—Nina— le correspondí— La verdad es que tienes un buen escote—reí.
—Son un estorbo— dijo riéndose. Al menos no me había tocado
sentarme al lado de un gilipollas.
Trajeron la comisa y con la única con la que me limité a
hablar fue con Jimena, me gustaba su actitud, se reía de todo y te olvidabas de
los males por un rato. A veces levantaba la mirada y me encontraba con la de
Edgar, que no desviaba de mí sus ojos en lo que llevábamos de comida.
Hice poca cuenta de los platos hasta que Jimena se puso a
abrir una botella para animar un poco las cosas, creo que era…¿vino? Miré la
etiqueta desde lejos un Château Colombier Monpelou de 1995, oh dios, debería
costar un dineral. Fui a coger la botella y el tapón no estaba bien cerrado,
manché todo el mantel, y sí era vino. Me reí nerviosamente ante la situación
pero estaba pidiendo a la tierra que me tragase urgentemente. Y encima era vino
tinto, y no blanco.
Ella no paraba de reírse hasta que me preguntó— ¿Por qué
estás aquí?
—Soy la novia del hijo del novio. — Me había liado un poco.
—Ah , eres
como yo, de las que no sabe qué pintamos aquí, ¿Ves a ese ser inerte? —me
señaló a un chico que estaba haciendo tonterías. Asentí— Es mi novio, me ha
estado dando toda la semana la lata hasta que he aceptado a venir. — otra como
yo.
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