Edgar tuvo que ir como único hijo, a lo que me invitó, y me negué naturalmente.
Salí de la iglesia sin saber bien dónde situarme ni por qué estaba aquí. Todo el mundo tenía gente con la que hablar mientras que yo miraba al suelo. Avril me salvó cuando vino a hablarme. La verdad, tenía mucha vergüenza.
—Estás preciosa Avril—coloqué su diadema de flores blancas y azules de nuevo. Llevaba un vestido azul caribe demasiado bonito. La cogí de un brazo e hice que diese una vuelta sobre sí misma mientras silbaba —Simplemente hermosa— me dio un beso en la mejilla y su madre vino a abrazarla para después cogerla de la mano.
—Hola—me sonrió y le devolví la sonrisa como pude. —Venga Avril , están esperándote para hacer la foto— me despidió con la mano y se le cayó la esclava de oro al suelo, la recogí despacio y al levantar la cabeza vi a toda su familia posando para la foto. No pensaba interrumpir así, guardé la pequeña pulsera en mi bolso para que no se me perdiera y luego poder dársela.
Otra vez sola. Suspiré. No tardaron mucho en salir sus padres de la iglesia, la gente gritaba y aplaudía, mientras yo me dedicaba a sonreír por puros modales. Varios granos de arroz me entraron en el top, mientras que la gente miraba salir a la pareja yo me dedicaba a quitarme granos de arroz del canalillo, qué poético. Al levantar la cabeza vi a varios hombres pendientes del espectáculo que estaba dando y me sonrojé.

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La madre entró con el típico vestido blanco, el que representaba la virginidad y la pureza que ya había sido arrebatada, por lo menos, de esta mujer.
—Se supone que el blanco significa pureza y virginidad—comenté.
—¿Qué quieres decir? — me miró.
—Que el negro se supone que es todo lo contrario, y los chicos siempre van de negro.
—O sea, ¿Qué las chicas sois súper santas y nosotros somos unos puteros?
—Básicamente—concluí.
¿Había sido un comentario demasiado feminista por mi parte?
No presté mucha atención a la boda porque sinceramente no sabía qué hacía ahí, había sido un detalle por su parte invitarme pero no me sentía cómoda con tanta gente criticándome alrededor. ¿Se suponía que algún día yo iba a llegar al altar? Seguro que me caería de camino, siendo como soy. Sonreí ante mi chiste privado.
—No las hagas caso, sólo es porque eres la nueva— me susurró Edgar y asentí-


Giré a mí alrededor y vi al primo estúpido de Edgar que conocí el primer día al llegar. Rodeé los ojos y me recosté sobre el hombro de Edgar en el banco. 

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      Se rio—Cállate— me ofreció uno que cogí con gusto. Me incliné a él para encender el cigarrillo y di una calada cargada. Me quedé sonriéndole hasta que perdí los nervios —¿Se puede saber a qué hora es la puta boda? — se rio de mí y me imitó poniendo voz de retrasado.
—Se supone que deberíamos ir ya  a la iglesia—admitió
—¿Y qué hacemos aquí? — cuestioné.
—No se mueven.
Le miré con incredulidad —¿Desde cuándo has seguido tú a alguien?
Se encogió de hombros —Sí, bueno, tienes razón— mea garré a su antebrazo porque yo con tacones peligrosa siempre.
La entrada de la iglesia era bastante grande y alta, era antigua y eso me gustaba, dentro hacía un frío y una humedad terribles. Me senté al lado de Edgar y oí misa callada mientras que veía como muchas me señalaban y cuchilleaban sobre mí.
—No las hagas caso, sólo es porque eres la nueva— me susurró Edgar y asentí-
Giré a mí alrededor y vi al primo estúpido de Edgar que conocí el primer día al llegar. Rodeé los ojos y me recosté sobre el hombro de Edgar en el banco. 

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Hoy era el día y estaba segura de que sería la más fea de la boda. Me metí en la ducha y luego me peiné. En pintarme me ayudó Claire, que hacía todo lo que pedía sin que la temblara el pulso.
Edgar bajó vestido de etiqueta y yo me quedé con la boca abierta. No le había visto. La pajarita se le apretaba al cuello y eso me gustaba aún más.
Me mordí el labio  —No sabía que tenía el novio más guapo del mundo — le recorrí con la mirada.
   —Al lado de mi novio soy lo que se dice uno más — me miró el cuerpo y sonreí.
—Mira esto— señalé al hombro donde se encontraban las heridas — Horrible. — después señalé alas heridas de mi abdomen. —Horrible por dos.
—Tonterías— me besó.
—¿Quién se casa tus padres o vosotros? — escuché una risa y alcé la mirada. Era la chica del otro día Laura. —Sonreíd — sacó una foto. No pensaba sonreír pero sí quedarme pegada al lado de Edgar, por una vez era casi tan alta como él. Benditos tacones.

—Iremos andando, está cerca— me explicó Edgar.
 Había multitud de gente esperando en la puerta de la casa de Claire y me tuve que callar y saludas a otros cuantos. Lo bueno es que Edgar no se alejó de mí en la espera. Sacó una pitillera del bolsillo oculto de su americana seguido de un mechero de metal—¿Hasta una pitillera, Edgar? ¿Y este nivel? ¿Dónde se quedó el paquete de cartón de toda la vida que luego servía como filtro y el mechero del chino? —alcé una ceja.

Capítulo veintitres. Familia Nardacchione. Novena parte, La Boda . Página 286.

Sonó el despertador y se me pagaron las sábanas. Edgar se levantó —Venga— empezó a hacerme cosquillas. Odiaba las cosquillas. Él se fue a la ducha y el ruido del agua me durmió.
Me volvió a despertar y gruñí— Arriba— me quitó las sábanas. Abrí un ojo, una toalla tapaba su cintura.
—Esto sí que son buenos días— reí
Me miró con cara de violador y alzó ambas cejas. Dejó caer la toalla al suelo. Miré a la puerta —Cierra el pestillo— No podría volverlo a soportar. Cuando vino de vuelta cogió mis pies y me arrastró hasta el borde de la cama. Sus manos buscaban la forma de quitarme la ropa y me dejé llevar.

                                             *