Sonó el despertador y se me pagaron las sábanas. Edgar se
levantó —Venga— empezó a hacerme cosquillas. Odiaba las cosquillas. Él se fue a
la ducha y el ruido del agua me durmió.
Me volvió a despertar y gruñí— Arriba— me quitó las sábanas.
Abrí un ojo, una toalla tapaba su cintura.
—Esto sí que son buenos días— reí
Me miró con cara de violador y alzó ambas cejas. Dejó caer la
toalla al suelo. Miré a la puerta —Cierra el pestillo— No podría volverlo a
soportar. Cuando vino de vuelta cogió mis pies y me arrastró hasta el borde de
la cama. Sus manos buscaban la forma de quitarme la ropa y me dejé llevar.
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