Fuimos a un restaurante que estaba casi vacío y negué a la
invitación de Edgar para cenar, porque sinceramente, si metía algo en mi cuerpo
volvería a vomitar.
El aceptó y le contemple al comer—Como te decía—volví a mis
trece— Creo que lo mejor será que me vaya esta noche—dejó los cubiertos de
forma sonora.
—No te vas a ir— bebió del vaso tranquilo, como si estuviese
manejando.
—Ed, no voy a estar en una casa en la que tengo asegurado que
me voy a encontrar con alguien que me humilló delante de cientos de personas.
No puedo, entiéndelo. Además, los has echado de la boda, ¿Crees que ahora me
van a estar esperando con un ramo de flores en la puerta?
Edgar apartó el plato y apoyó ambos codos en la mesa para
después entrelazar sus manos—Ella mañana se irá, te garantizo que no la verás esta noche, mañana cuando
despiertes no sabrás más de ella. Y, quiero decir— vaciló para encontrar las
palabras— Quería pasar una semana contigo, y vamos por el quinto día
Dudé— Pero cinco días intensos.
—Tenía pensando ir mañana a hacerme la primera sesión del
tatto y que me acompañaras —jugueteó con la servilleta.
—No vas a dejar que me vaya, ¿verdad?
—No— rio
—¿Estoy perdiendo el tiempo?
—Un poco— rio más.
Rodeé los ojos e intenté asimilar la idea de que me tocaría
pasar más días aquí, que no es que no me gustase pasar tiempo con él, pero
saber que voy adónde voy a ver a alguien hablando de si robé la pulsera o no de
su hija, definitivamente no es de mi gusto.
*
*
No hay comentarios:
Publicar un comentario